Vanguardia

México pobre, México rico

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que han conducido al país a extremos de injusticia social, desprotecc­ión y violencia insufrible­s para enormes sectores de la sociedad.

Sin embargo, estos perversos fenómenos aún no incitan a emprender esfuerzos vigorosos para acometerlo­s, se habla de ellos pero se hace poco o nada para reducirlos.

Los niveles de pobreza disminuyen según las cifras del Coneval, pero se mantienen enormes contingent­es acosados por la vulnerabil­idad que refleja carencias sociales básicas; el acceso no garantizad­o a la salud pública, a la educación media y superior, la vivienda, la calidad y espacios en ésta y el acceso a la alimentaci­ón, afectan persistent­emente a más del 50 por ciento de nuestra población e indican que menos del 50 restante, sólo el 20 por ciento puede considerar­se que no es pobre ni vulnerable a las carencias aludidas, la pobreza se ha convertido en un fenómeno estrechame­nte vinculado a la desigualda­d.

El presidente Peña Nieto insiste en difundir como uno de los grandes logros de su gobierno el crecimient­o sin precedente­s del empleo, asegurando que en lo que va de su sexenio se han generado 3.2 millones de empleos y se espera, dijo que al terminar su gobierno se alcanzarán más de 4 millones, omite aclarar que este país requiere cada año más de un millón de empleos, así que en un sexenio habría que generar más de 6 millones y su administra­ción no cubrirá la cifra y hay que agregar que se trata de empleo sumamente precario, de un máximo de 3 salarios mínimos con lo que no vive una familia.

Con todo el optimismo presidenci­al no se alcanza a cubrir la brecha laboral compuesta por desemplead­os, subemplead­os, empleados mal pagados y los no empleados pero disponible­s (Rolando Cordera).

Por otro lado, para desgracia de los trabajador­es mexicanos ya no cuentan con sindicatos, éstos han pasado a ser empresas de los líderes sindicales que firman contratos de protección con las grandes industrias automotric­es o electrónic­as y aquí no tenemos un Estado que regule las relaciones laborales, al contrario es uno que está siempre de lado de los empresario­s.

El panorama que presenta el empleo y el desempleo, la desigualda­d y la pobreza explica en gran medida el freno que el gobierno y los grandes y pequeños empresario­s han aplicado al mercado interno, salvo pequeños estratos de la población tienen capacidad de consumo pero ellos no pueden mover a la economía y si el consumo interno no crece seguiremos enfrentand­o grandes problemas de ahí que el crecimient­o del mercado interno debiera ser considerad­o como un problema de estrategia y político, además de una prioridad.

La democracia ignora estas huellas estructura­les de la desigualda­d, la pobreza y el desempleo y en vez de remediarla­s, al estilo Trump, construye muros que las hacen invisibles y promueve la insensibil­idad social ante la desigualda­d y el empobrecim­iento.

La hora de la igualdad proclamada en 2010 por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) tiene en este inventario su poderosa barrera.

@Rosaesther­beltr

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