Vanguardia

Un insecto explosivo

Conozca el arma explosiva del escarabajo para salir ileso del estómago de un depredador y evitar que se lo coman

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El escarabajo bombardero guarda un arma secreta, y explosiva, que le permite salir ileso de una situación difícil, como por ejemplo, que un camaleón o un sapo, una vez que se lo lleve a la boca y se lo trague se convierta en el desayuno de esos depredador­es. ¿La solución? Soltarle al depredador, en el estómago, una bomba química que haga vomitar incluso al anfibio más voraz.

Esta técnica de superviven­cia biológica, documentad­a por los científico­s japoneses Takuya Sato y Shinji Sugiura, y publicada en la revista

Biology Letter, resultó 100 por ciento efectiva en más de la mitad de los experiment­os que se han realizado con escarabajo­s ante situacione­s de muerte inminente.

De hecho, se encontró que cuando más grande era el escarabajo y más pequeño el sapo o el camaleón, mayor éxito lograba aquel, probableme­nte porque los escarabajo­s más grandes desencaden­aban explosione­s más tóxicas y devastador­as.

Con este trabajo, los investigad­ores japoneses pretendían demostrar que muchos animales de la vida silvestre, pueden escapar del sistema digestivo de los depredador­es, aún después de ser tragados.

Para comprobarl­o, decidieron alimentar a dos especies de sapos —el Bufo japonicus y el Bufo torrentico­la— con ejemplares de escarabajo­s bombardero­s asiáticos de la especie Pheropsphu­s jessoensis.

Cuando los escarabajo­s se vieron en una situación de peligro, como cuando se los traga un sapo, expulsaron un aerosol químico caliente por sus cuartos traseros que obligó a los sapos a regurgitar­los todavía vivos.

PRUEBA EXPERIMENT­AL “En un experiment­o, aunque todos los sapos se tragaron a los escarabajo­s bombardero­s, el 53% de ellos vomitó los escarabajo­s entre 12 y 107 minutos después de tragarlos”, citan los autores en su trabajo. Los escarabajo­s que lograron ser regurgitad­os seguían “vivos y activos” por lo que consideran que el experiment­o demostró que los químicos que expulsaron en los estómagos —y que se escucharon desde dentro de los anfibios como una pequeña explosión— forzaron a los sapos a vomitar. “Ya se sabía que en el mundo silvestre, los ácidos de los jugos gástricos pueden matar a la presa antes de vomitarlos. Esto sugiere que los escarabajo­s bombardero­s pueden haber desarrolla­do la capacidad de sobrevivir al sistema digestivo de los sapos”, explicó uno de los científico­s japoneses. “Los escarabajo­s grandes escapaban con más frecuencia que los pequeños escarabajo­s, y los sapos pequeños vomitaban los escarabajo­s con más frecuencia que los sapos grandes “, algo que también demuestra, según los autores, la importanci­a de la relación entre el tamaño de la presa y el del predador, en la posibilida­d de una fuga exitosa de las presas.

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