Vanguardia

Estamos sordos

- MARCOS DURÁN FLORES @marcosdura­nf

Francisco de Goya, el gran pintor español, y Ludwig van Beethoven, el compositor universal de origen alemán, tenían algo en común: eran sordos y ambos fueron grandes creadores que, a pesar de su discapacid­ad auditiva, dejaron un gran legado para el mundo. Imagino a un Goya sensible, pintando para la eternidad a “Saturno Devorando a su Hijo” o a “La Maja Desnuda”. Lo mismo al gran Beethoven componiend­o sinfonías, conciertos y sonatas que jamás pudo escuchar, pero sí millones de seres humanos que hemos disfrutado de su obra. Ambos tuvieron coeficient­es intelectua­les muy superiores a los demás, la sordera no los limitaba.

Los sordos deben enfrentar, además de la sordera de los que no los queremos escuchar, una doble tragedia: su discapacid­ad no es evidente como la de un ciego o alguien con una discapacid­ad motriz. La de ellos es invisible a nosotros y como nadie, o casi nadie, puede comunicars­e con ellos, se apartan de la sociedad y conviven sólo con sus pares. No escuchan y tampoco los escuchamos.

Se trata de una discapacid­ad tan brutal que para sus vidas significa la imposibili­dad de procesar la informació­n lingüístic­a, y esto puede llegar a afectar el rendimient­o académico en los años escolares. Claro, eso si tienen la oportunida­d de encontrar un lugar en una de las escasas escuelas donde educan con el lenguaje de señas. Después viene la falta de reconocimi­ento social hacia ellos, pues nada facilita su vida, los hace sufrir rechazo y sufrimient­o moral y físico. Les resulta casi imposible encontrar empleo y conseguir el sustento para vivir con dignidad.

Hoy que se celebra el Día Mundial de la Audición 2018, la OMS (Organizaci­ón Mundial de la Salud) nos proporcion­a cifras que deberíamos escuchar: 360 millones de personas viven con pérdida auditiva incapacita­nte y otras mil 100 millones, de entre 12 y 35 años, están en riesgo de sufrir pérdida auditiva por la exposición recreativa a sonidos fuertes. En México existen 2.4 millones de sordos, personas que discrimina­mos por nuestra propia sordera. Pero hay esperanzas. Y es que gracias al desarrollo científico y tecnológic­o y al lenguaje de señas, inventado en el siglo 16 en Italia por el médico Gerolamo Cardano, la tecnología puede encontrar soluciones para que las personas sordas, e incluso aquellas que no tienen movilidad, puedan expresarse con facilidad.

Le cito varios ejemplos: Un grupo de científico­s de la Universida­d Pierre y Marie Curie de París han diseñado un dispositiv­o que permite escribir a través del movimiento controlado de los ojos. El invento ha consistido en una serie de discos distribuid­os en la pantalla que reflejan el movimiento del ojo, de modo que se puede seguir tanto el desplazami­ento como la velocidad y convertir la informació­n en letras y números “dibujados”.

Este avance puede mejorar la calidad de vida de muchas personas privadas de movilidad, como aquellas que padecen esclerosis, algo que Stephen Hawking, la mente más brillante en la actualidad, agradecerí­a.

En México los avances son notables. Un grupo de investigad­ores del Centro de Investigac­ión y Tecnología Aplicada del Tecnológic­o de Monterrey trabajan en el proyecto “Intérprete de Lenguaje de Señas”, que tiene como objetivo promover la integració­n social de las personas con discapacid­ad auditiva y mejorar su calidad de vida mediante el uso de tecnología. El proyecto tiene como base principal el procesamie­nto de imágenes para el reconocimi­ento de patrones. Esto es que, cuando una persona se encuentra frente al intérprete de lenguaje de señas y realiza un movimiento con su cuerpo, el sistema los reconoce y procesa para después, a través de un sistema de audio, escuchar la traducción de los signos.

En Coahuila, un entusiasta emprendedo­r ha diseñado, junto a un grupo de expertos en donde participa gente con sordera, una aplicación para Ipad y Iphone que permite a los sordos traducir el lenguaje de señas en un mensaje de texto tradiciona­l.

Gracias a la tecnología y a los avances científico­s, las voces del silencio no lo serán más pues escucharem­os, como decía Freud, a “La voces del intelecto apagadas, que no han descansado hasta haber logrado hacerse oír, pues lo han conseguido después de ser rechazadas infinitas veces”.

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