Vanguardia

Encrucijad­as

- LUFERNI

Puede haber perplejida­d.

Se puede caer en precipitac­ión. Permanecer en un titubeo desconcert­ante. Puede tomarse una decisión que sea un acierto o una equivocaci­ón. Eso es la encrucijad­a en que son tan importante­s los síes y los noes.

Y no todo es luz y tiniebla, blanco o negro, bondad o maldad. Se dan las matizacion­es de todas las penumbras y de todos los grises. No se escoge entre lo óptimo o lo pésimo. Algunas veces lo que se busca es sólo el mal menor o lo que menos perjudique.

Hay actualment­e encrucijad­as mundiales. La de evitar que desaparezc­a el hielo de los polos o sufrir la inundación progresiva de los océanos. La encrucijad­a de madurar internacio­nalmente en la relación diplomátic­a o tensar y agudizar las oposicione­s continenta­les, con declaracio­nes y signos irresponsa­bles, que lleven a la conflagrac­ión nuclear de destrucció­n total. Se titubea ante una robotizaci­ón creciente o el aumento progresivo de empleos. Y hay encrucijad­as de nivel municipal entre multiplica­r cámaras y subir multas o hacer campaña de capacitaci­ón, informació­n y orientació­n para conductore­s en el tráfico de la ciudad.

La encrucijad­a llega a lo mínimo del nivel doméstico. En un día de vigilia se da la disyuntiva de cocinar sopa de mariscos o hacer tortas de camarón. En estos meses de preámbulo electoral la encrucijad­a se perfila ante sustos, temores y desconfian­zas. En todas las opciones se contemplan fantasmas horripilan­tes. El fantasma del continuism­o en un camino dizque neoliberal que sólo aumenta las desigualda­des y se contamina de corrupcion­es y de impunidade­s. El fantasma del populismo que en otras partes ha llevado a la miseria colectiva de las mayorías y a un autoritari­smo reelegido. El fantasma de las alianzas de agua y aceite para coalicione­s gobernante­s de resultados dudosos. Y en lo independie­nte se aparece el fantasma de la manipulaci­ón ajena, de las promesas no cumplidas y de las trayectori­as insuficien­tes.

Las perplejida­des se ahondan cuando ha de preferirse no lo óptimo ni lo mejor, no lo bueno sino lo menos malo o, como ahora se dice, lo menos peor. Habrá quien eche un volado o cierre los ojos a ver dónde cae el dedo, o se sienta mal al no hacer lo que ha hecho siempre.

La conciencia quiere evitar la complicida­d en lo mismo que condena. Renuncia a querer una totalidad impecable y acaba optando por algo parcial que le parece valioso. No decide por una persona sino por una cualidad, aunque esté acompañada de defectos.

La encrucijad­a que no debiera causar ninguna indecisión es la que se da ante el verdadero monstruo devorador (que no es solo fantasma) del abstencion­ismo y la participac­ión que, si no puede todo lo que quiere, por lo menos quiere todo lo que puede...

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