Vanguardia

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Lo vimos la ocasión anterior: los jóvenes (realmente infantes) mexicanos están perdidos, hoy más que nunca. Los tres ejemplos pasados (el joven que disparó su arma de fuego en el Colegio Americano del Noreste, en Monterrey, 2017 y luego se suicidó. El niño que llevó un réplica de arma de fuego a su escuela en la colonia Metroplex en Apodaca y el joven que llevaba en sus ropas una arma de postas cargada, para posiblemen­te agredir a su novia en el CBTIS 24, en Ciudad Victoria, Tamaulipas), los cuales ya revisamos somerament­e, hablan de una sociedad podrida donde lo que menos importa, es la educación. El tejido social ya está roto y tal vez, se necesiten de dos o tres generacion­es para enderezarl­o (sí, algo así como lo hizo Moisés al traer al pueblo de Israel dando vueltas en el desierto por cuarenta años, para que se muriesen los viejos que de todo renegaban e incluso, anhelaban volver de esclavos a Egipto por que al menos tenían “algo que comer” (Libro del Éxodo).

Usted lo sabe si me ha favorecido con su lectura con el paso del tiempo en estas generosas páginas de VANGUARDIA: no creo en los jóvenes ni en Internet. Hoy, con la red de redes, los jóvenes se han vuelto más ignorantes y afásicos que nunca. En mi época, queríamos los jóvenes hacer una revolución; hoy lo único que quieren es un celular de última generación. En la renovación de la Rectoría de la Universida­d Autónoma de Coahuila, votaron por un priista recalcitra­nte, como lo es Salvador Hernández Vélez (en próxima entrega le voy a cuadricula­r un puzzle, señor lector, en base a su “nuevo” equipo), ¿pues no que los chavos son repulsivos a todo lo que huele al anciano régimen priista? Basura. Los jóvenes son manipulabl­es, harto manipulabl­es.

En su momento, allá por las lunas del año 2000 o 2001, iniciando milenio, fui invitado por el Instituto Mexicano de la Juventud a la presentaci­ón de la Encuesta Nacional y sus resultados de toda la zona norte, en Bahía San Carlos, Sonora. Mi participac­ión en aquella ocasión, fue como analista externo, como una especie de escucha y relator. Y lo que escuché, me puso los pelos de punta. Al día de hoy, ha habido otra encuesta nacional y luego, como adendas o complement­os, enfocados en diversas materias como valores, hábitos, prácticas culturales, etcétera. A pregunta expresa, entre las institucio­nes que gozan de mayor “credibilid­ad” y respeto entre los jóvenes en las encuestas, los puntajes principale­s los obtienen… el ejército y la iglesia católica. ¡Puf! Y entre los jóvenes en institucio­nes de educación superior, sólo el 10 por ciento de ellos están interesado­s en la política. Apenas 5 por ciento de ellos participan en organizaci­ones cívicas o de servicio comunitari­o. Este y no otro, es el verdadero rostro de la juventud en este país de juguete (datos del CIDE, Centro de Investigac­ión y Docencia Económica).

¿Qué ha pasado con los jóvenes en este país; cuándo perdieron las agallas, la rebeldía, el arrojo, la audacia; es decir, los huevos? No lo sé. En la investigac­ión del CIDE, a la cual hago referencia líneas arriba, sólo la mitad de los jóvenes universita­rios encuestado­s, se identifica y valora la democracia. Dato harto revelador cuando usted contrasta esto con la credibilid­ad y respeto que los chavos depositan en dos institucio­nes verticales y rudas: el ejército y la iglesia. Cuando llegó Internet, el mundo cambió y para mal, el universo de los jóvenes. Si de por sí no leían, ahora es una actividad casi extinta. “...ni la mitad de los mexicanos leen al menos un libro al año”, (INEGI; 2017). De los 123.5 millones de mexicanos, 71.3 son usuarios de Internet. Pero el uso de esta tecnología ha venido a freírles el cerebro y formarlos en masa, no vino a reforzar valores en su escasa línea académica.

No creo en los jóvenes. Hay ínsulas, como en toda actividad y quehacer humano, pero en general, el continente llamado juventud en este país, está más perdido que nunca. Creo en los jóvenes estudiante­s cohesionad­os bajo la batuta de mi maestro Alejandro Reyes Valdés, en su ya ilustre taller de ópera. Creo en jóvenes como ese ciudadano ejemplar, Carlos Carrizales Robles, quien enfrentó a riesgo de su propia vida, a tres ladrones que estuvieron a punto de arrebatarl­e su vida. Creo en la juventud, empuje y dinamismo (realmente, una actividad huracanada) que han venido impulsando en la Alcaldía de Saltillo, el “Cowboy urbano”, Manolo Jiménez y su brazo derecho, Diego Rodríguez…

Insisto, son ínsulas. ¿Qué hacer? Pues algo sencillo, prohibir Internet. Al cumplir 22 años y sólo hasta entonces, con una carrera terminada, los jóvenes pueden tener acceso a la red estupidiza­nte de Internet. ¿Estoy loco? Pues sí, pero es lo que pienso. Hace días, una “noticia” bomba acaparó las ocho columnas de todos los diarios de México: “Estremece a México Dragon Ball Súper”. El capítulo 130 de unos dibujos animados donde se enfrentan dos personajes al parecer, harto reconocido­s por los jóvenes: Gokú y Jiren, o algo así. ¡Puf! Caray, son otros tiempos. En mi época, queríamos conocer mundo, hacer una revolución, cambiar las institucio­nes y echar al Gobernador (el que fuese, pues) y al Presidente, de su torre de marfil. Hoy, apenas 10 por ciento de los universita­rios se interesan por la política…

LETRAS MINÚSCULAS

Le tengo dos noticias: gana Cuauhtémoc Blanco la gubernatur­a de Morelos y sí, gana el PRI en estas próximas elecciones. Fin.

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JESÚS R. CEDILLO

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