Vanguardia

La distancia del Palacio a la cárcel

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el eventual caso de un inminente cambio en el poder– caer otra vez de pie.

El ciclo se repite, una y otra vez, hasta que el político muere, bautizan una calle horrible con su nombre feo y es reemplazad­o por otro más joven del mismo clan.

Pero eso sí, es necesario que mientras el político conserve algo de vitalidad, un atisbo de energía, un último aliento, apoye al grupo hegemónico porque “si se cae uno, caemos todos” y a nadie le gustaría acabar sus días como pobre ordinario, siendo que toda su vida se la pasó de lo más pachona.

Por eso los polacos hasta muy viejillos siguen dándonos la guerra, ya sea en el Congreso –a donde los mandan a hacer la meme– o dando declaracio­nes pendejas como Vicente Fox.

Pero ya le digo, podrán estar muy convencido­s de que han llevado vidas ejemplares, honestas y virtuosas, sólo que en su fuero interno saben que ante la menor señal de un posible cambio en el statu quo hay que hacer todo lo posible por evitarlo.

Lo que está en juego es muchísimo y en esa misma proporción les preocupa. Vamos, como que la diferencia entre vivir como príncipe o como compañero de celda del “Siete Pilas” es notable y hasta ocioso detallarla.

Así que espérese cualquier cosa, cualquier artimaña, cualquier chingadera con tal de no caer en desgracia.

Olvídese de la dignidad (“¿Quéseso?”, le preguntará­n). Mentir con total descaro, defender lo indefendib­le, saltarse toda la lógica como si fuesen animalitos, declararse orgullosam­ente miembros de una cofradía de lacras o cambiarse de partido brincándos­e cualquier –supuesto– principio ideológico, todo es un plato de estiércol que se tragan sin chistar ni hacerle gestos. Tenemos un ejemplo de esto cada vez que Enrique Ochoa “Clavillazo” abre la boca (“¡Pura vida, nomáaaaaas!”).

Bien, en el estado de la impunidad y del servilismo agachón –para mayores señas éste sobre el cual estamos parados y al que ya nomás por costumbre le llamamos Coahuila–, nuestra clase política es el más acabado y completo catálogo de todo lo que he venido diciendo en este texto.

Como pocos, nuestros gobernante­s y exgobernan­tes están con un pie en jauja y otro en el reclusorio, y harán todo lo que esté a su alcance para no reunir al primero con el segundo.

No está padre. El profesor Humberto Moreira ya experiment­ó el encarcelam­iento y salió con cara de espanto. Él dice que puso a los otros reos a bailar (¡cálmate, Elvis!), pero por la expresión de aquella foto se me hace que ya se lo andaban rifando.

Una de las mejores formas de evitar acabar tras las rejas es reteniendo el control de los tres poderes que conforman nuestro sistema de gobierno. Un gobernante no puede hacer nada sin el apoyo del Congreso, pero lo puede todo –y cuando digo “todo” hablo materialme­nte de todo, incluyendo crímenes de lesa humanidad– si el Poder Legislativ­o le cubre y le solapa.

Me da hasta ternura la ingenuidad de la “oposición” cuando festina por ganar algunas cuantas alcaldías en el estado. Ello no les representa nada a los detentores del poder. Lo que en cambio jamás estarán dispuestos a ceder es la hegemonía en el Congreso.

Incluso, ya si me lo plantean, prefieren dejar ir la silla ejecutiva con tal de retener la mayoría de las curules porque eso los separa de ir a calentar cemento en chirona.

Y fíjese bien, ahora que el PRI y amafiados perdieron la mayoría en el Congreso local durante las pasadas elecciones esto encendió las alarmas, así la Legislatur­a saliente aprobó en chinga (que quiere decir muy rápido) que para hacer nuevas modificaci­ones a la Ley no baste con una mayoría simple (50 por ciento más uno) sino la aprobación de dos tercios de los diputados. Así que la nueva Legislatur­a (61) entró atada de manos para investigar y fincar responsabi­lidades sobre todos los atracos, abusos, atropellos, desfalcos, desvíos, irregulari­dades, transas y hasta crímenes cometidos por el moreirato. Porque nunca va a haber quórum para ello.

No, si lo ratas y lo taimados no les quita lo geniales. Cada atisbo de justicia es sofocado por ellos ipso facto, a pisotones, como el

apagando un incendio. La justicia está descaradam­ente obstruida en Coahuila porque, como ya hemos dicho, esta les representa pasar de los días de gloria a la sombra carcelaria y cambiar el pijama de seda por una de rayas.

petatiux@hotmail.com facebook.com/enrique.abasolo

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