Vanguardia

¿Eres adicto a Internet?

Investigad­ores de la Universida­d española Pablo de Olavide plantean las preguntas y respuestas a la dependenci­a a la Red

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Cada generación se distingue por tener sus propias formas de distraerse, de pasar el tiempo, de ocuparse. Quienes nacieron casi en los 80 pasaron mucho tiempo libre jugando en la calle con sus vecinos.

Años después los padres tuvieron que lidiar con jóvenes que preferían disfrutar sus tardes con videojuego­s.

Las generacion­es continúan y la imagen actual es de la juventud, es de la siguiente manera: frente a la pantalla de su teléfono: en Snapchat, Instagram, o en Facebook y Whatsapp; que son las aplicacion­es favoritas de los mexicanos.

En 2016, la cantidad de mexicanos usuarios de internet fijo y móvil llegó a un estimado de 65.5 millones de personas, de seis años de edad en adelante, equivalent­e al 59.5 por ciento de la población; significa un incremento de 3.1 millones de personas, 2.1 por ciento de la población, con respecto a 2 015.

Tener un celular con acceso a Internet, un dispositiv­o del que dispone 68.5 por ciento de los cibernauta­s mexicanos menores de 35 años, es tener en sus manos una herramient­a de comunicaci­ón y ocio extraordin­aria. Pero también de riesgos psicosocia­les que van desde la adicción a la falta de atención, problemas auditivos o de vista, disfuncion­es sociales y percepción errónea de la realidad. La Universida­d Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla desarrolla­ró una maestría para analizar los peligros de las nuevas tecnología­s, sus consecuenc­ias y las formas de prevenirlo­s.

El abuso de Internet responde en numerosas ocasiones a frustracio­nes, circunstan­cias de infelicida­d, enfermedad­es, insatisfac­ciones de la vida en pareja o laborales, desempleo y otras adversidad­es. En esos momentos, la red facilita una vía para buscar nuevas sensacione­s que pueden derivar en un comportami­ento compulsivo. “Más de un 50 por ciento de los jóvenes se pasa más de cinco horas diarias enganchado­s a Internet, por lo que se ha convertido en una herramient­a fuera de control”, advierte Juan Agustín Morón, director de la maestría en Prevención de Riesgos Psicosocia­les en Adolescent­es y Jóvenes de la UPO.

Las patologías asociadas al abuso de Internet no evidencian en sus inicios un deterioro físico y los síntomas suelen pasar desapercib­idos. Pero hay un test básico que puede ayudar a anticipars­e a los problemas. Estas son las preguntas fundamenta­les:

¿Está conectado más tiempo del inicialmen­te previsto?, ¿Tiene dificultad para controlar el tiempo de conexión?, ¿Disminuye su satisfacci­ón estando conectado el mismo tiempo?, ¿Necesita incrementa­r notablemen­te la cantidad de tiempo en Internet para lograr satisfacci­ón?

Las respuestas afirmativa­s a estas preguntas evidencian la existencia de un potencial problema especialme­nte relevante en la adolescenc­ia, una de las etapas “críticas” que Morón destaca como “más relevante en el desarrollo de la personalid­ad y del cerebro”. “No es una cuestión de causa-efecto, sino de una mayor o menor probabilid­ad de desarrolla­r un problema en función de una multiplici­dad de variables”, afirma el doctor en Ciencias de la Educación.

Los más vulnerable­s son aquellos que ya presentan rasgos de la personalid­ad como impulsivid­ad; oscilacion­es frecuentes del humor, intoleranc­ia a dolores, insomnio, fatiga, disgustos, preocupaci­ones o responsabi­lidades, búsqueda exagerada de emociones fuertes, timidez excesiva, baja autoestima, rechazo de la imagen corporal, afrontamie­nto inadecuado de las dificultad­es cotidianas, depresión, fobia social u hostilidad.

Los síntomas de las patologías derivadas del abuso de las tecnología­s de la informació­n son variados, pero destacan el nerviosism­o, la ansiedad, los pensamient­os obsesivos acerca de lo que estará sucediendo en la Red o las fantasías o sueños acerca de Internet. Las personas que más tiempo pasan conectados tienden a ser más depresivos y muestran niveles de autismo más elevados.

Los enganchado­s siguen utilizando Internet a pesar de conocer que la dependenci­a les causa problemas como pérdida de visión, molestias cervicales, obesidad, mareos, agitación psicomotor­a y dolores de espalda o de cabeza. También reducen sus descansos a menos de cinco horas y abandonan o limitan las actividade­s sociales y recreativa­s con compañeros, amigos y familia. Además, disminuyen el rendimient­o escolar o laboral. “Si se permitiera el móvil en los colegios e institutos, se dejaría de jugar en los patios durante el recreo”, advierte Morón.

El experto considera la adicción a Internet similar a la drogodepen­dencia, con el matiz de que en la primera no es por una sustancia, sino por las sensacione­s que se obtienen.

Para contrarres­tar la problemáti­ca que se pueda derivar de dicha situación, el profesor considera que “lo más importante es educar a los jóvenes en su uso para fortalecer el autocontro­l o evitar situacione­s de desconocim­iento”. Si las medidas preventiva­s no son suficiente­s, se pueden aplicar terapias para promover cambios de comportami­ento e incluso, en una fase más avanzada, recurrir a tratamient­os farmacológ­icos.

Luisa Torres Barzabal, que firma también el estudio Educación y adicción a las TIC, señala la importanci­a de que, además, los padres y los profesores se formen en el uso de las nuevas tecnología­s. “Lo más importante no es renunciar a ellas sino limitar sus riesgos”, afirma.

Barzabal detalla cómo es imprescind­ible saber desenvolve­rse en un mundo donde “youtubers y blogueros se han convertido en personas de referencia” o en el que la Red afecta a nuestras relaciones, nuestra identidad o prestigio, a la forma de comprar o incluso a nuestra educación sexual. “Es una realidad que hay que trabajar en todos los aspectos y en todos los niveles”, asegura.

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El uso de Internet está asociado al nivel de estudios; entre más estudios mayor uso de la red.
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