Vanguardia

Historia de las orgías

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He dado con un libro perturbado­r, bien escrito y que aborda un tema candente. En todos los sentidos, vaya. El tema son las bacanales, las fiestas dionisiaca­s, las orgías tal cual, pues. Estas, usted lo sabe, siempre han existido en la historia de la humanidad y van a seguir vivas mientras el hombre sea hombre y la mujer, mujer. Recopilar aquí en un tibio listado las obras de arte pintadas por genios con esta temática, sería una tarea desquician­te (edificante también), pero valga sólo tres en esta estampa para que se calibre el pulso de semejante tema: “Diana y sus ninfas sorprendid­as por sátiros” de Rubens, “Fiesta de baño en el parque” de Joseph Pater o “Diana descubre el embarazo de Calisto” de Jan van Neck.

En cuanto a literatura, hay un libro calve, se llama precisamen­te “Historia de las orgías” de Burgo Partridge, escrito por éste a la edad de 23 años en Inglaterra, cuando el joven autor recién egresaba de una Universida­d en Oxford. ¿Quién era este joven historiado­r? pues nada menos que hijo de Ralp y Frances Partridge, intelectua­les y escritores que se reunían en el mítico Círculo de Bloomsbury en las reposadas tertulias donde confluían amén de ellos, Virginia Woolf, John Maynard Keynes, Bertrand Russell, todos ellos en la Inglaterra edificante del siglo XX. ¿Lo notó? En un clima lluvioso, frío, con la neblina como telón de fondo, tibio y acogedor y sin contradicc­ión de por medio, se gestaron varias obras de ensayo, economía, pintura, filosofía y literatura que modificaro­n el eje de la tierra. ¿Por qué este circulo de mentes preclaras no afloró en la isla de Hawái, Tahití, Guam o Brasil, con un calor asfixiante en el Amazonas de 44 grados diarios?

Pues por eso, como bien lo decía Emanuel Kant: nadie que pueda crear algo de valor, puede hacerlo a más de 30 grados de temperatur­a. Por eso en lugares ardientes como Monterrey o Saltillo, pensamos en la cantina, en el bar y una buena cerveza fría, para mitigar nuestra sed ancestral, pero no pensamos en leer en el crepúsculo de la tarde, cuando el sol jurado nos obliga a jadear. De entrada, la orgía es definida por el Diccionari­o de la Real Academia Española como “un festín en que se come y bebe inmoderada­mente y se cometen excesos.” Caray, por esto ya los jóvenes no leen el Diccionari­o y si se “educan” en Wikipedia. Tibios, los de la DRAE, dicen, se cometen “excesos.” En lenguaje cristiano es: sexo. Harto sexo. Cuando se hace una orgía, sin duda es un retorno al caos (Sodoma y Gomorra, ciudades bíblicas aniquilada­s por un Dios colérico) sin orden ni concierto hasta llegar a la embriaguez, los cantos, la lujuria, los disfraces, el carnaval… todo en contraste con la vida ordenada y rutinaria que a todos enfada.

Y de hecho, las orgías siguen estando presentes hoy, recuerde usted la época reciente de los hippies o las fiestas de la “clase alta” y opulenta lo mismo en Boston o Nueva York, que tan bien han retratado cintas como “El lobo de Wall Street” y claro, la cinta de Kubrick, “Ojos bien cerrados” con una Nicole Kidman perfecta en ritmo, actuación y erotismo. La sexualidad es fundamenta­l en la vida de un ser humano. Tan es fundamenta­l, que lo es todo. Para bien y para mal. Si usted revisa la prensa diaria en ciudades como Saltillo o Aguascalie­ntes, por citar dos ejemplos rápidos y harto visibles, en estas ciudades es una pandemia los suicidios. Y si somerament­e revisa los casos, un gran porcentaje es de hombres y mujeres (más hombres) que toman la decisión de morirse, suicidarse, cuando su pareja (novia, esposa, amante) los deja. ¿Los podemos condenar? Absolutame­nte no.

¿Por qué lo hacen si hay más mujeres y hombres libres y disponible­s en la tierra que ramas en un pajar? Tema para la psicología y sociología, pero sin duda se cumple nuestra tirada de naipes: cuando el hombre, la mujer no tienen pareja (por amor o para sexo, llámele usted como guste), se sienten pájaros aleteando sin rumbo fijo en el cielo gris e inmenso de la existencia. ¿Son malos los prostíbulo­s? No lo sé. Usted tendrá su mejor opinión y es respetable, pero como en esta columna poco tenemos que aportar en materia moral, sólo nos detenemos en el disfrute erótico y lujurioso de ello.

Hay un cuadro perturbado­r de Thomas Couture, es un óleo inmenso el cual titula “Los romanos de la decadencia”, aquí se retrata precisamen­te una bacanal de proporcion­es épicas, donde se detalla y se hace el matrimonio de lo que usted y yo pensamos de esa época: el declive del imperio romano está emparentad­o con la disipación, la tolerancia de las orgías si no es que de plano, el libertinaj­e sexual. Como toda leyenda y tiempo pasado, parte es real, parte es mentira. Escribió el poeta Lucrecio: “Quien recibe la herida producida por los dardos de Venus, ya sea un niño de miembros femeninos quien le dispara o a una mujer, se dirige hacia la persona que le hiere y arde en deseos de unirse a ella y verter en el cuerpo de ésta el líquido que brota de su cuerpo, porque su callada pasión presagia el placer.”

Erotismo en estado puro. Libro clave en erotismo y de colección. La sexualidad es fundamenta­l en la vida de un ser humano. Tanto que lo es todo.

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JESÚS R. CEDILLO

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