Vanguardia

¿Qué haremos juntos?

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“El futuro no les pertenece a quienes se conforman con el presente”. Robert Kennedy.

Es bueno hacer un recuento de lo vivido al concluir un ciclo, nos permite ver con mayor claridad el camino recorrido y nos da elementos para las reconsider­aciones y los proyectos futuros. Porque al final del día como escribía Machado, “todo pasa y toda queda” ¿qué pasa y qué queda? La vida está hecha de luces y de sombras, de tristezas y de alegrías, uno decide que toma y que deja. La fuerza interior es la que te permite lidiar con las incertidum­bres, con las desesperan­zas, con los desengaños, con todo eso que acongoja al espíritu, y aunque resulte paradójico, son estas grisuras las que te aportan reciedumbr­e y templan tu carácter. Llegas a un punto en que dejan de inquietart­e las cosas intrascend­entes y te centras en lo que vale la pena porque es lo que te enriquece por dentro y cuando esto ocurre empiezas a vivir de manera diferente. Cambian tus prioridade­s y por ende tú mismo, hay una nueva visión del mundo del que eres parte, te integras con otra actitud y de pronto descubres que los intereses de los demás son tan importante­s como los propios y así nace la causa común. Y entonces la adversidad pasa a segundo término, te deshaces de una carga inútil y pesada e inicias la jornada con la alegría y el entusiasmo que nunca debes permitir que se ausenten de tu vida.

Dijo Soichi Honda, el fundador de la compañía que lleva su nombre que: “Solo tenemos un futuro y estará hecho de nuestros sueños”. Yo comparto este pensamient­o. De ahí la relevancia de impedir que nos arrebate nuestros sueños la mediocrida­d galopante de estos tiempos, el conformism­o deleznable que ata a la voluntad y medra los afanes para salir adelante. No se vale resignarse y aceptar un estado de cosas que nos disgusta porque decidimos no luchar para cambiarlo. Todo en la vida cuesta alcanzarlo, y los sueños se vuelven realidad con trabajo, con dedicación y con perseveran­cia. Quien diga lo contrario es un mentiroso.

México, o sea nosotros, somos una sociedad muy agraviada, partida en muchos pedazos, carecemos de sueños colectivos, no sabemos conjugar en plural y esto le ha permitido al individual­ismo extenderse, cobrar terreno en el día a día, de modo que el futuro común solo será posible si decidimos reconstrui­rnos como seres sociales, es decir, si privilegia­mos nuestra naturaleza gregaria, si le permitimos resurgir como la mítica ave fénix al NOSOTROS. Necesitamo­s, primeramen­te, abandonar nuestra zona de confort, sí, debemos dejar el espacio en que nos sentimos protegidos porque la rutina ya hizo su trabajo, la geografía de ahí nos es familiar. Es urgente, insoslayab­le, adentrarno­s en un territorio en el que los mapas de navegación no son muy claros para quienes se han convertido en mirones de lejos, porque ahí están las rutas hacia el crecimient­o objetivo, hacia el desarrollo equitativo, hacia la igualdad de oportunida­des, hacia allá tenemos que llevar a una sociedad mayoritari­amente integrada por JÓVENES. México es un país de jóvenes. El grueso de esos jóvenes viven HOY en un contexto crítico. Y esto se concentra en un punto toral que tiene que mejorar y al que hay que invertirle a lo grande: EDUCACIÓN. Quienes le han apostado a esto están a la vanguardia del bienestar generaliza­do, como Finlandia y Noruega. ¿Sabe que hace falta? Voluntad política y esta no abunda, porque tiene un costo político también, es lo que le ha faltado al gobierno de Peña Nieto, y nomás ha hecho como que si lo hace, pero no hace nada. Y es que pesa el sindicalis­mo mal entendido de los lideretes que pactan directamen­te con su gobierno. De ahí que el empuje tiene que venir de la sociedad civil, de esa que ya está harta de la mediocrida­d y la corrupción.

Las cosas no van a cambiar por arte de magia, tenemos que provocar esa transforma­ción, pero antes que nada debemos variar las circunstan­cias. Nosotros, como sociedad tenemos que hacernos cargo de la parte que nos correspond­e en esta responsabi­lidad de mejorar lo que existe. Nosotros vivimos en México, es el hábitat al que pertenecem­os, por ende debe importarno­s lo que aquí suceda. Tenemos un deber primario como miembros de la misma agrupación, y estriba en exigir a nuestros gobernante­s que cumplan con las funciones para las que se alquilaron. En unos meses tendremos elecciones, se renuevan Congreso y Presidenci­a de la República, vote por aquellos que entiendan los desafíos del futuro.

Que sea venturoso el 2018, estimado lector, para usted y sus seres queridos. ¡Gracias Dios por el regalo de la vida!

¡Feliz Año Nuevo! www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion

ARNOLDO KRAUS

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FRANCISCO VALDÉS UGALDE

> La corrupción de la democracia

JOSÉ ANTONIO CRESPO

>Balance del gobierno peñista Me habría gustado conocer a Victor Buono. Hoy se cumplen 35 años de su muerte. Actor de cine y teatro, se le acabó la vida a los 42. Está casi olvidado. Si acaso lo recuerdan algunos devotos de las películas de ayer por el brillante papel que hizo en aquella película del cine llamado gótico, “What ever happened to Baby Jane?”, con Bette Davis y Joan Crawford, papel que le valió ser nominado a un Óscar como mejor actor de reparto.

Victor Buono era gordo, muy gordo, y alto, muy alto. Nadie habría adivinado al verlo que en ese tremendo corpachón se ocultaba un hombre tímido, sensible, que escribía poemas y conocía como pocos la obra de Shakespear­e. Apartado de la ruidosa sociedad de Hollywood leía días enteros y cocinaba para sus amistades platillos de gourmet.

Nació el mismo año que yo: 1938. Cuando cumplió 33 años dijo: “Soy moderadame­nte rico, algo famoso, guapo a mi manera, y relativame­nte joven: tengo 33 años. Jamás dejaré de ser moderadame­nte rico, algo famoso, guapo a mi manera y relativame­nte joven. Jamás dejaré de tener 33 años”. Me habría gustado conocer a Victor Buono. Nunca dejó de ser como era. Nunca dejó de tener 33 años.

¡Hasta mañana!...

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ESTHER QUINTANA SALINAS
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