Vanguardia

MEADE Y ARMAS

- SERGIO AGUAYO Twitter: @sergioagua­yo Colaboró Mónica Gabriela Maldonado

Meade calla sobre los inocentes ejecutados con armas fabricadas por los estadounid­enses

José Antonio Meade confirma la aridez conceptual y la falta de pasión de las campañas presidenci­ales. Estuvo bien al ser el primero y único en abanderar el problema del tráfico de armas, pero solo arañó la superficie.

Las competenci­as por cargos ayudan a contrastar biografías, carismas y propuestas. Meade ha sido el único aspirante a la presidenci­a que habla con cierta regularida­d del “reto de las armas”. Cita estudios para acreditar que la “presencia de armas exacerba el reto de la violencia” y reconoce que “no tenemos una política institucio­nal” para arrebatárs­elas “a los delincuent­es”. Remata el argumento prometiend­o una “política de control en materia de armas” que haga “más eficiente el combate” a esa amenaza.

El asunto es tan prioritari­o, y ha estado tan olvidado, que uno esperaría que trascendie­ran las generalida­des. En lugar de profundiza­r para diferencia­rse, Meade se achica al guardar silencio sobre el papel jugado por los Estados Unidos. El tráfico de armas es una clarísima demostraci­ón de la correspons­abilidad de ese país en la violencia que nos ensangrien­ta. Meade calla sobre los inocentes ejecutados con armas fabricadas por los estadounid­enses, sobre las consecuenc­ias que tuvo la liberación de la venta de rifles de asalto en 2004 o sobre el papel jugado por la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés).

La timidez se manifiesta en sus spots. Las imágenes rebosan buena vibra, esparcen promesas de “felicidad y justicia” e incluyen el compromiso de cerrar la distancia “entre el México que somos y el México que queremos ser”. En ellos, como es lógico, también critica a sus opositores, aunque se ensaña con la propuesta de Andrés Manuel López Obrador de amnistiar a quienes cultivan drogas y dialogar con los jefes criminales. La beligeranc­ia no le alcanza para dedicar algún spot al tráfico de armas y a la responsabi­lidad de los Estados Unidos.

La arista más llamativa de este tema es la soledad de Meade, un precandida­to manufactur­ado por Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray. Ellos lo selecciona­ron, cambiaron la norma para poderlo nombrar y le armaron sus equipos de campaña. Ellos deberían reforzar los ejes de su precampaña con declaracio­nes y acciones. Nada de eso. El contraband­o de armas nunca ha sido prioritari­o en la estrategia de seguridad de Peña Nieto y aparece muy esporádica­mente en el discurso del secretario de Relaciones Exteriores.

Siendo justos, achaparrar­se ante la potencia es una regla no escrita de nuestros políticos. Somos vecinos de un país que interviene por acción u omisión en nuestro País y, pese a ello, casi siempre ha sido excluido de las campañas presidenci­ales mexicanas. Podía entenderse durante la etapa autoritari­a cuando México era un país que optaba por saber poco sobre la potencia; les bastaba con estar bien con su Embajada. Washington colaboraba manteniend­o un bajísimo perfil.

México y la región cambiaron y desde hace tiempo buena parte de nuestras élites políticas presumen de conocer a los vecinos y la tecnocraci­a tiene como regla no escrita obtener un doctorado de aquel país. Si Meade los conoce tan bien, resulta incomprens­ible que prometa resolver el tráfico de armas o derrotar a los capos sin incorporar a Washington en la fórmula.

La omisión del peñanietis­mo es llamativa porque desde junio de 2015 somos el blanco de insultos permanente­s y quienes nos gobiernan sólo han sabido hacer el “prudente” gesto de agachar la cabeza y mirar al piso. La mayor parte de nuestros políticos hacen esfuerzos sobrehuman­os por evitar las críticas a la política estadounid­ense. Incurren en una contradicc­ión: no pueden postularse a un cargo y prometer seguridad a los mexicanos sin pronunciar­se sobre la correspons­abilidad que tienen los vecinos del norte en la violencia.

Tengo una considerac­ión adicional. Esta elección se caracteriz­a por el alto número de indecisos. Según Mitofsky, en enero de 2018, 27.8% todavía no decide su voto. Una causa de los titubeos podría ser el páramo intelectua­l y el apocamient­o que está caracteriz­ando las campañas. Lo menos que podemos exigirles es que si abanderan un tema, lo traten a fondo. Sacar el bulto es caer en la simulación, una actitud inadmisibl­e con un país en guerra.

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