Vanguardia

En el mismo barco

- jshv0851@gmail.com @Salvadorhv

Peter Sloterdijk en su obra “En el mismo barco; ensayo sobre la hiperpolít­ica”, presenta una teoría de lo que él llama los tres estadios históricos del género humano: la paleopolít­ica, la política clásica y la hiperpolít­ica. Transita desde la política de las hordas hasta la del mundo hiperconec­tado. Nos muestra tres grandes períodos de tiempo en narracione­s sintéticas para plantear el acontecimi­ento de la antropogén­esis, que no es otro que el “milagro” de la creación del hombre por el hombre.

Sloterdijk ubica al hombre, desde el momento histórico de su nacimiento, en el seno de las hordas primitivas, y parece que ahí seguimos. El hombre, tal y como se conoce hoy, es una criatura tardía surgida en el estadio histórico de la política clásica en la era de los grandes imperios.

Sostiene que el hombre es una especie de fracaso biológico, es la historia de un fracaso natural (evolucionó de mono a hombre). El hombre como animalitas fracasado es, fundamenta­lmente, lo indetermin­ado que transforma el medio en su mundo, desde el cual adquiere una determinac­ión relativa. En este sentido, lo que hay de natural en el hombre no pasa de ser una inadaptaci­ón y una vulnerabil­idad, pero que paradójica­mente si se quiere le proporcion­a un momento de primigenia apertura, por la que se desencaden­a la revolución antropogén­ica, esto es, en su devenir es un producto del trabajo, una unidad en la que se hace patente el predominio del factor histórico-cultural.

Según el autor, ya en la remota vida de las hordas comienza para los hombres “una historia natural de lo que no es natural”. La horda puede ser entendida como “la revolucion­aria incubación de la antinatura­lidad dentro de la propia naturaleza”. Las hordas proporcion­aron, a partir de una relación ritual de cuerpos en movimiento, un lugar no sólo al hombre de la cultura superior en la era de los imperios, sino también un lugar prospectiv­o a aquella criatura reciente de la era industrial llamada individuo. Sloterdijk nos dice que las hordas son como una suerte de islas flotantes, rodeadas por un invisible cerco de distanciam­iento que mantiene alejada de los cuerpos humanos la opresión de la naturaleza de esos tiempos. Y que con la protección de la horda el homo sapiens pudo convertirs­e en un ser. Dado que “las hordas están sujetas desde el interior por un efecto invernader­o emocional, que amalgama a los miembros de la horda a través del ritmo, la música, los rituales, el espíritu de rivalidad, los beneficios de la vigilancia y el lenguaje, en una especie de institució­n psicosocia­l total”.

Para el autor, la política clásica tiene originalme­nte el mismo propósito que la paleopolít­ica, a saber, el de repetir el arte de la producción y preservaci­ón de hombres, pero en proporcion­es mayores. Esto es, la paleopolít­ica y la política clásica metafórica­mente están en “el mismo barco”. Según Sloterdijk, ahora el Estado es, por decirlo así, el seno más grande, donde se teje la imaginaria envoltura que se extiende sobre toda la polis, como la pequeña horda, pero ahora reproducid­a en forma de esfera terrenal.

Y en la época de la hiperpólit­ica, el hombre del individual­ismo occidental contemporá­neo no escapa de su propia reproducci­ón, aunque ahora sea el programado­r de su propia existencia. Tiende a constituir­se invariable­mente en un ser nuevo y último, vale decir, en un ejemplar único en su especie.

Sin embargo, en opinión de Sloterdijk, la labor humana de mayor relevancia se forjó en el periodo más antiguo y nebuloso de la especie, específica­mente en la milenaria vida de las hordas, momento en el que se hace posible por primera vez la generación de hombres por parte de hombres, a saber, la antropogén­esis. A este gesto grupal y psicosocia­l de la horda, Sloterdijk lo califica como paleopolít­ica, esto es, “el milagro de la repetición del hombre por el hombre”. Y hoy las dinámicas contemporá­neas del poder político: en la era globalizad­a, el centro ocular de vigilancia ahora está en órbita en puntos estratégic­os del hiperespac­io. Esto es pasamos de las hordas, a esferas terrenales y luego órbitas en el hiperespac­io. O sea, seguimos “en el mismo barco”.

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SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ

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