Poemas de Sesgo
Estos poemas forman parte del libro Sesgo (Ediciones Sin Nombre – IMC Saltillo), con el que la autora obtuvo el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 2016
POETA
(Saltillo, Coahuila, 1978) Licenciada en Letras Españolas en la Universidad Autónoma de Coahuila. Autora de los libros En el fondo una mantarraya (2005), Polvo doméstico (Premio Nacional de Poesía Tijuana 2009), Costilla flotante. Antología personal (2013) y Sesgo (2015). Fue incluida en la Antología general de la poesía mexicana. Poesía del México actual. De la segunda mitad del siglo XX a nuestros días. En 2017 recibió el reconocimiento al Mérito Universitario por parte de la UADEC y fue nombrada Mujer Universitaria del Año en el rubro de Expresión artística.
Alejandro Pérez Cervantes
Sesgo es un libro de dolor –un dejar atrás– sin ese regodeo exhibicionista que en la poesía mexicana ha enterrado a tantas malas imitadoras de Pizarnik. En Sesgo el fulgor del amor es presencia, pero también desolación y ruina: “frente a excavadoras hablamos del amor que nos deshabita / palacios vueltos escombro se despeñan por nuestras bocas”. Un censo doliente de la despedida, un saldo de lucidez sin amargura: “Tus ojos drenaban un país verde / amé perderlo todo en él”. Se filtra Nuño, Zurita o Huerta, pero Sesgo es también un diario de edades, álbum familiar, mantra del devenir: “Y nuestros padres nos midieron los pies / con desconsuelo en la mirada”. Berrueto es introspectiva (“de noche escucho al polvo deslizarse dentro de mi cabeza”) que a su vez devora como un panóptico al mundo: “y el agua habla a través de su fuente elegida”. Poesía que proyecta la figura de la bestia y nos lleva a El animal que luego estoy si(gui)endo, donde Derrida se encontró de pronto desnudo ante un felino y derivó un entrecruce de atisbos, dos animalidades que se contemplan y fomentan una proximidad de conciencias; abriendo un caudal de preguntas hacia toda la tradición humana: “me dolía una antigua cicatriz / me dolía el cuello desgajado por tus pezuñas / y el marfil inagotable del cielo / y tu sonrisa de bosque / con su herida de musgo”.