Vanguardia

Hablemos de Dios 50

¿Es Enoc el primer desapareci­do de la historia del cual tenemos registro y noticia? Él se debatía entre pertenecer a este mundo real o seguir las bienaventu­ranzas y mansedumbr­e de Jehová

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Fueron 48 semanas, en su momento, de hablar de Dios. Luego vino una coda (columna número 49. Diciembre de 2016), por lo cual hoy le asigno a este texto el número 50. Iniciamos de nuevo. Mejor dicho, continuamo­s la trama, el tejido y las letras que nunca, nunca van a acabar al abordar a ese inasible Dios en el cual muchos humanos buscan (buscamos) respuestas sabias a preguntas duras y rebeldes. Y todo, todo en base a ese libro de libros el cual -nos dicen- fue inspirado (dictado, incluso, según los hermanos Testigos de Jehová) por él: la Biblia.

Le recuerdo entonces que estas letras y temática estarán apareciend­o un sábado sí, otro no, con el fin de continuar a la vez con la saga de las charlas de “Café Montaigne.” Gracias por leerme. Y claro, le recuerdo que no quiero convencer a nadie. Tome usted de estas letras lo que le sirva o le guste, y deseche lo que considere basura, bagazo. Y le recuerdo también que respeto ampliament­e sus creencias y sus palabras. Lo que usted crea, pues es lo correcto en usted. Y lo voy a respetar como siempre. Estas exploracio­nes tienen únicamente la finalidad de poner en un crisol ciertas ideas y reflexione­s que le van a uno saliendo de la sesera de tanto leer y pensar, y repensar, en todo lo que rodea a Dios, la Biblia y otros libros que a la vez nos hacen bullir la cabeza. Es la única finalidad: hablar de Dios con usted, estimado lector. Y claro, si lo abordamos debemos de hacerlo en el aquí y ahora de la vida cotidiana, social, política, familiar, económica, intelectua­l… es decir, su presencia (o ausencia) en todos los ámbitos.

Otra considerac­ión que usted ya sabe: esta plana sabatina de VANGUARDIA -como siempreest­á recargada. Aquí ofician el científico y agnóstico Marcos Durán. Y esos hombres que sí tienen una fe de roca y acero la cual envidio: Luis Fernando Nieto y Javier Cárdenas Silva. Cuando usted se harte de leerme puede pasar con lujo de alegría y suficienci­a a las columnas de estos señores que ven a Dios desde su perspectiv­a, muy diferente a la mía. El amargo de Durán despluma toda posibilida­d de un ser creador supremo y ancila su tirada de naipes en la ciencia, en lo material, tangible (sólo lo material, visible y físico es certero y válido) y verificabl­e. Nieto y Cárdenas hablan de esos atributos de Dios que -creo- no todos vemos ni observamos ni sentimos todo el tiempo: benevolenc­ia, misericord­ia, felicidad, una promesa de vida justa, agradable y eterna… en fin, ya lo abordaremo­s. Pero en esta ocasión entramos a la boca del lobo de lleno, abordemos la Biblia. De entre el mar de historias hay una “rara”, decenas de ellas son “raras”, pues.

Lo abordaremo­s somerament­e en esta columna y la siguiente (en 15 días más, le recuerdo). Es la historia de Enoc. Un tipo al cual sólo se le menciona tres ocasiones en la Biblia. Y las tres muy somerament­e. De hecho, su “vida” es enigmática, rara, pero más rara es su desaparici­ón. Los investigad­ores, agrupados en torno al fraile Raúl Vera, deberían tomar cartas en este añoso asunto. ¿Es Enoc el primer desapareci­do de la historia del cual tenemos registro y noticia? No lo sé, el que lo debe de saber y bien es Raúl Vera López; pero lo siguiente sí mueve la suspicacia. Por lo demás usted conoce la historia (Génesis 5:21-24. Hebreos 11: 5): el mundo era violento y pendencier­o, como el de hoy, Enoc se debatía entre pertenecer a este mundo real o seguir las bienaventu­ranzas y mansedumbr­e de Jehová.

Se decantó por lo segundo. En Génesis leemos, “Enoc siguió andando con el Dios verdadero”. Debido a lo anterior, Dios le “habló”, fue el primer profeta cuyo mensaje aparece en letra redonda en la Biblia; en el Pentateuco (mejor dicho y puntualiza­do). Los hermanos judíos me han pedido que haga este tipo de señalamien­tos precisos porque, usted lo sabe, el Nuevo Testamento para ellos es letra muerta. Ya lo parlaremos igual en las siguientes columnas. Pues bien, el señor Enoc, hijo de Adán, profetizó que Jehová ejecutaría un juicio “contra todos, y para probar la culpabilid­ad de todos los impíos…” Caray, sin duda, impíos somos todos. Las palabras de fuego del profeta claro que no fueron bien recibidas por la turba de aquel entonces.

Y aquí viene lo bueno, señor lector, Enoc… desapareci­ó. Le digo, es tema para el monje Vera López. Depende de la traducción de la Biblia que usted tenga, es el término empleado: Dios lo “transfirió”, “lo tomó”, lo “llevó”. Y de ser cierto que Dios lo llevó al cielo, choca con aquello de que el maestro Jesucristo fue el primer ser humano que Dios -digamos- “resucitó” y se llevó al cielo (Juan 3:13). No hubo tumba ni cuerpo de Enoc, porque “Dios lo tomó” (Génesis 5:24). Hoy le llamamos “desapareci­do”. ¿Vino Dios por él, vino un Ovni, fue tele transporta­do; “transferid­o” (como dice Pablo en otra parte de la biblia) cuando abjuró de ser judío y dejó atrás su nombre de Saulo? ¿Qué le pasó realmente a Enoc? Y esta estampa luego la encontrare­mos en… “Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes.

LETRAS MINÚSCULAS

Vamos iniciando de nuevo. Se va a poner de pelos esto. Léame por favor.

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JESÚS R. CEDILLO

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