Discordancia entonada
Como un concierto en el desconcierto.
Como una entonada nota en medio de la discordancia. Sin anacronismo pero con gran sentido de memorial y sobre todo de misterio intemporal actualizado al presente. Así aparecen hoy, en nuestra época, la cruz sangrante y el sepulcro vacío, la muerte redentora y la esperanzadora resurrección.
Taladrando la costra de folclor, de costumbrismo, de adherencias untadas de “cultura” y “civilización” y todas las vegetaciones que han crecido alrededor de la cepa original, se descubre el misterio encerrado en un versículo de Juan: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que quien crea en Él no muera sino tenga vida eterna”.
Y lo dice ese Hijo único, metido ahora en la aventura humana, frente a Nicodemo, el fariseo político y maestro en Israel, que lo entrevista sigilosamente de noche, impresionado por las obras prodigiosas que ha visto del rabí de Galilea.
“Amor, Dios, mundo, entrega, hijo, creer, muerte y vida eterna”. Son palabras que no hacen acorde con el habitual lenguaje contemporáneo, centrado en “poder, tener y placer”. Poder que quiere llamarse político, tener que no deja de ser corrupto y placer de monte, playa, y hotel de lujo.
El hijo cumple una misión con fidelidad: proclamar y anunciar... con obras y palabras, un reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz. Su palabra es considerada blasfemia y el reino es visto como sedición contra el César. Se le condena injustamente por supuesto delito político y por falso pecado religioso.
Jesús es ahora la piedra rechazada por los constructores y que será, después de su victoria sobre la muerte convertida ya en Pascua, la piedra angular, central, que le da al arco redentor toda su consistencia.
En el bullicio y algarabía del mundo resuena esta nota de amor divino que despierta la fe humana. Nota de amor al mundo que es Creación y a la Humanidad que recibe salvación. Ese amor lo expresa el Padre entregando al Hijo. Muere inocente para dar vida a los culpables que ya podrán ser perdonados. En su resurrección regala, a quienes crean, una eternidad de vida gloriosa y plena con el Padre Creador el Hijo salvador y el Espíritu santificador.
Será posible en la tierra un mundo nuevo y una humanidad mejor en que resuene el verdadero concierto dirigido por amorosa batuta divina acallando las estridencias...