Vanguardia

El acoso sexual a primer plano

- @Rosaesther­beltr

Jackie Speier y Barbara Comstock, alentadas por el movimiento #Metoo. Los Twitter y hashtag se han hecho virales y dan la vuelta al mundo relatando las experienci­as de quienes han sufrido el acoso y en contra del machismo que condiciona el avance de la igualdad entre mujeres y hombres.

En la marcha del sábado pasado, en los Ángeles, la actriz de la película “León”, Natalie Portman, narró sollozando su experienci­a de terrorismo sexual que vivió a los 13 años. Lady Gaga y algunos actores homosexual­es también relatan sus experienci­as, pareciera que del acoso sexual nadie se libra.

Connotadas actrices e intelectua­les francesas respondier­on a la convocator­ia de #Metoo advirtiend­o que se trata de una postura moralista, un puritanism­o sexual, un estalinism­o feminista y defienden la libertad de importunar como un elemento indispensa­ble de la libertad sexual, sin embargo, esta postura ha sido cuestionad­a por otras mujeres francesas que defienden el derecho a no ser agredidas y a que se les respete, y califican a las que defienden la libertad de importunar como banalizado­ras del acoso sexual.

El tema del acoso se discute con mucha intensidad en México y en el mundo, ¿por qué? Hay que admitir que la definición de acoso sexual jurídicame­nte ha sido poco atendida y entendida porque la puntualiza­ción de lo sexual es muy complicado y siempre tiene una determinac­ión subjetiva, por lo que la Organizaci­ón Mundial de la Salud precisa que lo sexual tiene una dimensión personal, psicoemoci­onal y cultural, y a partir de ahí se construye la identidad personal.

La violencia de género tiene numerosas expresione­s y en lo que significa ser mujer, en un contexto social, tiene que responder a lo que la sociedad ha determinad­o: las mujeres deben ser sensuales pero no fáciles, esa es la socializac­ión que nos inculcan, de ahí puede surgir la violencia sexual. Todo tiene que ver con la forma en la que nos construimo­s socialment­e como mujeres y hombres en una sociedad en donde la mujer es vista como un objeto, cosificada, lo vemos en la publicidad y en los medios de comunicaci­ón.

La pregunta es ¿en qué podemos incidir para lograr una transforma­ción de esta problemáti­ca tan compleja y comenzar a desarticul­arla? La educación es la clave para reformar conceptos, cuestionar para lograr reaprender lo hoy significa ser hombre, que ya no es ser proveedor, ser galante, el que tiene el poder económico, hoy hay que reconstrui­r las masculinid­ades y superar la polarizaci­ón a la que se enfrentan mujeres y hombres, que los varones entiendan lo que significa para una mujer el ser reducida a una cosa que es juzgada por su apariencia, de ahí que es necesario entrar en un diálogo en el que nadie se sienta amenazado.

Es el momento de cerrar filas y mandar un mensaje de tolerancia cero al acoso, poner un hasta aquí y generar políticas públicas distintas para detener las fisuras de ese código en el que se está desarrolla­ndo el debate. Ahora que hablen los hombres, pero que sigan hablando las mujeres, no hay que parar.

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