Sentimientos enfrentados
Toda campaña publicitaria –las electorales lo son– tradicionalmente se han basado en la venta de esperanzas: un mejor futuro, el paraíso terrenal, unidad, concordia, prosperidad, satisfacción y placer. “La chispa de la vida”. El “sí se puede” enciende nuestros más fervientes anhelos. Todo producto, desde los chicles hasta los candidatos a Presidente de la República, se vende prometiendo una mejora o una satisfacción, aunque resulten pasajeras.
Prácticamente inexistentes son las campañas políticas que confrontan principios ideológicos, propuestas y programas de gobierno, es decir, ideas. Esta banalización de la política generó en su momento otro tipo de campañas y candidatos, que apostaron a la crítica dura y ruda contra los adversarios sin descuidar la venta de esperanzas, la receta de los expertos. Creo que esto arrancó con candidatos como Vicente Fox y en Hugo Chávez.
Donald Trump dio un giro de 180 grados, al menos en lo que a campañas políticas se refiere. Leyó los sentimientos de los estadounidenses que no han probado las mieles del “american way of life”, que llamamos progreso. Los analizó y seguramente hasta los puso en práctica. Con ellos amasó su discurso y su “propuesta”.
Lo que antaño fue una apuesta por sentimientos nobles y solidarios, venta de ilusiones como espejitos, se ha transformado en algo diametralmente distinto. Trump apeló a sentimientos igualmente arraigados, pero profundamente perversos, nacidos de una adversidad cotidiana en el seno de una sociedad opulenta: rencor, rabia, coraje y frustración. Afloran así la envidia y el odio; la ruptura de las reglas de convivencia. Se rechaza toda autocrítica, y cuanto algo malo nos sucede es culpa del “otro” que parece feliz y pertenece a la élite beneficiaria del status quo. La soberbia corona este proceso. “Sé más que todos y niego cuanto me contradiga, rechazo todo diagnóstico, me permito decidir qué hechos son hechos verdaderos y cuáles son ficciones”.
Conforme se enseñoreaba de las sociedades este sentimiento de rencor y deseo de venganza, muchos partidos adoptaron estrategias electorales parecidas. En México las recientes campañas por la gubernatura se sustentaron en un deseo de venganza. ¡Cárcel para el corrupto!, poco importan las formalidades y etapas que marca la ley, nada importa en qué situación haya quedado la entidad que gobernó, lo que importa es la venganza. Si el líder sostiene tal y tal, ha de ser cierto, en todo caso ya existe el culpable de todos mis problemas y no soy yo.
En esta campaña veo que los liderazgos y las huestes de Anaya y Meade apelan y se alinean con estos sentimientos y fácilmente cambian de bando sin rubor. López Obrador, por su parte, apuesta a la concordia y la reconciliación, mientras los candidatos del PRI y del Frente se dan hasta con la cubeta. Todo se vale, no importa si lo que se dice es falso o verdadero, lo importante es atacar al adversario desde la óptica de quienes se presumen descartados. ¿Quién tendrá la razón? En el fondo es un juego de espejos, de percepciones. El dilema real, que no se dice, es entre más neoliberalismo o un nuevo ensayo de socialdemocracia a la mexicana.
A AMLO le sobra capacidad como líder de grupo de presión. No tiene que demostrar nada, mucho menos después de ser el candidato disruptivo en las últimas elecciones presidenciales. ¿La estrategia de AMLO habrá errado o acertado? Todo indica que encontró el motivo fundamental de sus derrotas anteriores, pero ¿será inteligente abandonar su apuesta a la indignación, ahora que está cayendo en terreno tan fértil?
Churchill fue empecinado, hasta el cansancio, en su oposición a la Alemania nazi. Pocos lo atendieron, hasta que los hechos le dieron la razón. Voltearon a él para que encabezara la lucha antinazi en el Reino Unido y en Europa. Por el contrario, Al Gore apostó siempre a la lucha medioambiental, de escaso pegue por entonces. Pero cuando enfrentó a George W. Bush le aconsejaron dejar a un lado el tema ambiental, así lo hizo y perdió por muy poco. Ralph Nader, candidato ambientalista, obtuvo un histórico nueve por ciento. ¿Serán coincidencia los parecidos con nuestra realidad?
En este juego hay muchos otros factores de peso, en particular las divisiones en el PAN y la irrupción de los independientes que, cuando menos, captarán un 10 por ciento de la votación total, o poco más, ese porcentaje basta para decidir los resultados. Los candidatos seguirán apelando a nuestros sentimientos, saben que la mayoría vota con las emociones y no con la cabeza. ¿Qué sentimiento llevará usted a las urnas: deseo de venganza, rencor, ilusión de vivir mejor, o una apuesta por un México mejor?
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