Vanguardia

Pasteur y Strauss

- ARMANDO FUENTES AGUIRRE

Una de las cosas que a Dios más le agradezco es no haberme quitado la capacidad de asombro. Por ejemplo, tres veces por semana me trepo en un avión, y sin embargo aún me maravilla que levante el vuelo esa pesada máquina cargada de. También siento embeleso ante la liebre y la ardilla que me salen al paso por entre los nogales de San Alberto, donde tengo mi casa que es la tuya, y me dejan atónito la flor del duraznero, la rutilante imagen de un poema, el amor de los míos y el cariñoso afecto de la gente. Voy por la vida, en fin, turulato y boquiabier­to, como payo de aldea en ciudad grande.

Mi asombro, sin embargo, llegó hace días a límites desconocid­os. Sucede que al ir por una calle de Mexicali vi un letrero con estas palabras que escribiré aparte, con mayúsculas y gruesos caracteres, a fin de que cobren su debido relieve y dimensión:

SE PONEN SUEROS Y VALSES. Pensé que había leído mal, y leí de nuevo. No había duda: el cartel decía:

SE PONEN SUEROS Y VALSES. ¿Qué significad­o tenía tan esotérica expresión? Supuse que eso de “valses” sería el nombre de un nuevo remedio de la farmacopea, alguna vacuna o medicina de aplicación hipodérmic­a. Mi acompañant­e, por fortuna, me sacó de la duda abisal en que me debatía. Me explicó que, a fin de redondear el presupuest­o familiar, la señora de la casa donde estaba aquel letrero ponía sueros a los enfermos y valses a las quinceañer­as. Quiero decir que iba a otras casas a poner sueros, y en la suya enseñaba las churriguer­escas coreografí­as de los bailes que con sus chambelane­s y damas danzan las jovencitas que llegan -permítanme ustedes el uso de una frase inédita- a la edad de las ilusiones.

Letreros peregrinos he visto muchos en mi vida. “No se presta el teléfono por no tenerlo”... “No estoy porque salí”... “No se admiten devolucion­es, no sea usted rajón”... Y así muchos más que ahora no recuerdo pero que tengo debidament­e registrado­s y autenticad­os por testigos verdaderos. Sin embargo, éste de: “Se ponen sueros y valses” los supera a todos por su naturaleza peregrina y por la confusión que causa en quien lo ve.

¿Pensaron Pasteur y Strauss, hombre de ciencia uno y músico el otro, que sus nombres quedarían unidos en el anuncio de una mujer emprendedo­ra que lo mismo sabe de enfermería que del arte llamado de Terpsícore, por ser esta señora musa de la danza? Lo cierto es que la vida se pone cada día más difícil, y el costo de la canasta básica ha subido tanto que de todas las ciencias y artes habemos menester para ganar el cotidiano pan. De una manera u otra todos ponemos sueros y valses. Quiero decir que todos debemos hacer algo, y además otra cosa aparte, si queremos sacar la tortillita. Yo, por ejemplo, escribo, salgo en televisión y ando de la ceca a la meca -feliz juglar o cómico de la legua venturoso- dictando dizque conferenci­as. Desde luego todo lo gozo. Nada de lo que hago es trabajo para mí, sino disfrute. Pero también yo pongo sueros y valses, bendito sea Dios.

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