Vanguardia

Regresar a los orígenes

- JESÚS RAMÍREZ RANGEL Twitter: @chuyramire­zr Facebook: Chuy Ramírez

Ya arrancó el proceso electoral. En menos de seis meses elegiremos nuevo titular del ejecutivo federal. Como se desconoce el margen que resultará entre el ganador y el que le siga, difícilmen­te podremos saber si se respetará el resultado que arroje el recuento; o si se será el Tribunal Electoral el que resuelva quién será presidente, después de que los perdedores, por las buenas o por las malas, impugnen los resultados.

Sabemos en cambio, que ésta será una campaña de pasiones desbordada­s y de señalamien­tos descalific­adores y/o calumnias de unos contra otros. Si esta guerra ya sucede entre candidatos, la pelea entre sus seguidores es mucho más cruenta y radical. Las redes sociales son el ring donde cada día se dan hasta con la cubeta. Los razonamien­tos no tienen cabida, lo importante es el desahogo. De pilón, “calumnia que algo queda.”

Para mí, este año arranca el primer proceso electoral en el que no tengo preferenci­a por ninguno de los candidatos. Cuando Pablo Emilio Madero contendió contra Miguel de la Madrid yo tenía 4 años. Por ser menor de edad no pude votar por Clouthier ni por Fernandez de Cevallos, pero fui fiel seguidor y promotor de ambos.

Por primera vez voté por Presidente de la República en el año 2000, en una casilla especial instalada en el Hospital Veinte de Noviembre del ISSSTE, la más próxima a la sede nacional del PAN, donde apoyé desde la madrugada. Seis años después hice una fila larguísima en la casilla especial ubicada a un costado de la Feria de Chapultepe­c, la más cercana a la Residencia Oficial de Los Pinos, desde donde me tocó apoyar a partir de la madrugada. Finalmente, apoyé y voté por Josefina Vázquez Mota, quien fue mi compañera y líder de bancada en el Congreso Federal. En esa ocasión, en el proceso interno por la candidatur­a del PAN, apoyé a Ernesto Cordero, pero perdimos. En esa época el PAN todavía tenía procesos internos libres y democrátic­os. Algunos sostienen que Cordero era el delfín de Calderón. Quizá lo era, no me queda claro. Pero en todo caso, en esa época los delfines del Presidente perdían si no conseguían la mayoría de votos. Era el viejo PAN, el mejor PAN. ¿Cómo han pasado los años verdad?

¿Por quién votar ahora? La respuesta no es fácil. Ya no milito en el PAN ni en ningún otro partido. No tengo ataduras económicas, políticas o sociales. Tengo plena libertad para evaluar, estudiar, comparar y debatir. Considero que mi voto y lo que haga con él es importante. Ninguna de las opciones me convence.

Por momentos quisiera que el Frente se hubiera decantado por un candidato realmente ciudadano, como Juan Pardinas o Jorge Castañeda. Que “Marychuy” juntara todas las firmas y estrujara al sistema con el apoyo embravecid­o de una ciudadanía harta de la situación. Por momentos quisiera que Margarita Zavala, a quien di mi firma de apoyo, sacara la casta y demostrara que es mucho más que Felipe Calderón. También conozco a Armando Ríos Piter, un cuate bien preparado, sabría qué hacer con el cargo. ¿Pero eso no sería desperdici­ar mi voto? Son pocas sus posibilida­des de ganar.

Lo que me ha quedado claro en este mar de confusione­s, es que la respuesta no la voy a encontrar en el barullo de este tiempo, ni en las promesas huecas o en los insultos altisonant­es. Para saber a dónde vamos, primero hay que ver de dónde venimos. ¿Por qué discutimos y nos preocupamo­s por la cosa pública? ¿Cuándo voto, voto por mí y por mis intereses o por lo que es mejor para México y los mexicanos? Ojo, que la diferencia es crucial y quizá hasta se contrapong­a.

Arranco así este primer esfuerzo de reflexión hacia el momento de una decisión personal que quiero compartir con ustedes. Decisión que aún no tomo, pero que deberé tomar. No sé por quién votar y para saberlo, debo regresar al origen de mi formación como mexicano, pensar y razonar. Ese origen es brújula y destino. Ahí deberé encontrar la respuesta. Sigamos reflexiona­ndo, si lo hiciéramos más seguido, creo que nos evitaríamo­s muchos problemas.

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