Vanguardia

Una historia humilde

‘CATÓN’ CRONISTA DE LA CIUDAD

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Ayer quitamos el Nacimiento en mi casa. Mucha gente lo deja hasta el 2 de febrero, fecha tradiciona­l de las “levantadas”. Para nosotros, sin embargo, las fiestas de Navidad terminan con el día de Reyes. En ciertos casos las cosas duran más cuando duran menos.

Pusimos en sus cajas las figuras del portal, bien envueltas en una tela plástica con pequeñas burbujas de aire que mis nietos se divertían en hacer estallar. Al final quedaron sólo –quedaron solos- el buey y la mulita. Mientras los empacaba recordé una historia de Navidad escrita por un alemán, Willy Hoffsuemer, y les conté el relato a los pequeños.

Cuando Jesús iba a nacer todos los animales fueron convocados para escoger entre ellos a dos que tendrían el honor de acompañar al Niño en el portal. Un ángel selecciona­ría a los dos.

-Debes escogerme a mí -exigió el león-. Soy el rey de los animales, el más fuerte y feroz. Devoraré a quien pretenda dañar al Niño.

-Eso es violencia -pensó el ángel-. A Jesús no le gusta la violencia.

-Llévame a mí -demandó el zorro-. Robaré cosas y las regalaré a Jesús.

-Eso es maldad -se dijo el ángel-. A Jesús no le gusta la maldad.

-Yo debo estar presente -se adelantó el pavo real-. Soy muy bello; con mi hermoso plumaje adornaré el pesebre.

-Eso es vanidad -meditó el ángel-. A Jesús no le gusta la vanidad.

Todos los animales querían ser los escogidos; todos luchaban por adelantars­e, por vencer a los demás.

-¡Dios mío! -se entristeci­ó el ángel-. ¿Por qué los animales se parecen tanto al hombre?

Sólo dos bestezuela­s no hablaban. Quietos en un rincón, miraban todo con grandes ojos sosegados. Eran el buey y la mulita.

-Y ustedes -les preguntó el ángel- ¿no quieren estar en el portal?

-Claro que queremos -respondió el buey-, pero somos viejos y un poco tontos. Lo único que sabemos es ser humildes y pacientes. También estamos acostumbra­dos a sufrir todas las penalidade­s. Si de algo sirve eso... Añadió tímidament­e la mulita: -Podemos dar calor al niño con nuestro aliento, y mover el rabo para que no lo molesten las moscas.

-Buena idea -sonrió el ángel-. Ustedes son los elegidos. Ea, vayamos de prisa hacia el portal, pues José y María están llamando ya a la puerta de la posada, y les dirán que no hay lugar para ellos.

Y al portal fueron los tres: el ángel del cielo y el buey y la mulita de la tierra. Entre todos los animales, los grandes y los poderosos, los astutos y los de gran belleza, sólo estuvieron en el pesebre, la noche del milagro, aquellos dos animalitos, los más pobres y humildes...

Es una linda historia ésta, una especie de pequeño evangelio zoológico. Si los animales tuvieran un San Lucas segurament­e habría escrito el relato del buey la mulita, del mismo modo que Lucas escribió ésa que se ha llamado “la más bella historia jamás contada, que comienza con las palabras: “... Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronad­o...”, y termina con las palabras:

“... Y volvieron los pastores glorifican­do y alabando a Dios por todas las cosas que habían visto y oído…”.

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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

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