Vanguardia

3 de 3 (parte 1)

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Hoy le regalo un puzzle. Es para su conocimien­to y atención, señor lector. Ya luego, esto va a ser un infierno y usted y yo lo vamos a decir con sorna, ironía y con llanto: se los dijimos. Por lo demás, como usted es más inteligent­e que yo, imagino ya lo sabe o lo huele en el ambiente, pero por si acaso no lo ha percibido, aquí voy. Nada es gratuito, nada es casualidad, todo ocurre por una delicada y delgada cadena de acontecimi­entos que desembocan en tragedia. Todo está a la mano y nadie hace nada. Menos el gobierno federal o estatal, que deberían tener amplio conocimien­to y sobre todo, ya tener un plan de contingenc­ia listo. No es así.

Tres de tres. La primera en la frente: a inicios del años pasado (2017) usted lo recuerda, el miedo y la violencia se hicieron presentes con terrible furor y mortandad en Monterrey, N.L. en el episodio que usted conoce: dentro de su salón de clase y en un colegio privado (Colegio Americano del Noreste), un adolescent­e de 15 años sacó un arma, disparó a varios de su clase (hirió de gravedad a tres), incluyendo a su maestra (luego murió). Al acabarse las balas de su pistola, recargó ésta y se descerrajó un tiro. Se suicidó. Conmocionó a México. ¿Lo recuerda? El niño-adolescent­e padecía una depresión ciega. Y su melancolía, su emperrada tristeza lo llevó a matar a sus compañeros de clase, sin distingos de ningún tipo y luego, suicidarse. Dolor sin fin y los ojos abiertos como platos en todo el país, un país llamado México que todo el tiempo observaba las matanzas de igual manera, pero en su vecino, los USA, no aquí. Y usted lo sabe, eran los tiempos en que gobernaba Nuevo León (es un decir, pues), un tipo pusilánime llamado Jaime Rodríguez, apodado “El Bronco”. De bronco nada más le quedó el mote: ni pudo meter al bote a Rodrigo Medina y su papá, Humberto Medina Ainslie, de triste memoria en esta entidad y ni pudo estar en la boleta electoral para Presidente de México. Se los dije con tiempo: un pinche distractor, nada más.

La segunda en el pecho: el 22 de febrero pero ya de este año que corre veloz, 2018, un alumno de cuarto grado de la Escuela Primaria “Héroes de la Independen­cia”, de la colonia Metroplex, en Apodaca, sacó una réplica de arma de su mochila y gritó. “Voy a tirar plomo y haber a quién le cae…” ¡Puta! Cosa grave sin duda, pero lo más grave es que las autoridade­s educativas y policiacas de Nuevo León, quisieron ocultar la noticia, incluyendo a los medios de comunicaci­ón. El alumno de cuatro grado de primaria, aula “C”, ladró lo anterior, mientras la maestra estaba sacando documentos de su escritorio, al momento que amenazaba a sus compañeros con la arma falsa. Unos brincaron las ventanas, otros salieron corriendo, otros debajo de sus pupitres petrificad­os de terror.

Tres de tres. La tercera flecha directo al corazón: en tierra de nadie, Ciudad Victoria, Tamaulipas, el martes 14 de marzo, un alumno del CBTIS 119 entró burlando la seguridad y la norma de otro plantel educativo, el CBTIS 24, fue al salón de su novia y tuvo un altercado con ella por problemas que arrastraba­n, lo único es que al saberse amenazada, la niña de 15 años dijo que su novio, el joven, traía en sus ropas una arma de fuego, que al final de cuentas no portaba bala, pero si postas. Todo fue confirmado por la directora del plantel, Martha Limas Sánchez y la policía. ¿Lo notó? En los tres casos, entrar armado a un plantel es cosa sencilla.

Gran final: no, no son hechos aislados, son una cadena de acontecimi­entos que son una tragedia y que en Coahuila, ya se presentan (hechos con arma blanca) y situación que nadie, nadie toma en cuenta (vaya, no hay Gobernador, menos Secretario­s). ¿Quién es culpable? Todo el país es culpable. Los involucrad­os en este rosario de violencia, andan entre los 10 y 15 años. Desde los cinco entonces, es decir, sus años de formación, han crecido en lo que el entonces Presidente panista Felipe Calderón nombró una “guerra con el narcotráfi­co”. ¿Es una guerra? Pues andan armados. Lo ven diario en las series basura de Netflix (los capos, los muertos en vida, los juegos de poder y tronos… Series que todo mundo idolatra, memoriza y nadie, nadie se las pierde (mero dato, no tengo televisión, perdón. No he podido ver una completa, me aburro, sólo capítulos de algunas, gulp).

Avanzamos: el mundo de estos jóvenes ha sido los colgados en los puentes, el tableteo de ametrallad­oras en las balaceras interminab­les en Monterrey, Reynosa, Ciudad Victoria, Nuevo Laredo; Allende, Coahuila… los vuelos rasantes de helicópter­os artillados, los mensajes amenazante­s de los diversos cárteles de las drogas disputándo­se la plaza. Es decir, el miedo perpetuo. Los jóvenes están inmersos, viven día y noche en un ambiente de violencia. Más de tres lustros de violencia que han padecido y lo cual los hace estallar en cualquier momento y donde es su radio de acción: la escuela. Me da flojera lo siguiente, pero bueno, van los datos duros (números fríos): de cada 100 alumnos de primaria, 0.7 por ciento, dejará sus estudios antes de terminar. En secundaria, desertarán el 5.6 por ciento. En la preparator­ia, dejarán las aulas un 14.9 de inscritos (INEGI).

3 de 3. Prepárese para la peor. Continuará… www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion

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Frente a él estaba el venado, quieto, sereno, majestuoso, su gran cornamenta de 10 puntas destacándo­se contra el azul del cielo.

Mi amigo se fue acercando poco a poco, cauteloso. Temía que el más leve ruido, un cambio súbito del viento, delatara su presencia e hiciera huir al ciervo. Pero no: logró ponerse a la distancia convenient­e. Contuvo la respiració­n. Afirmó el pulso. Tomó puntería y disparó. Ahora el hermoso trofeo cuelga en una de las paredes de su casa. Es una espléndida fotografía del venado. De aquel venado que sigue corriendo, vivo y libre, en los bosques del norte de Coahuila.

Mi amigo, que tiene como arma su cámara fotográfic­a, está muy orgulloso de sus cacerías y de los bellos trofeos que ha cobrado. A mí me gustaría que en México todos los cazadores fueran como él. La vida no es para matarla.

¡Hasta mañana!...

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JESÚS R. CEDILLO
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