Vanguardia

Qué tiempos aquellos

- @marcosdura­nf

Hace algunas semanas se cumplió un aniversari­o más de la muerte de Luis Alberto Spinetta “El Flaco”, músico argentino pertenecie­nte a una época fundamenta­l en la historia musical latinoamer­icana. El “Flaco”, hijo de un cantante de tangos, formó el grupo de rock “Almendra”, es considerad­o como un icono y dueño de una sensibilid­ad excepciona­l, y autor de una canción inolvidabl­e: “Todas las hojas son del viento”.

Al rememorar al “Flaco” me vinieron recuerdos de Saltillo y México, que ya jamás regresarán. Era la década de los ochenta cuando por primera vez supe del “Flaco” Spinetta. Lo descubrí a través de la estación de radio 94.7 de la banda de FM que programaba música sin anuncios las 24 horas. Los límites de Saltillo terminaban entonces hacia el norte, en la glorieta de Venustiano Carranza; el Periférico Luis Echeverría se recorría en dos carriles; existía y funcionaba el mítico reloj de la Ford y la ciudad era dividida por las vías del tren en Emilio Carranza. Las fuentes de empleo eran en aquel tiempo General Motors, la Internatio­nal Harvester y el Grupo Industrial Saltillo.

Para los jóvenes, los fines de semana consistían en ir a la Vaca Pinta que cerraba hasta las ¡12 de la noche!, asistir los domingos a la Iglesia de Fátima, con regaño del padre Usabiaga incluido, e ir a comer con los amigos a las Giovanni pizzas, las MM o a la Posta.

No fallaban los paseos por la de “Victoria”, reunirse afuera del Martin’s para después terminar en la colonia Latino. Como muy pocos amigos tenían carro, caminar era un ejercicio frecuente, y lo hacíamos sin el miedo de sufrir un levantón o de quedar en medio de una balacera. El terror máximo lo ejercían algunos alumnos de la Narro, cuya máxima provocació­n era gritar algún improperio a las jovencitas desde las ventanas de sus camiones, un juego de niños en la actualidad.

Saltillo y México eran lugares seguros, y nuestra única preocupaci­ón era sólo vivir la vida con intensidad. Muchos años después fue retirado del bulevar Venustiano Carranza, frente al Tec de Saltillo, un anuncio que informaba a los visitantes la población total de la ciudad: 180 mil habitantes.

En el Saltillo de los años ochenta, dominado hasta entonces por música de rondallas, surgieron grupos de rock en español de gran calidad. De los mexicanos destacaban Caifanes, Cecilia Toussaint, El Tri, Bon y los Enemigos del Silencio, Kenny y los Eléctricos, Los Amantes de Lola, Maldita Vecindad, Botellita de Jerez y Sombrero Verde, hoy Maná.

La invasión extranjera estuvo a cargo de grupos españoles como Hombres G, que con David Summers gritaba a su rival de amores “Sufre Mamón”. A ellos siguieron Nacha Pop, Mecano, El Último de la Fila, Radio Futura, La Unión, Toreros Muertos y su “Agüita Amarilla” y Duncan Dhu. Recuerdo como si fuera ayer a los Hombres G en el estadio Madero, y a la gente con su encendedor cantando todos a una misma voz la canción “Temblando”. Hoy ese mismo ejercicio también se hace, pero con la luz de los celulares.

Después de los españoles llegaron argentinos como Miguel Mateos, Fito Páez, Charly García, Andrés Calamaro, El “Flaco” Spinetta, Enanitos Verdes, Fabulosos Cadillacs y, por supuesto, la calidad musical de Soda Stereo y Gustavo Cerati, quien no murió, sólo sueña el sueño de la vida.

La música se escuchaba entonces en los prehistóri­cos discos LP, cuya capacidad no excedía de 12 canciones, y en cassettes de 60 minutos ininterrum­pidos de contenido musical, una proeza en ese tiempo. Hoy, ambos dispositiv­os de almacenaje musical palidecen frente al ipod de 8 mil canciones y más de ocho días seguidos de música, o al Spotify que nos programa las canciones que quisiéramo­s escuchar.

Termino este artículo con la nostalgia de tratar de entender si todo tiempo pasado fue mejor y con la estrofa de la canción “Aún sigo cantando” de Enanitos Verdes, que honra una época que ya jamás volverá y que inmortaliz­a el talento de un músico como Spinetta: “Te acuerdas qué tiempos aquellos, qué tiempos aquellos, en donde todo era un buen motivo para decir te quiero. Que le habrá pasado a la vida, que sin quererlo ya ni me acuerdo, cuando con mi viejo iba a la cancha a ver aquel Atlético. Te acuerdas del ‘Flaco’ Spinetta, cuando cantaba, todas las hojas son del viento, ahí toda nuestra filosofía que era sólo ser rockero”.

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MARCOS DURÁN FLORES

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