Estamos sordos
Francisco de Goya, el gran pintor español, y Ludwig van Beethoven, el compositor universal de origen alemán, tenían algo en común: eran sordos y ambos fueron grandes creadores que, a pesar de su discapacidad auditiva, dejaron un gran legado para el mundo. Imagino a un Goya sensible, pintando para la eternidad a “Saturno Devorando a su Hijo” o a “La Maja Desnuda”. Lo mismo al gran Beethoven componiendo sinfonías, conciertos y sonatas que jamás pudo escuchar, pero sí millones de seres humanos que hemos disfrutado de su obra. Ambos tuvieron coeficientes intelectuales muy superiores a los demás, la sordera no los limitaba.
Los sordos deben enfrentar, además de la sordera de los que no los queremos escuchar, una doble tragedia: su discapacidad no es evidente como la de un ciego o alguien con una discapacidad motriz. La de ellos es invisible a nosotros y como nadie, o casi nadie, puede comunicarse con ellos, se apartan de la sociedad y conviven sólo con sus pares. No escuchan y tampoco los escuchamos.
Se trata de una discapacidad tan brutal que para sus vidas significa la imposibilidad de procesar la información lingüística, y esto puede llegar a afectar el rendimiento académico en los años escolares. Claro, eso si tienen la oportunidad de encontrar un lugar en una de las escasas escuelas donde educan con el lenguaje de señas. Después viene la falta de reconocimiento social hacia ellos, pues nada facilita su vida, los hace sufrir rechazo y sufrimiento moral y físico. Les resulta casi imposible encontrar empleo y conseguir el sustento para vivir con dignidad.
Hoy que se celebra el Día Mundial de la Audición 2018, la OMS (Organización Mundial de la Salud) nos proporciona cifras que deberíamos escuchar: 360 millones de personas viven con pérdida auditiva incapacitante y otras mil 100 millones, de entre 12 y 35 años, están en riesgo de sufrir pérdida auditiva por la exposición recreativa a sonidos fuertes. En México existen 2.4 millones de sordos, personas que discriminamos por nuestra propia sordera. Pero hay esperanzas. Y es que gracias al desarrollo científico y tecnológico y al lenguaje de señas, inventado en el siglo 16 en Italia por el médico Gerolamo Cardano, la tecnología puede encontrar soluciones para que las personas sordas, e incluso aquellas que no tienen movilidad, puedan expresarse con facilidad.
Le cito varios ejemplos: Un grupo de científicos de la Universidad Pierre y Marie Curie de París han diseñado un dispositivo que permite escribir a través del movimiento controlado de los ojos. El invento ha consistido en una serie de discos distribuidos en la pantalla que reflejan el movimiento del ojo, de modo que se puede seguir tanto el desplazamiento como la velocidad y convertir la información en letras y números “dibujados”.
Este avance puede mejorar la calidad de vida de muchas personas privadas de movilidad, como aquellas que padecen esclerosis, algo que Stephen Hawking, la mente más brillante en la actualidad, agradecería.
En México los avances son notables. Un grupo de investigadores del Centro de Investigación y Tecnología Aplicada del Tecnológico de Monterrey trabajan en el proyecto “Intérprete de Lenguaje de Señas”, que tiene como objetivo promover la integración social de las personas con discapacidad auditiva y mejorar su calidad de vida mediante el uso de tecnología. El proyecto tiene como base principal el procesamiento de imágenes para el reconocimiento de patrones. Esto es que, cuando una persona se encuentra frente al intérprete de lenguaje de señas y realiza un movimiento con su cuerpo, el sistema los reconoce y procesa para después, a través de un sistema de audio, escuchar la traducción de los signos.
En Coahuila, un entusiasta emprendedor ha diseñado, junto a un grupo de expertos en donde participa gente con sordera, una aplicación para Ipad y Iphone que permite a los sordos traducir el lenguaje de señas en un mensaje de texto tradicional.
Gracias a la tecnología y a los avances científicos, las voces del silencio no lo serán más pues escucharemos, como decía Freud, a “La voces del intelecto apagadas, que no han descansado hasta haber logrado hacerse oír, pues lo han conseguido después de ser rechazadas infinitas veces”.