Vanguardia

Mujeres bárbaras

- ‘CATÓN’ CRONISTA DE LA CIUDAD

No se cansaba el capitán cronista Alonso de León de maravillar­se de todo lo que veía cuando andaba por las tierras del norte de la Nueva España, allá por mil seisciento­s y tantos. Algo que le llamó mucho la atención fue el modo que tenían las mujeres de dar a luz.

“Esta gente es diferente de las demás del mundo en todas sus acciones, hasta en el parir. Cosa que causa admiración es ver la dureza que tienen las mujeres bárbaras de esa región en un trance que para muchas es tan riguroso. Aunque están con la barriga hasta la boca no dejan de cargar el huacal lleno de sus comidas y de leña para dormir de noche. Y cuando les dan los dolores del parto, en la parte donde le dan, que suele ser una o dos leguas de su ranchería, se hinca de rodillas, y así sentada, reclinada un poco de pechos, sus compañeras le menean la barriga por los costados y le aprietan por bajo de la boca del estómago, hasta que llega la hora, y en cuatro pujos echa la criatura por detrás, a modo de los perros. Está un ratillo así soliviada para que le caigan las pares, y caídas éstas, con las uñas cortan el ombligo por donde les parece, y sin amarrarlo, como hacen los animales. Bañan a la criatura si hay agua cerca, y si no, ensangrent­ada la carga. Las pares las echan sobre un nopal, a las inclemenci­as del cielo, y ellas sigue luego con su carga, sin que haya servido el parto más que de pequeña dilación, y vuelven en la tarde a sus rancherías y si hay diez ríos que pasar, los pasa, y no deja de buscar los demás días qué comer, cosa que da cierta admiración cuando se observa en las demás mujeres de cualquier nación que sean, que no amarrándol­es el ombligo a las criaturas se desangran y mueren, y si las pares las ponen en alguna humedad o las come un perro, no sosiega la parida de sufrir dolores de barriga, hasta que las queman. Hay que dar muchas gracias a Dios, que da a cada uno el frío según tiene la ropa”.

Eso dice el capitán Alonso de León, y da a entender que nadie debe tomar sorpresa de los modos de vida de los indios de por acá, ni de la salvaje y rigurosa manera que las mujeres tenían de dar a luz.

“Cuenta el padre Mariana —recuerda el mílite—, que en la provincia de Cantabria hacían lo mismo las mujeres, y aún más ridículame­nte, pues el marido, luego que la mujer paría, se acostaba en la cama y recibía las visitas, ocho o diez días, mientras la mujer iba al campo a buscar la comida”.

O sea que en todas partes se cuecen habas, y que las costumbres de un pueblo, por extrañas que sean, pueden quedarse pálidas junto a otras más exóticas. Esa y muchas otras cosas nos enseña en sus narracione­s el ameno cronista don Alonso de León.

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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

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