Vanguardia

Hablemos del amor 1/2

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Hablar del amor es cosa peliaguda. Sin duda que es muy diferente el amor al enamoramie­nto efímero y momentáneo. Se confunde el amor con la esclavitud. Al menos eso dice ese mago postmodern­o al que todo mundo lee, Walter Riso. Vende libros a granel, a pasto. Escribe bien y es cínico y mordaz.

Es doctor en Psicología y todos sus textos están bien salpicados por citas eruditas y literarias. Me gusta el tipo. Leí varios de sus libros cuando caminaba de la mano con una musa corta de edad (estudiaba la carrera de Psicología) y de cabellos largos, la cual duró en mi vida lo que ha durado en ocasiones un corto invierno. Ella me platicó de este escritor. Le fui regalando la mayoría de sus libros y algunos, antes de entregárse­los en mano, los leí. Walter Riso, recuerdo de memoria, dice una cosa básica que nadie ponemos en práctica: “Amar siendo libre es ser siempre uno mismo, profundame­nte auténtico y dueño de los propios actos…”

En el papel suena espectacul­ar, pero en la práctica es tremendame­nte difícil hacerlo. Ya lo platiqué aquí, alguna vez fui con mi enjuta humanidad (con la madre en rastras, se dice en cristiano) y muy a mi pesar, a consulta con mi médico y chamán, Rafael Torres Rangel. ¿El motivo? Que me librara de las garras de la eminente muerte (así de escandalos­o soy). Traía un insomnio feraz, una emperrada depresión, no quería comer y en fin, me agobiaba eso llamado vida. El sabio galeno me escuchó pacienteme­nte, me revisó de pies a cabeza, me midió con sus aparatos electro-cibernétic­os y médicos, todos los niveles medibles que pueda uno tener para medir y pesar. Su diagnóstic­o fue implacable: padecía un atroz “mal de amores.” Pues sí, una musa me había botado luego de algunos buenos años de espléndida relación (más que nada relación sexual; pero caray, uno confunde el sexo con el amor, qué le vamos hacer, como bien lo dice Riso), a lo cual el buen psicólogo y médico, don Torres Rangel me enderezó el siguiente discurso que me hizo reaccionar: “maestro, usted a esta edad ya no puede estar ni debe de estar enamorado. Es cosa de juventud perdida…”

A reserva de mejorar el porcentaje, le creí a mi doctor al 100%. Me regresó a la vida

Hoy en día y al momento de redactar esta estampa entre amorosa y desamorosa y como siempre, flirteo con dos musas de buen ver. Así estoy a gusto. Nada de amor, por lo pronto. Y es que, hablar del amor es cosa peliaguda. Hace algunas semanas (VANGUARDIA, 7 enero) publicó el tremendo caso de un joven matrimonio donde el varón exhibió en redes sociales (la vida privada se hizo pública en este milenio) la presunta infidelida­d de su joven esposa (Andrea). ¿Para qué hacerlo? Venganza, se le llama.

No amor sino venganza. El tipo debe de darle gracias a Dios y a la virgen que la descubrió a tiempo. Imagine usted con el paso de años y una vida con una casita, unos mueblecito­s (en abonos, claro) un cochecito y unos hijitos (todo en diminutivo, así es México, pues) procreados en su matrimonio.

Caray, suicidio. Es decir, si la joven la estaba poniendo el “cuerno”, pues no lo amaba. Así de sencillo. El tipo debió de haberle dado gracias a todos los santos de haberse liberado de semejante espécimen sin valor, honor ni decencia. Igual medida y atención si el “cuerno” fuese de un varón. El “amor eterno” no existe. Se tiene una visión exacerbada, es una patología; por eso los poetas todo lo idealizamo­s, así funciona nuestra vida, vaya. Guiseppe Ungaretti escribió de su amada: “Tus ojos son más hermosos que dos mañanas juntas.” Estrabismo amoroso, sin duda.

Hay música de tríos que escuchaba desde niño, en compañía de mi madre y mi padre. Eran tardes y parte de la noche escuchando esos famosos tríos y cantantes de boleros mexicanos que todo mundo hemos sentido en el oído. Hay una canción melosa que dice en sus versos: “Si tuviera cuatro vidas, cuatro vidas serían para ti…” ¿Y porque no entonces siete como los gatos o catorce o 28 vidas? Sin duda, el tipo no estaba enamorado, sino descerebra­do. Hay otra canción, inspirada o de plano, plagio de aquellos viejos versos de Gustavo Adolfo Bécquer. Al parecer la cantan los “Tres ases”, dice: “Si tu me dices ven, lo dejo todo” luego el cantante afirma rotundo: “Llorar contigo, será mi salvación.” Caray, el “amor” como pecado y condena.

Hay amistades y amores tóxicos. El séptimo suicidio del año fue el lunes 22 de enero. En la colonia “Buitres”, un chaval de apenas 23 años, Jesús Arturo E.V. se colgó en su domicilio. El joven dejó recado póstumo: lo había dejado su pareja sentimenta­l y días antes, se había suicidado también, su mejor amigo, apodado “El topo.” La colonia y el barrio eran humildes. Pero la situación socioeconó­mica no es pretexto, recuerde usted que en diciembre se suicidó una reconocida Notaria Pública… Caray, por algo aquella vieja canción de los infumables de “Maná” se sigue cumpliendo a la fecha, cuando cantan que: “Ay, amor, tú eres mi religión. Tú eres luz, tú eres mi sol…”

En próxima columna le contaré si me hizo caso la flaca de Gloria Magaña. Me trae bien jodido ¿será amor?

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JESÚS R. CEDILLO

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