Letargo de la inteligencia
Se ha comentado que el amor ha sido el gran damnificado.
Por las guerras mundiales. Por las frías. Por los conflictos armados esporádicos. Por esa contaminación asesina en la sociedad violenta, resultado del fácil acceso a las armas que matan.
Pero también la inteligencia ha sufrido daño considerable. Se ha dejado entrar la torpeza, la necedad, la tontería, la impericia, la ineptitud, la incompetencia, Se acuñó el “ai-se-vaísmo”.
Se aletargó la inteligencia por pereza, por ignorancia, por mediocridad y se multiplicó lo mal hecho, lo incompleto, lo ineficiente y lo ineficaz.
De pronto nos llega la noticia de que unos indígenas descalzos suman victorias deportivas en el extranjero. Y allá también hay logros sorprendentes de juventud de estas tierras, en matemáticas, en robótica y en otros campos del saber y el hacer humano. El talento parece abundar por acá, pero su cultivo y su educación dejan mucho que desear .
El ejercicio de la observación atenta reflexiva y analítica tiene ahora un “tsunami” de interrupciones. El método de competencia no desarrolla las destrezas de colaboración en equipo, constructor de un proyecto común. La captación de datos por una curiosidad sana y una mente alerta se vuelve parcial, incompleta e inexacta. Se descuida la precisiòn, la sagacidad para detectar causa central, obstáculo principal y medio más apto para removerlo y lograr un fin.
La capacidad de juicio acertado y de raciocinio bien concatenando para obtener conclusiones luminosas se descuida y se devalúa. Se escuchan falacias, sofismas, imprecisiones y hasta contradicciones en el mundo de la comunicación, de la política, de la comercialización y la evangelización. El lenguaje juvenil estudiantil se vuelve dialecto populachero, envuelto en vulgaridades.
Verdaderamente ha sufrido grave daño la inteligencia. Es excepcional encontrar un discurso fundamentado, limpio de añadiduras discordantes. En la urbanización, en la disposición de lo útil, no siempre se respeta la jerarquía de acceso para el uso frecuente de los instrumentos.
Una política inteligente, una economía inteligente, una organización social ungida de inteligencia manifiesta civilización y humanización para el bienestar común. Una ética inteligente podrá siempre los auténticos valores como cimiento para la prosperidad sin exclusiones.
Hay un gozo especial que surge en quien contempla una solución bien dada, un recurso muy bien escogido y mejor aplicado, un mal bien evitado, un talento bien cultivado.
Ciertamente nos vamos a reír de mucho de lo que ahora vivimos y hacemos, como nos hace reír lo que antes se usaba y que ahora nos parece obsoleto y anacrónico. Es tarea de todos hacer un mundo inteligente en constante rectiificación y mejoría para no caer en esa trilogía devastadora, tantas veces señalada; el letargo de la inteligencia, la anemia de la voluntad y la frialdad del corazón...