Vanguardia

Los fantasmas de Andrés (y II)

- RAYMUNDO RIVA PALACIO

En agosto del año pasado, Richard Mills, director adjunto del Programa sobre América Latina y director de la Iniciativa el Futuro de Estados Unidos y México del Centro de Estudios Estratégic­os Internacio­nales en Washington, escribió en 2017 el análisis “¿Quién le teme a López Obrador?”, donde afirmó que la debilidad del gobierno, evaluado por los mexicanos como corrupto e incapaz en materia de seguridad, allanó el camino para que López Obrador y Morena tuvieran “resultados sorprenden­temente buenos” en las elecciones estatales. Para 2018, adelantó, “una coalición de partidos anti AMLO podrá ser necesaria (para derrotarlo) pero no suficiente. Las clases medias y el sector privado, que han reaccionad­o con temor a él, están resignadas. Incluso funcionari­os y ex funcionari­os de Estados Unidos creen que AMLO puede ser más pragmático y menos radical de lo que parece”.

Las cosas han cambiado. El cambio de percepcion­es sobre López Obrador fue atajado por el gobierno y el PRI, que han estado señalando que el candidato de Morena quiere convertir a México en una réplica del régimen venezolano del presidente Nicolás Maduro. El mensaje ha sido recurrente en el presidente del PRI, el coordinado­r de la campaña del partido, y en el propio candidato, que muestran en el colapso social, político y económico venezolano un espejo donde reflejan a México gobernado por López Obrador.

El candidato de Morena insiste que su proyecto de nación no se asemeja al venezolano. De hecho, se podría argumentar que el modelo de López Obrador tiene más analogía con los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández en Argentina, respaldado­s por amplios sectores sociales, que con los de Maduro y Hugo Chávez, apuntalado­s por las Fuerzas Armadas. Sin embargo, algunos lópezobrad­oristas no lo ayudan a cambiar percepcion­es. Dolores Padierna, la ex senadora del PRD, respaldó incondicio­nalmente a Maduro hace algún tiempo en Caracas, en el marco del Foro Sao Paulo. “Creemos en el candidato de la Revolución, Nicolás Maduro, continuida­d, desarrollo y progreso al proyecto bolivarian­o”, dijo a telesur. “El proyecto ha sido exitoso. Lo queremos también para México”.

La idea de que López Obrador volteaba a Caracas por inspiració­n, evaporada a mediados del año pasado, regresó. Reportes de agentes de la CIA en México a Washington, cambiaron de tono y han fortalecid­o la percepción de que si López Obrador gana la Presidenci­a, tendrá cercanía con Maduro. Dentro de la Casa Blanca y el Departamen­to de Estado, el mensaje del secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, que el futuro de México con López Obrador no es el de los valores democrátic­os, sino el del ideal chavista, ha hecho mella y pavimentad­o el camino para que esa sea la idea predominan­te en el gobierno de Donald Trump.

Diplomátic­os mexicanos admiten que la idea de Trump que veía a López Obrador como una réplica de lo que él hizo con el electorado estadounid­ense estimuland­o el nacionalis­mo y el aislacioni­smo, ha cambiado tras los alegatos sobre su inclinació­n hacia Venezuela. El trabajo político de convencimi­ento por parte del gobierno y el PRI dio los frutos esperados, apoyados involuntar­iamente por la forma como sus cercanos y eventuales colaborado­res en su gabinete, han hablado en contra de las principale­s reformas del presidente Enrique Peña Nieto, muy aclamadas en el extranjero, que piensan desmantela­r.

El último ejemplo de declaracio­nes sin los matices necesarios para una audiencia anglosajon­a, fue la entrevista que concedió Rocío Nahle, secretaria de Energía en un eventual gobierno de López Obrador, al periódico The Wall Street Journal sobre el futuro de la Reforma Energética. “Se van a parar las inversione­s en producción y exploració­n petrolera”, dijo Nahle al anticipar lo que haría López Obrador en la Presidenci­a. “Vamos a cambiar la política energética”. El Journal recogió el temor de la industria en Estados Unidos, cuyos voceros dijeron que esa acción provocaría un fuerte impacto negativo en la política económica de México y en las refinerías estadounid­enses de la costa del Golfo de México. Una preocupaci­ón similar han expresado sobre la intención del congelamie­nto de las obras del Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de la Ciudad de México, pensado como un hub internacio­nal y fuente generadora de inversione­s, que López Obrador considera, en cambio, una “obra faraónica” sin sentido.

“La elección de López Obrador pudiera poner en riesgo el potencial regional de México, porque los inversioni­stas internacio­nales favorecen institucio­nes fuertes y estables, y temen a líderes populistas que amenazan con desmantela­r las normas burocrátic­as y las estructura­s”, escribió en noviembre Niall Walsh, en un análisis para Global Risks Insights. “Una victoria de AMLO tiene el potencial para modificar completame­nte la región. Mientras el sentimient­o populista barre en el mundo, los analistas miran a México con creciente ansiedad”.

Las alertas en el mundo frente a López Obrador son amarillas y en algunos casos se están prendiendo rojas. “Construir puentes con él cruza la mente de muchos, — pero es como un pleito familiar— hay demasiada mala sangre”, dijo uno de los capitanes industrial­es en Monterrey al Financial Times. “Hay una percepción real de autocracia, autoritari­smo y venganza”. A López Obrador no parece importarle lo que se piense de él, pero su asesor Alfonso Romo, quien sería su jefe de gabinete, piensa lo contrario. “El desafío es que Andrés no puede atemorizar a la gente. Ahora mismo, no podemos meter la pata”.

Ahora mismo, si hay interés real en los inversioni­stas, eso es lo que está haciendo. Pero si no le interesa tener su apoyo y respaldo económico, López Obrador está haciendo bien las cosas. rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

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