Anayagate
El Pri-gobierno creyó tener la bala de plata, ¿lo era, lo será? Ya veremos. No midieron el hartazgo ciudadano exacerbado por el uso de las instituciones gubernamentales para acusar a Ricardo Anaya. No quisieron ver el tamaño de su desprestigio, del gobierno y de la PGR. Debieran saber que el principal operador de la mafia carece de autoridad para verificar la moral y las buenas costumbres de sus rivales.
El sistema de justicia mexicano no sirve para nada, así lo demuestra el 99 por ciento de impunidad que prevalece en el país. La PGR es el origen, causante y promotor de esta terrible realidad. Que Ricardo Anaya sea inocente o culpable de lo que se le achaca es lo de menos. De ser inocente sería un mexicano más, entre otros miles falsamente acusados. De ser culpable sería otro delincuente de los miles que andan libres en absoluta impunidad. Ese es México, esa nuestra realidad.
Al principio parecía que la PGR tenía a Anaya contra las cuerdas. El aparato de Estado salió a dar la pelea con todo. El candidato del Frente apenas podía parar los golpes. Cometió muchos errores estratégicos, trató de explicar detalles que nadie entendía. Negó ser amigo de un “conocido”, a cuya boda asistió, se divirtió, usó peluca y bailó hasta cansarse. Es probable que todo tenga una explicación plausible, pero en lo inmediato, en el bote pronto noticioso, no puede defenderse de una imagen que habla más que mil palabras, con detalles que a nadie importan. Ahí el acierto de López Obrador cuando explicó los ataques en su contra, como un “complot” de la mafia en el poder. Abstracción vs abstracción, sin entrar al detalle, para que el público lo capte.
Con el paso de los días, Anaya corrigió su estrategia. Apostó a victimizarse. Comenzó Fernández de Cevallos y le siguieron voces ciudadanas, diversas y plurales. Incluso Margarita Zavala, su principal detractora, tuvo que reprobar la actuación de PGR. Parece que Anaya saldrá vivo de este round que prometía destrozarlo. ¿Le habrán hecho el favor de despertar a su base electoral, poco antes dormida, dividida y sin entusiasmo alguno por su candidatura? Fue apenas un round y quedan muchos por librar antes del día de la elección.
Lo más que pudo lograr el PRI fue distraer y frenar, si fuera el caso, el ascenso de Anaya. Pero no veo que hayan obtenido puntos para Meade con su estrategia. Empezaron bien, pero terminaron mal. López Obrador sí se divirtió con este round. En terreno electoral, cuando la batalla es de tres, gana el que pega menos. Conforme la batalla por el segundo lugar se polarizaba en grado extremo, el puntero recorría el país sin que nada ni nadie lo cuestionara, llamando a la concordia y a la paz. ¿Le funcionarán paz y concordia en tiempos de rencor y venganza? Veremos.
Para que AMLO no despegara todavía más, Anaya tuvo que incorporarlo a la trama, acusando al PRI de tener un pacto con Morena. Será muy difícil saber si así fue, pero tampoco sería la primera vez que sucede algo así. Si bien los partidos no parecen dispuestos, sus electores sí han mostrado disposición al voto útil. En el año 2000, millones de perredistas y simpatizantes de la izquierda votaron por Fox. En 2006, millones de priistas legitimaron a Calderón. En 2012 devolvieron el favor al PRI millones de panistas. En todas estas ocasiones, estoy seguro, Ricardo Anaya ni se quejó ni pataleó. ¿Por qué sería reprobable un acuerdo sin el Frente? Es pregunta.
Esta semana fue, sin duda, muy intensa. Vendrán más. El Pri-gobierno cuenta con el aparato de Estado y con recursos económicos públicos para generar, alimentar y recrudecer estas crisis. Serán muchos los rounds, muchos los golpes y cuestionamientos. El “Grupo Atlacomulco” se defenderá como gato patas arriba. Por primera vez vamos a experimentar una campaña de este tipo. Que no quede ninguna duda, los errores y triquiñuelas de todos serán investigados, vigilados y publicitados. Es la nueva era nada puede ocultarse, en buena hora.