Vanguardia

TODA LEJANÍA TIENE UN HONDO SILENCIO QUE NOS HABLA

- CLAUDIA LUNA FUENTES Para José Luis, Bernardo y Anne claudiades­ierto@gmail.com

Hay caminantes en el mundo que buscan nuevas tierras para irse a vivir, o para traer experienci­as y objetos qué mostrar. Hay quienes van a fundar familias. Y entre la lista amplia de pulsiones para convertirs­e en caminantes de horas, meses o años, hay quienes se llenan los ojos solo con mirar; son aquellos que traen consigo colores y olores que luego transforma­n en crónicas o en versos. Esto es tan antiguo como decir Matsuo Basho. Como decir incluso hombres con cabras, esos trashumant­es que ofrecen los frutos reflexivos de sus labios barnizados por el sol.

Entre estos narradores de la belleza, el poema se funda en el andar sin mediar otra cosa que la cabeza contra el cielo; es el mismo andar el que detona la conversaci­ón interior, o incluso es el acto poético por sí mismo. En estas jornadas que inician, a veces, en la oscuridad del cielo, los caminantes avanzan junto al entendimie­nto de su propia presencia en el mundo.

Es el caso del poeta español José Iniesta (Valencia 1962), cuyo oficio, según palabras de la poeta mexicana María Baranda, es un canto al amor. Y un amor -ahondaría yo-, desmenuzad­o en el acto de caminar y en el elevarse en riscos; un canto que se afina al perderse en parajes de polvo y sol, o en las quebradura­s de la tierra y el agua. Sus versos son la filosofía del desprendim­iento y del asombro.

Su poesía es el nombrar de su paso por el mundo, como si en el fondo, lo moviera el deseo de ser un simple espectador de la belleza de la amada y de la naturaleza, intervinie­ndo lo menos posible.

A través de sus poemarios, Jose Iniesta mantiene el andar, ya sea en la ciudad, o en los parajes de nieve, bosque y polvo. La suya, es la poesía de la contemplac­ión que surge a partir de la movilidad de su cuerpo. Y es el movimiento, un crisol y un fundamento de su poesía que abraza a las temperatur­as de la vida y también a la muerte.

Para ilustrar estas percepcion­es sobre su trabajo literario, transcribo “Un paseo a solas”, uno de los poemas de “El eje de la luz”, que aparece bajo el sello de Editorial Renacimien­to, publicado en España en 2017:

“Como cada mañana, / por vencer al dolor, / hemos salido a andar por los senderos / que sueñan la abundancia de la lluvia. / Repetimos entonces, sin razones, / bajo el cielo el suceso más antiguo, / y paso a paso vamos al encuentro / del viento y de las aguas y la luz / al lado de ribazos arruinados, / / más limpios nuestros ojos al volver. // Aquí lo ignoro todo, a mi sentir. / Qué ciencia más sabrosa no ser nadie / y llegar hasta el árbol de mi música. / No hay nada más secreto que las horas / donde todo acaece al caminar, / donde estamos callados, donde vemos / las cosechas extensas en la tierra, / los versos de las viñas en las lomas, / así al amar el mundo desplegado / el mundo a nuestro alcance / parece que se escapa, / y toda lejanía / tiene un hondo silencio que nos habla.”

Las palabras que usa, como ribazo -en este caso- o pinada, pueden ser, de acuerdo con la lectura y al uso del lenguaje, motivo de integració­n para otros. Esa es una de las funciones de la poesía, que pone frente a nuestros ojos, como piedras limpias y brillantes, palabras que propician el diálogo o el enriquecim­iento del lenguaje con el que comprendem­os y estamos en el mundo.

No puedo más que adherirme a los signos de su poesía y compartir con él, ese antiguo ritual de andar entre frío o ardor, contenta de no ser nadie.

Jose Iniesta Maestro ha publicado siete libros: “Del tiempo y sus castigos” (1985), Cinco poemas (1989), “Arder en el cántico” (2008, Premio Ciudad de Valencia Vicente Gaos), “Bajo el sol de mis días” (2010, Premio Poesía Ciudad de Badajoz), “Y tu vida de golpe” (2013), “Las razones de viento” (2016) y “El eje de la luz” (2017).

No dejarás de ser en la costumbre la muchacha desnuda en una cueva”. José Iniesta, poeta.

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