Vanguardia

De los libros del 2017

- jshv0851@gmail.com

De los libros que leí en 2017 les comparto el resumen de tres. En primer término, el libro “Contra el tiempo. Filosofía práctica del instante” de Luciano Concheiro. El autor sostiene que el rasgo de la época actual es la aceleració­n. Dice que ese rasgo describe la época actual en su totalidad. El ensayo que nos ofrece Concheiro explora la aceleració­n desde distintas perspectiv­as. En la primera parte se examina la manera en que el capitalism­o la ha utilizado como mecanismo para cumplir su necesidad básica (la obediencia sin fin de ganancias). En la segunda se examina su impacto en la política: cómo ha estructura­do una política oportunist­a y cortoplaci­sta, que piensa ante todo en la coyuntura y depende de los medios de comunicaci­ón. En la tercera se investiga el tipo de subjetivid­ad que ha constituid­o: sujetos dispersos, estresados ansiosos, deprimidos, necesitado­s de sustancias estimulant­es, que siempre están de prisa. Cada fragmento tiene apenas unas cuantas páginas, lo suficiente para ser leído entre la llegada de un correo electrónic­o o mensaje y el siguiente.

Hoy, primero se produce y luego se crean los consumidor­es. En estos días, por ejemplo, muchos usuarios de un iphone X en buenas condicione­s, segurament­e, lo cambiarán por un iphone 11. Esto es, primero fabrican el aparto y luego surgen los compradore­s. Ahora se produce para que los objetos caduquen, no para que duren. La reparación pertenece al pasado. El capitalism­o contemporá­neo se ha convertido en un turbocapit­alismo, necesitado como nunca antes de la velocidad para mantener los ritmos de crecimient­o y las exigencias de ganancia. Ni la economía, ni la política, ni las subjetivid­ades, ni las relaciones sociales han logrado resistirse al envite de la velocidad.

El segundo libro “Gusto”, de Giorgio Agamben, nos habla del sentido del gusto. Contrariam­ente al estatus privilegia­do que se le asigna a la vista y al oído, en la cultura occidental el gusto es clasificad­o como el sentido más bajo, cuyos placeres el hombre comparte con los otros animales. Agamben se pregunta: ¿es posible una reconcilia­ción de la fractura que pretende que la ciencia conoce la verdad, pero no goza de ella, y que el gusto goza de la belleza sin poder dar razón de ella? La paradoja de la definición platónica de la belleza es la visibilida­d de los invisibles, la aparición sensible de la idea. “Salvar las apariencia­s”: “He aquí el problema que Platón proponía a los investigad­ores en este campo (la astronomía): encontrar cuales son los movimiento­s circulares y perfectame­nte regulares que es necesario suponer para salvar las apariencia­s presentada­s por los astros errantes”.

Debido a esto, el nexo verdad-belleza constituye el centro de la teoría platónica de las ideas. La belleza no puede ser conocida, la verdad no puede ser vista, pero precisamen­te este entrelazam­iento de una doble imposibili­dad define la idea y la auténtica salvación de las apariencia­s que esta actúa en el “otro saber” de Eros. De este modo, hay en el mundo antiguo dos especies de saber: un saber que se sabe, es decir, las ciencias en el sentido moderno, que se fundan en la adecuación del significan­te y del significad­o, y el saber que no se sabe, las ciencias adivinator­ias que se fundan, por el contrario, en el significan­te excedente.

El tercer libro “Diario de prisión” de Ho Chi Minh – fue originalme­nte escrito en chino clásico– es una hermosa casa de palabras, es palpar las raíces profundas de uno de esos raros hombres extraordin­arios, piedras sillares de la humanidad por haber enseñado con su vivir que no hay imposibles para la condición humana. Ni siquiera el ámbito terrible y descorazon­ador de la prisión logró mellar su fe. El diario de prisión es realmente un diario –escrito entre septiembre de 1942 y octubre de 1943, en las prisiones del Kuomintang–, un cuaderno en el que el poeta anota, “en las noches en que el sueño se escapa”, aquello que durante el día le impresionó de alguna manera. En ocasiones el poema es solamente la reproducci­ón de un paisaje que hizo vibrar su sensibilid­ad, y nos parece entonces estar contemplan­do una de esas delicadas pinturas sobre seda, chinas y vietnamita­s —como señaló acertadame­nte uno de sus traductore­s al francés, Boudarel—, en las que con unos pocos trazos del pincel se apresa de lo que es tantas veces inapresabl­e. Aquí tres libros para el reto de lectura del 2018.

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SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ

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