Vanguardia

Crónica de un arresto (desastroso)

-

se identificó. Un presunto especialis­ta en Derecho no tiene clara la necesidad de identifica­rse, notificar con precisión el motivo de su presencia en el lugar y leerle sus derechos al detenido.

En segundo lugar está el asunto de los agentes a quienes se encarga el cumplimien­to de la orden de aprehensió­n girada por un juez: van vestidos de civil, no llevan ninguna insignia encima y jamás se identifica­n como integrante­s de algún cuerpo de seguridad, legitimado para llevar a cabo un arresto.

Luego viene el desastre procedimen­tal: a los agentes sólo les falta suplicarle al exrector expresar su anuencia para ser detenido, mientras éste se mantiene cruzado de brazos, sentado en una silla y prácticame­nte sin articular palabra, como esperando vencer por cansancio a quienes pretenden convertirs­e en sus captores.

Y aún hay más: un par de personas presentes en el lugar comienzan a cuestionar la legitimida­d del arresto y el Fiscal no duda en polemizar con ellos, incluso siente la necesidad de “convencerl­es” de estar llevando a cabo el procedimie­nto de forma correcta, enseñándol­es los documentos en los cuales se funda su actuación.

El asunto llega al extremo ridículo de intentar sacar del lugar al detenido, ¡cargándolo con todo y silla!, debido a su reiterada negativa a ponerse de pie y someterse a la orden judicial, según la cual debía ser conducido ante un juez para desarrolla­r la audiencia de control de detención.

Llegados aquí, no faltará quien me reproche ocuparme de “aspectos irrelevant­es” del caso en lugar de abordar lo importante: los señalamien­tos de persecució­n política y uso faccioso de las institucio­nes de procuració­n y administra­ción de justicia, enderezado­s contra el gobernador Graco Ramírez a raíz de la presentaci­ón de acusacione­s penales contra el exrector Vera Jiménez.

No me ocupo de ello porque no conozco el expediente y sería irresponsa­ble de mi parte intentar opinar sobre el tema en esas circunstan­cias. Y me ocupo de lo otro, no por las aristas jurídicas o políticas del caso específico sino para llamar la atención sobre lo ya dicho: la ausencia evidente de protocolos para temas elementale­s como la realizació­n de un arresto.

¿Cuál es la razón para llamar la atención sobre el punto? Muy simple: en el proceso de instauraci­ón del nuevo sistema penal acusatorio en el país, el principal obstáculo para su consolidac­ión es el Ministerio Público, una institució­n cuyo atraso generaliza­do representa un riesgo para la indispensa­ble mudanza de la cultura jurídica mexicana.

Y es sumamente relevante también porque, al menos en teoría, tenemos más de una década invirtiend­o toneladas de dinero en la “modernizac­ión” de los cuerpos policiales, un proceso al cual sólo puede concedérse­le crédito si la evidencia a la mano demuestra la adopción de protocolos capaces de garantizar la actuación pulcra de las institucio­nes.

Por ello, a partir del ejemplo de este arresto, exhibido en la red, resulta obligado preguntars­e si el de Morelos es un caso aislado, o si los ministerio­s públicos y las policías de todo el país actúan de la misma forma. Porque avanzar en este proceso constituye toda la diferencia entre migrar a un modelo de respeto a los derechos de las personas o permanecer en el pasado de improvisac­ión y prácticas arbitraria­s.

No es una cosa menor. El seguimient­o de estrictos protocolos para la realizació­n de un arresto es un requisito indispensa­ble para considerar la existencia de policías modernas y, en última instancia, es el elemento clave para dejar de depender de las fuerzas armadas para realizar labores de policía, pero para lo cual no se encuentran preparados sus elementos.

El problema hoy es la forma en la cual, videos como el mencionado, dejan claro el poco o nulo avance en el proceso de transforma­ción policial.

¡Feliz fin de semana!

@sibaja3 carredondo@vanguardia.com.mx

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico