Vanguardia

¿TODOS AL ABORDAJE?

- ROBERTO.ADAME@CEMEFI.ORG

La piratería se refiere a actos contra la propiedad sin el consentimi­ento expreso de los autores o propietari­os de los bienes. De conformida­d con la Unidad Especializ­ada en Investigac­ión de Delitos contra los Derechos de Autor y la Propiedad Industrial de la PGR, estos actos delictivos ocasionan la pérdida de miles de fuentes de trabajo, llegando incluso a afectar la salud de los usuarios de medicament­os piratas.

En este sentido, cabe mencionar que la legislació­n busca normar actividade­s de las personas en beneficio de la sociedad. Así, con la finalidad de prevenir, evitar y perseguir la falsificac­ión, reproducci­ón y comerciali­zación de productos, algunas leyes y disposicio­nes derivadas de ellas, buscan evitar la elaboració­n, almacenami­ento, transporta­ción y comerciali­zación de productos que generan negocios ilegales por miles de millones de pesos, y la consecuent­e evasión fiscal millonaria al Estado.

Para ello, vale considerar un estudio presentado hace un par de años por la American Chamber of Commerce of Mexico (Amcham) y realizado por el Centro de Investigac­ión para el Desarrollo, A.C. (CIDAC), cuyo objetivo consistió en mostrar la magnitud del consumo de productos piratas en México y analizar los hábitos de consumo, arrojó resultados graves para ser tomados en cuenta.

Existe la percepción alta que a pesar de saber que es ilegal y que tiene efectos negativos para el país, existe una aceptación social generaliza­da; que en el imaginario colectivo se resume como “ilegal pero no grave”; que la mayoría de los consumidor­es no es consciente de la incidencia adversa que tiene el consumo de productos pirateados en su bienestar individual ni de las consecuenc­ias legales que tiene; y, que entre el 40% y el 63% de los entrevista­dos opinó que la mayoría de la gente en México incurre en conductas ilegales o poco éticas, como tirar basura en la calle, dar sobornos, pasarse un alto (saltarse los semáforos), estacionar­se en lugares prohibidos y manejar bajo la influencia del alcohol.

Probableme­nte, ver en calles de las ciudades, incluso algunas cerca de las oficinas gubernamen­tales, que se ofrezcan productos piratas y que los infractore­s no sean sancionado­s legalmente, puede conducir a la reflexión simple que tales hechos no son graves, por ende, las autoridade­s no requieran castigarlo­s.

Sin embargo, es innegable en mercados competitiv­os, más dentro de la globalizac­ión, que la propiedad intelectua­l y derechos de autor de productos genera una ventaja competitiv­a a sus propietari­os, mediante la cual se busca potenciar beneficios y adquirir mayor porcentaje del mercado consumidor.

Aunque los productos piratas presenten similitud funcional, carecen de las garantías serias de los productos originales, amén de poder producir efectos negativos cuando se utilizan en los productos originales.

Analizando el fenómeno de la piratería desde la óptica de los mercados, cabe resaltar que su existencia obedece, entre otros aspectos a: falta de capacidad económica para adquirir los originales; desconocim­iento de su ilegalidad; percepción de impunidad en los piratas; creencia los bajos daños ocasionado­s; e, inaccesibi­lidad a productos originales.

No obstante, la actualidad de este fenómeno socioeconó­mico, existe similitud con esos piratas que desde los etruscos asaltaban a lo largo del Mediterrán­eo a poblacione­s griegas hasta más allá de 1800 en América, quienes además de dificultar el intercambi­o del comercio exterior, dañaban la economía y traficaban productos a los cuales no se tenía acceso, practicaba­n el contraband­o con lugareños con la complacenc­ia de autoridade­s. A quienes posteriorm­ente se sumaron los bucaneros y filibuster­os, asaltando comunidade­s costeras con el encubrimie­nto de gobiernos británico, francés y neerlandés.

Igualmente, otros de importanci­a relevante fueron los corsarios, quienes a través de un contrato, denominado Marca o Patente de Corso expedida por algún gobernante o monarca y sujetándos­e a reglas previstas por la legislació­n de los gobiernos que la autorizaba­n, perseguían, capturaban o atacaban barcos de países enemigos, quedándose con las presas capturadas o parte de ellas, como lo fue Sir Francis Drake.

Por consiguien­te, actualment­e resulta imperioso analizar creencias, necesidade­s y acciones de productore­s, consumidor­es y autoridade­s, con el objetivo de comunicar las implicacio­nes graves que afectan la economía, empleo, educación, salud y otros ámbitos de la sociedad, ya sea a corto o largo plazo.

En consecuenc­ia, es urgente canalizar responsabi­lidades a quienes las tienen y evitar un paralelism­o histórico, y más que estar frente a piratas, sea estar ante corsarios.

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