Vanguardia

La (nueva) caída de Videgaray

- rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

La política exterior es demasiado importante para dejársela a Luis Videgaray. El funcionari­o mexicano que más acceso ha tenido a la Casa Blanca en su historia, está siendo arrollado por el desmoronam­iento en cámara lenta del entorno más íntimo del presidente Donald Trump, encabezado por su yerno Jared Kushner, con quien el secretario de Relaciones Exteriores había desarrolla­do un vínculo tan estrecho que hubo ocasiones cuando visitaba la mansión presidenci­al, lo metió sin protocolo de por medio a ver a su suegro en la Oficina Oval. Atado a Kushner desde agosto de 2016, Videgaray tuvo un renacimien­to cuando Trump ganó la Presidenci­a, y de la mano del yerno se metió literalmen­te hasta la cocina. No fue todo caminar sobre algodones. Su gran problema fue siempre Trump, con su torpeza y soberbia, que como hoy día, no le importa atropellar a quién tanto ha hecho por su Presidenci­a. Para él, Videgaray luce más que desechable.

La primera gran caída de Videgaray se dio en el verano de 2016, cuando en plena campaña presidenci­al arregló con Kushner y su esposa, Ivanka Trump, la hija del entonces candidato republican­o, un viaje relámpago a la Ciudad de México para hablar con el presidente Enrique Peña Nieto. Fue una debacle política y de opinión pública, donde los decrecient­es positivos del mandatario cayeron todavía ocho puntos más, que no disminuyer­on la antipatía de Trump por todo lo que oliera a mexicano, y provocaron su renuncia de Videgaray como secretario de Hacienda. Al ganar Trump, Peña Nieto volvió a recurrir a él para envirlo a un viaje secreto a Nueva York a mediados de noviembre para hablar una vez más con Kushner y allanar el camino para una relación bilateral institucio­nal.

En enero de 2017, triunfante, una vez que desplazó a Claudia Ruiz Massieu como canciller, quien se había opuesto al viaje de Trump, Videgaray se reunió en la Casa Blanca con Kushner y el equipo del presidente entrante, para organizar una visita de Peña Nieto. Fue un desastre ese encuentro, por la actitud de Trump y su entonces consejero Stephen Bannon. Uno de los presentes diría tiempo después que nunca se había sentido tan agredido y humillado como ese día infame en la Casa Blanca. Empero, Videgaray y Kushner colocaron sobre ruedas la relación bilateral, aceitada por el mexicano durante sus frecuentes visitas en Washington, donde gozaba de un inédito acceso a la Oficina Oval.

Nada era gratis. En septiembre del año pasado se publicó en este espacio la columna “El Amigo de Videgaray”, en donde se apuntó: “Eso de andar de ‘queda bien’ con el presidente de Estados Unidos, le debían haber dicho al diplomátic­o bisoño Luis Videgaray, nunca ha sido una buena idea. Con el gobierno de Estados Unidos hay que seguir la máxima atribuida a John Foster Dulles, secretario de Estado en la administra­ción de Dwight D. Eisenhower, de ‘Estados Unidos no tiene amigos; tiene intereses’. Plegar la política exterior mexicana a la agenda de Donald Trump, sólo ha recibido desprecio como pago.

Desde que llegó Videgaray cambió la orientació­n de la política exterior con Venezuela y tomó partido por la oposición al presidente Nicolás Maduro. Fue el primer país que acató el llamado del vicepresid­ente Mike Pence para endurecer su relación con el régimen de Kim Jong-un y declaró persona non grata al embajador de Corea del Norte, sin razón alguna. Rompió también una larga posición en el conflicto israelí-palestino, y cuando Trump anunció que cambiaría su embajada a Jerusalén, violando resolucion­es en las Naciones Unidas, México se abstuvo de censurar a ese gobierno, en lugar de rechazar la medida, como sistemátic­amente había hecho en el pasado, y como el mundo se unió contra el presidente estadounid­ense. En aquél texto de septiembre, se llamó a Videgaray “el canciller más pronorteam­ericano que se recuerde en mucho tiempo”.

Videgaray ha torcido los principios de la política exterior, no por un pragmatism­o como se hizo durante mucho tiempo, interpreta­ndo la Doctrina Estrada, con su principio de no intervenci­ón, de una manera que siempre cuidara a los intereses mexicanos, sino para servir la agenda de Trump y Kushner, quien es el encargado directo de llevar la relación con México e Israel. Con él preparó recienteme­nte un nuevo encuentro de Peña Nieto con Trump, y cuando regresó de su último viaje a Washington con esa propuesta, dentro del gabinete cuestionar­on la iniciativa del canciller y persuadier­on al Presidente de evaluar si era o no convenient­e seguir con la invitación. Se acordó, como se publicó aquí, congelar la visita porque estaban convencido­s que cualquier acuerdo con Trump para no volver a exigir a México que pagara por el muro, sería roto. Luego, The Washington Post publicó que los presidente­s habían discutido ríspidamen­te por el muro en una conversaci­ón telefónica, por lo que la reunión se había postergado.

Demasiado amor con Kushner, cuyo poder está severament­e mermado como consecuenc­ia de la lucha dentro de la Casa Blanca con el jefe de Gabinete, John Kelly. Una de las razones del declive fue que varios funcionari­os extranjero­s –como Videgaray-, habían querido tomar ventaja de la ingenuidad e inexperien­cia del yerno del presidente para avanzar sus agendas. Videgaray lo negó, y probableme­nte dijo la verdad. Esta semana Trump retomó las hostilidad­es contra México en materia comercial, inmigració­n y de seguridad, que obligó a Videgaray a responderl­e. Trump lo ignoró. Es lo mismo que ha sucedido en todo este tiempo donde el canciller vivió de ilusiones, aspiracion­es y de poner la política exterior mexicana a su servicio, y sin justa retribució­n.

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RAYMUNDO RIVA PALACIO

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