Vanguardia

L ASÍ VESTÍAN ELLOS

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os tacones fueron un símbolo de estatus para los hombres antes de que los llevaran las mujeres. Así lo explica la historiado­ra Maude Bass-krueger en un artículo publicado en Google Arts &

Culture, en el que repasa la historia de los accesorios y de la indumentar­ia masculina.

Además, no era la única prenda que llevaban los varones, y que ahora se consideran propias de la moda femenina, pero ¿por qué dejaron de usarlas?

En su texto, Bass-krueger recuerda que los primeros en llevar tacones fueron los jinetes persas en el siglo X, para mantener con más seguridad las botas en los estribos de las sillas de montar.

En el siglo XVII, la moda de los tacones llegó a los aristócrat­as europeos, donde se convirtió en símbolo de virilidad y de poder militar.

La autora se detiene en Luis XIV: “Durante su reinado, cuanto más altos y más rojos eran los tacones, más poderoso era quien los llevaba. De hecho, el rey solo permitía los tacones de ese color a las personas más cercanas a la corte”. TÚNICAS, TOGAS Y FALDAS

Con la Revolución Francesa desapareci­ó el tacón de la moda masculina, ya que estaba fuertement­e asociado a la aristocrac­ia. Y fue así como llegó al calzado femenino.

Federico Antelo Granero, profesor de ‘Historia de la Indumentar­ia’, dice que los hombres han compartido a lo largo de la historia muchas de las prendas y complement­os que hoy consideram­os netamente propios de la mujer.

Por ejemplo, los egipcios, griegos, romanos y aztecas llevaban túnicas, togas y faldas, por ser fáciles de fabricar y de vestir.

Y desde los tiempos del antiguo Egipto han existido las pelucas, maquillaje­s y faldones…

Todavía en la actualidad las faldas llevan años apareciend­o en los desfiles de moda masculina. Y no solo en la pasarela, sino como parte de la tradición, la cultura y las costumbres de cada época y cada lugar.

También ha sucedido con los colores. Por ejemplo, el rosa no siempre fue un tono femenino y el azul no siempre se identificó con lo masculino.

No obstante, a partir del siglo XIV se empezó a ver “una diferencia en la confección de prendas para uno y otro sexo, y esa diversific­ación llevó a que la moda se convirtier­a en un instrument­o de rivalidad social dentro de una sociedad fuertement­e jerarquiza­da”.

SEDA, PELUCAS Y MAQUILLAJE

Durante los siglos XVII y XVIII y, sobre todo, durante el Rococó francés, la indumentar­ia fue especialme­nte vistosa y decorada para ambos sexos, particular­mente en las clases acomodadas.

El escritor británico Tobias Smollet, citado por Riello, escribía que en París, un inglés que quisiera parecer respetable tenía que sufrir una ‘metamorfos­is total’, y lucir pelucas y trajes de seda con bordados, en lugar de las prendas de lana y franela que se llevaban en Inglaterra.

Y ni qué decir del maquillaje para hombres, que a lo largo de la historia se ha usado tanto por ellos como por ellas.

En el siglo 1 los hombres romanos se aplicaban pigmentos rojos en las mejillas, y en la Francia de los siglos XVII y XVIII se puso de moda no sólo el maquillaje, sino también los lunares postizos.

Luis XIII ya había populariza­do las pelucas, tras quedarse calvo entre los veinte y los treinta años. Y en sus tiempos el maquillaje se utilizaba para cubrir la tiña, los piquetes de los piojos y la suciedad.

Por lo que se refiere a los niños, en el Rococó y hasta la Primera Guerra Mundial el color más habitual para los bebés era el blanco, no los tonos pastel de rosa y azul. Pero después, para mediados de siglo, el más habitual para los niños varones fue precisamen­te el rosa. LA ‘CÁRCEL’ FEMENINA “Por supuesto, lo dicho ateriormen­te no implica que las sociedades en las que los hombres llevaban falda o tacones fueran más igualitari­as. De hecho, la indumentar­ia masculina siempre ha subrayado el destacado papel social del hombre, mientras que a la mujer se la ha limitado, incluso a través de la vestimenta”, dice la historiado­ra Maude Bass-krueger.

Considere el caso de los enormes vestidos y corsés que dificultab­an la movilidad de las mujeres, y que para ellas era como una cárcel.

Es más, el uso de encajes, sedas, tacones y maquillaje por parte de los hombres no suponía la adopción de un rasgo femenino, sino la voluntad de manifestar su estatus.

Todas esas prendas estaban asociadas a la masculinid­ad y al poder. Y es que la moda siempre ha reflejado a la sociedad. Por eso no es de extrañar que, tras el exceso del Rococó y con la Revolución Francesa, se sustituyer­a el satén por el algodón y se redujera el uso de los corsés, entre otros cambios, “con cierta intención de generar igualdad y de borrar las fronteras entre las clases”. EL DANDI

En el siglo XIX el pantalón quedó por completo identifica­do como una prenda masculina.

Y con la aparición del dandi británico, “que surgió como respuesta al modelo Rococó de la corte de Versalles”, se comenzó a construir “una nueva visión de la masculinid­ad que ha perdurado desde entonces”. Esta nueva tendencia vino a destacar que “la elegancia masculina está en la simpleza y la sencillez.

“Con la adopción del pantalón, el centro de la moda occidental dejó de ser Francia para pasar a Inglaterra, sobre todo con su traje de tres piezas. Esos trajes, eran de colores oscuros, principalm­ente negros, grises y azules muy oscuros...

“Con ellos desapareci­eron los colores vistosos, las sedas y los bordados que se usaban en la moda masculina, ya que el dandi no predicaba el exceso en el vestir, sino la moderación”, destaca

Bass-krueger.

¿Por qué los hombres dejaron de usar faldones, tacones y pelucas? Tal vez por lo engorroso que eran… Tan bien que se veían…

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