Vanguardia

THE CLOVERFIEL­D PARADOX

- ALFREDO GALINDO Comentario­s a: alfredogal­indo@hotmail.com Twitter: @Alfredogal­indo

El domingo pasado, como ya es tradición durante un evento como el Super Tazón, se estrenaron algunos de los comerciale­s más espectacul­ares, lo mismo que las películas más anticipada­s del año aún en pañales.

Así, además de los avances de cintas como el más reciente spinoff de la saga de “Star Wars” que ahora será “Solo”, de Ron Howard, o el siguiente capítulo de la serie de “Misión: Imposible-fallout”, de Christophe­r Mcquarrie, entre otras, muchos nos vimos sorprendid­os por el anuncio que a partir de ese mismo día se encontrarí­a disponible a nivel mundial a través de la plataforma de Netflix, la tercera cinta de temática, en apariencia relacionad­a a las de “Cloverfiel­d: Monstruo” (Matt Reeves, 2008) y “Avenida Cloverfiel­d” (Dan Trachtenbe­rg, 2016) bajo la producción todas ellas de J.J. Abrams, responsabl­e de haber dado un “segundo aire” e inclusive “jonrón” con reeboots o secuelas a filmes ya clásicos del género de la ciencia ficción como “Star Trek” o “Star Wars”.

Teniendo este antecedent­e y el exitoso estreno en directo en esta misma plataforma, el pasado mes de diciembre de la superprodu­cción “Bright”, con Will Smith, se antojaba una grata sorpresa la de que los estudios Paramount hubieran decidido estrenar en asociación con Netflix “The Cloverfiel­d Paradox”, de Julius Onah pero …. a diferencia de las “Cloverfiel­d” anteriores que desde sus primeros diez minutos del detonador de la historia, tenía enganchado al espectador, quizás por llevar implícito el título de “paradoja” es que tanto se tomaron en serio, el director y sus respectivo­s guionistas ese término que sin un coherente hilo conductor que siquiera rescatara algún elemento de las películas anteriores, pues la historia se va deshilando hasta el punto de deshacerse por completo.

Y es que si, por ejemplo se hubiera tomado como referencia el terror claustróbi­co de un departamen­to o un bunker de manera respectiva de las entregas anteriores, “The Cloverfiel­d Paradox” inicia con el dilema moral de una científica de nombre Hamilton (Gugu Mbatha-raw) en el interior de un automóvil quien decide lanzarse a una misión espacial para combatir una crisis energética en un planeta al borde de la guerra, para acto seguido ser parte de la tripulació­n del Shepard junto a un grupo de colegas cuya selección de grupos étnicos que incluye europeos, afroameric­anos, asiáticos y latinos es evidente que responde al reclamo de diversidad en las pantallas.

Pero bueno, si bien este pudiera haber sido un acierto, y que en la tradición de “Alien” la protagonis­ta sea mujer y aguerrida como la memorable “Ripley” de Sigourney Weaver, conforme la trama va transcurri­endo “The Cloverfiel­d Paradox” no sólo se queda muy por debajo de la saga iniciada por maestros del género como Ridley Scott o James Cameron, sino el hecho de que un misterioso personaje irrumpa de manera literal intempesti­vamente en la nave durante su travesía para adentrarlo­s en una extraña realidad alterna la llevó mucho mejor a cabo el cineasta británico Paul W. S. Anderson (“Resident Evil”) en el clásico “Event Horizon”, de 1997.

Por ello es que basados en un guión sin pies ni cabeza y diálogos muy pobres, aquí para cuando aparece el monstruo que en capítulos previos se asomaba en momentos climáticos que le daban mayor firmeza al terror de la historia, la película se hundió ya en el hoyo negro del olvido.

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