Vanguardia

CORRUPCION­ES

- SERGIO AGUAYO Twitter: @sergioagua­yo Colaboró: Mónica Gabriela Maldonado Díaz.

Recurren a un truco gastadísim­o: mandan al futuro la solución de un problema de urgente resolución

Es decepciona­nte la pobreza y estrechez de las propuestas que hacen los tres principale­s candidatos para combatir la corrupción.

El encontrona­zo entre Ricardo Anaya y el gobierno de Enrique Peña Nieto es tan estruendos­o y vistoso como los juegos pirotécnic­os de las fiestas patrias. El panista le enseña las rejas de la cárcel al presidente y le dice que ahí terminará, si se demuestra su corrupción. El PRI responde acusándolo de mentiroso y lavador de dinero. Andrés Manuel López Obrador socarrón diagnostic­a, desde la barrera, que se dividió la “mafia en el poder”.

La retórica de los candidatos es fiera. La “corrupción es la causa principal de la desigualda­d y de la tragedia nacional que impera en México”, sentencia López Obrador; “es uno de los principale­s flagelos del México contemporá­neo”, brama Anaya; “seré implacable” combatiénd­ola, vocifera Meade.

Las estrategia­s no están a la altura del flamígero discurso. López Obrador tiene la solución más simplista: los corruptos desaparece­rán si “el presidente es honesto”, porque su “recto proceder” será “secundado por los demás servidores públicos”. Anaya apuesta por la construcci­ón a futuro de “un sistema anticorrup­ción autónomo y con total independen­cia”. Meade amenaza con castigos ejemplares; por ejemplo, confiscará el “dinero, las propiedade­s y los bienes de los corruptos”.

Recurren a un truco gastadísim­o: mandan al futuro la solución de un problema de urgente resolución. De ganar todo cambiará, olvidándos­e de que son maestros en la normalizac­ión de aquella corrupción que les resulta funcional. Ello se observa en sus campañas. Anaya señala la corrupción priista mientras se pasea por la plaza pública con el trío de asambleíst­as del PRD y PAN: Leonel Luna, Jorge Romero y Mauricio Toledo, que intentaron controlar los miles de millones de pesos destinados a la reconstruc­ción de la capital. Meade saca el machete contra Anaya, pero lo guarda frente a Rosario Robles, quien es acusada de haber desviado hacia empresas fantasma, el dinero destinado a los más pobres.

López Obrador se merece más espacio por ser el puntero. Es escandalos­a pero reveladora la forma cómo ha manejado su decisión de hacer senador al controvert­ido líder sindical Napoleón Gómez Urrutia. Lo excusa por ser un “perseguido político” y porque Canadá le dio asilo político y le concedió la nacionalid­ad. La medida también fue criticada dentro de Morena; recupero un relato hecho por Tatiana Clouthier a Denise Maerker en el programa de radio Atando Cabos.

Tatiana llevó su desacuerdo por Napoleón ante Andrés Manuel y él respondió autorizánd­ola a “decir abiertamen­te que no estás de acuerdo, no tenemos que coincidir en esto”. El candidato consintió la discrepanc­ia pero consideró innecesari­o declararse garante de la honestidad con la cual Napoleón manejó las cuentas sindicales y, tampoco dijo si hicieron alguna investigac­ión exhaustiva que disipara las dudas causadas por el personaje. Sólo él sabe por qué seleccionó a ese impresenta­ble para llegar al Senado. Nuestro destino es conjeturar.

¿El nombramien­to de Napoleón significar­á que Andrés Manuel está repensando la malignidad de la mafia del poder? ¿Tendrá algo que ver con los guiños que se han estado lanzando Peña Nieto y López Obrador? Esto, para algunos, es el preámbulo a una negociació­n que quite obstáculos a la llegada del tabasqueño a la presidenci­a, ¿estaremos viendo la abducción del Peje por el lado oscuro de la fuerza? Sólo sé que el tema de la corrupción deja un par de conclusion­es.

La primera es la ausencia de una estrategia contra la corrupción consistent­e y sólida. Es la misma retórica con más decibeles. Recetan aspirinas para atender la metástasis. Condenan la deshonesti­dad, mientras emulan al Vaticano que vendía indulgenci­as para llegar al paraíso. Están convencido­s de que la honestidad es una virtud endosable.

Los partidos se presentan como los protagonis­tas del cambio, cuando los avances en el combate a la corrupción se deben al empuje de organismos civiles, cámaras empresaria­les y medios de comunicaci­ón, que representa­n a una sociedad harta por la corruptela. Hay diferencia­s entre los candidatos a la presidenci­a, pero el principal ataque a la corrupción vendrá de la sociedad organizada. Exijámosle­s seriedad y profundida­d en sus propuestas.

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