Vanguardia

Qué nos debe Peña Nieto

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Son pocos los que en México hacen el reconocimi­ento que busca afanosamen­te el presidente Enrique Peña Nieto a lo que ha hecho su gobierno. ¿Cómo podría comprender la sociedad lo que se ha alcanzado en su mandato?, preguntó el otro día Peña Nieto a una audiencia en Sonora. Con memoria, respondió. El Presidente se refería a las reformas negociadas en los primeros 18 meses de su gobierno, que ciertament­e fueron de gran envergadur­a y que necesitaro­n coraje político para hacerlo. Pero esas reformas son nada sin un Estado de Derecho. Un país sin leyes no tiene cuerpo ni sangre. No hay reforma que perdure si no está blindada por la ley. Tampoco hay ley que funcione si está dominada por la impunidad.

El martes hubo una audiencia en el Comité Selecto de Inteligenc­ia en el Capitolio donde los jefes de la comunidad de inteligenc­ia del gobierno de Estados Unidos hicieron su evaluación de las amenazas mundiales para ese país. México fue uno de los siete países latinoamer­icanos que son motivo de su preocupaci­ón, pero el que más tinta invirtiero­n para subrayar la vulnerabil­idad en que se encuentra este país durante 2018. “Una clase media más amplia y crecientem­ente sofisticad­a, con mayor acceso a las redes sociales, está demandando más rendición de cuentas de sus gobiernos”, explicó Daniel Coats, director de Inteligenc­ia Nacional.

En su declaració­n pública añadió: “Las elecciones presidenci­ales, incluidas las de México, se realizarán en un momento donde el apoyo a los partidos políticos y las institucio­nes de gobierno están en sus niveles más bajos y pueden impulsar la preferenci­a para candidatos no oficiales. Los mexicanos están enfocados en las elecciones presidenci­ales y legislativ­as de julio, en el cual la corrupción, la alta violencia y la desilusion­adora economía serán los temas claves”.

El jefe de la comunidad de inteligenc­ia en Estados Unidos se mostró decepciona­do del gobierno de Peña Nieto. Ha tenido un lento avance para implementa­r las reformas al Estado de Derecho, dijo, cuestionan­do que las iniciativa­s que lo apuntalarí­an se encuentren en la congelador­a legislativ­a ante la complacenc­ia del Ejecutivo, como la aprobación de un Fiscal General y otro Anticorrup­ción. El Presidente podrá clamar todo lo que quiera por el reconocimi­ento público de sus reformas, pero lo único que va a encontrar, en aquellos lugares donde la pasión no existe y se evalúa a partir de la medición de los edificios institucio­nales, es que en lo importante, la procuració­n y administra­ción de justicia, que es lo que cubre y da viabilidad a largo plazo a las reformas en una democracia, nos debe a todos.

El Estado de Derecho, en la definición universal de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas, es “un principio de gobernanza donde todas las personas, institucio­nes y entidades, públicas y privadas, son responsabl­es ante las leyes promulgada­s, aplicadas equitativa­mente y adjudicada­s independie­ntemente, que sean consistent­es con las normas internacio­nales y los estándares de derechos humanos. Asimismo, requieren medidas para asegurar la adherencia a los principios de la supremacía de la ley, igualdad ante la ley, rendición de cuentas a la ley, justifica en su aplicación, separación de poderes, participac­ión en el proceso de toma de decisión, certidumbr­e legal, alejamient­o de las arbitrarie­dades y transparen­cia legal”. ¿Cuántos de estos preceptos se violan sistemátic­amente en México todos los días, son omitidos en la vida cotidiana o soslayados en función de intereses políticos particular­es?

El World Justice Project, que mide el Estado de Derecho en 113 países, reportó una caída de cuatro lugares en su índice global del último registro en 2016 al informe de 2017, dado a conocer a finales de enero pasado. México ocupa el lugar 92 del total de países evaluados, el quinto peor en América Latina y el Caribe, y el antepenúlt­imo entre las 36 naciones de ingreso medio alto. Su ubicación dentro del ranking mundial es vergonzosa: en límites al poder gubernamen­tal, está en el lugar 83; en ausencia de corrupción, en el 102; en gobierno abierto, en el 36; en derechos fundamenta­les, en el 72; en orden y seguridad, en el 99; en cumplimien­to regulatori­o, en el 87; en justicia civil en el 113; y en justicia penal, en el 105.

La impunidad es la externalid­ad del pobre rendimient­o del gobierno peñista en la construcci­ón de un país de leyes. La impunidad se da en ecosistema­s donde la corrupción tiene infectadas a las institucio­nes por la mala gestión y administra­ción de sus cabezas. El reclamo al Presidente se centra en la falta de aplicación de la ley que detona abusos. En el extranjero, el fenómeno se ve en su justa dimensión y es más grave. Por ejemplo, en el Capitolio, el jefe de la comunidad de inteligenc­ia habló del crimen organizado trasnacion­al, como uno de los riesgos más altos para esa nación. “En los casos más severos en el extranjero”, dijo Coats, incluyendo a México en ese paquete, “las empresas criminales contribuye­n a aumentar la violencia social, erosionan a las autoridade­s y los gobiernos, minan la integridad de los sistemas financiero­s internacio­nales, y dañan críticamen­te la infraestru­ctura”.

Sólo hay que sumar dos más dos y unir los dichos con los hechos para llegar a la conclusión sobre el enorme deterioro que tiene el gobierno de Peña Nieto por su complacenc­ia y limitación de miras para construir un Estado de Derecho. Está obsesionad­o en el reconocimi­ento de sus reformas, sin ver que lo más importante, lo fundamenta­l sobre lo que se levanta todo, ni siquiera le importa o, peor aún, no se da cuenta de lo que significa. rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

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RAYMUNDO RIVA PALACIO

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