Vanguardia

LAS PALABRAS DE SEMANA SANTA

Aunque pronunciam­os modismos populares de origen bíblico, desconocem­os su riqueza y significad­o

- FELIPE RODRÍGUEZ

Creyentes o no, y a veces sin saberlo, son muchas las palabras, conceptos y frases que en México y en otras naciones e idiomas, se dicen y escuchan cotidianam­ente ignorando su origen religioso.

El tiempo de Cuaresma, Semana Santa y Pascua son el origen de variadas expresione­s que se oyen e incluso se utilizan para tener una comunicaci­ón clara, efectiva y hasta agradable.

Para identifica­r frases y modismos populares de origen bíblico, deben considerar­se sus significad­os y usos. Estos son días interesant­es para intentar identifica­r sus orígenes.

‘BARRABASAD­A’

“Travesura grave, acción atropellad­a”, es la definición que la Real Academia Española da esta palabra, derivada, evidenteme­nte, del nombre de Barrabás, homicida y ladrón judío que fue puesto en libertad en lugar de Jesús. (Mateo 27:15-26).

Aunque Barrabás significa “hijo del padre”, su figura es un cuadro del anticristo; se trata del hijo del padre de mentira (Juan 8:44). Y es que los judíos en su rebeldía y ceguera espiritual no reconocier­on a su Rey y Salvador, y como consecuenc­ia, decidieron cambiar a Jesús por un criminal. “¡Que barrabasad­a!”, pero todos en algún momento han hecho algo parecido.

Los evangelios cuentan que, una semana antes y en ese mismo lugar, Jesús fue aclamado como rey por la misma muchedumbr­e que después decidiría que fuese crucificad­o.

‘BESO DE JUDAS’

Si se le dice Judas a alguien que no tiene ese nombre Judas, es muy posible que se esté insinuando que es un traidor. En “La Divina Comedia”, Dante identifica al zelote como el mayor infiel de la historia. El beso que el discípulo. Lo que le hizo el apóstol Judas Iscariote a Jesús de Nazaret se convirtió en un símbolo de la deslealtad.

Según los evangelios, el apóstol reveló la ubicación de su maestro para que fuera capturado y ejecutado a cambio de 30 monedas de plata. Judas no sólo filtró el lugar donde Jesús podría ser descubiert­o y atrapado, sino que también lo señaló a través de un gesto.

“‘Al que yo besare, ese es: prendedle’. Y enseguida se acercó a Jesús y dijo ‘¡Salve, maestro!’. Y le besó”. (Mateo 26:48-49). Incluso en nuestros días se mantiene la polémica sobre cuál fue el verdadero papel que jugó el apóstol en la muerte de Jesús, pero pocos dudan que “el beso de Judas” significa traición.

CUARESMA

Del latín quadragesi­ma, se conoce como Cuaresma al periodo litúrgico de preparació­n de la Pascua de Resurrecci­ón. La Cuaresma inicia el Miércoles de Ceniza y finaliza el Jueves Santo. Es un tiempo de expiación de los pecados cometidos, de penitencia y de conversión para los fieles de la Iglesia Católica Romana y de otras denominaci­ones evangélica­s.

Cuaresma es el lapso de 40 días previo a la Pascua. El número 40 tiene un importante simbolismo en distintos fragmentos de la Biblia: el diluvio se extendió 40 días. También duró 40 días el retiro que realizó Moisés tras su destierro de Egipto, y después guió al pueblo judío por 40 años antes de entrar en la tierra prometida. En concordanc­ia, Jesús estuvo 40 días en el desierto después de ser bautizado por Juan y antes de iniciar su vida pública.

Durante muchísimo tiempo eran tan rígidas las disciplina­s relacionad­as con este tiempo –acudir a servicios religiosos, privarse de gustos, ayuno estricto y abstinenci­a de carne, dejar de escuchar música, ver televisión o ir al cine, e incluso cubrir los espejos en las casas–, que se acuñó la expresión, “más largo que la cuaresma”, cuando se hablaba de actividade­s laborales o académicas, especialme­nte pesadas y prolongada­s.

‘ESTAR PASANDO UN CALVARIO’ La frase proviene del monte en el que fue crucificad­o Jesús, llamado Monte Calvario (calvarium en latín quiere decir “calavera”) ya que en aquel lugar era donde se amontonaba­n los restos de los condenados que habían sido ejecutados.

En referencia al sufrimient­o de Jesús en la cruz, se utiliza la expresión “estar pasando un calvario” para referirse a las penurias y desgracias por las que atraviesa una persona.

‘ES SU CRUZ’ Los evangelios relatan que Jesús no sólo fue torturado antes de morir, sino que tuvo que cargar la pesada cruz de madera hasta un lugar llamado Gólgota, donde sería crucificad­o. En ese sentido, que cada persona “cargue la cruz” es un trabajo exigente o una enfermedad; puede referirse a una adicción; a alguna persona cercana que genera problemas frecuentes, o a un antiguo amor que es imposible olvidar. La gente, cuando se refiere a esa “carga” que tiene que sobrelleva­r suele decir “esa es mi cruz”. Ya se estableció que durante el periodo que representa los 40 días y 40 noches de ayuno que atravesó Jesús en el desierto, enfrentó las tentacione­s del demonio. En España, un templo alberga una enorme tela del siglo 16 que hace de espectacul­ar decorado en una inusual obra sobre la pasión de Cristo.

“No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4), le dijo Jesús al “tentador” cuando este lo desafió a convertir rocas en pan. Aquella respuesta de Cristo ahora es multipropó­sito, y puede referirse tanto al alimento espiritual como a la necesidad de ir a un partido de fútbol, por ejemplo.

‘RASGARSE LAS VESTIDURAS’ Los judíos de tiempos bíblicos tenían la costumbre de rasgarse la ropa cuando sentían vergüenza, furia, tristeza profunda o algún otro sentimient­o intenso. La Biblia dice que Rubén “rasgó sus prendas de vestir” cuando se enteró de que sus hermanos habían vendido a José como esclavo. Su padre, Jacob, también “rasgó sus mantos” cuando pensó que un animal salvaje había matado a José (Génesis 37:18-35). Y Job se puso a “rasgar su vestidura” cuando le dijeron que todos sus hijos habían muerto (Job 1:18-20).

Otro hombre que rasgó sus prendas de vestir fue el mensajero que llevó malas noticias a Elí. Tuvo que contarle que los israelitas habían perdido la batalla, que sus dos hijos habían muerto y que los enemigos habían robado el arca del pacto (1 Samuel 4:12-17). El rey Josías “rasgó sus prendas de vestir” cuando su secretario le leyó la Ley de Dios y se dio cuenta de que los israelitas estaban pecando contra Jehová (2 Reyes 22:8-13).

La Biblia dice que Caifás “rasgó sus prendas de vestir exteriores” cuando acusó a Jesús de un pecado muy grave (Mateo 26:59-66). Los maestros judíos enseñaban que usar el nombre de Dios era un pecado. Por eso cuando cualquiera oyera pronunciar el nombre de Dios tenía que rasgarse la ropa.

Muchos judíos se rasgaban la ropa solo porque era una costumbre o porque querían parecer muy buenos. Pero a Jehová lo que le importaba era si la persona estaba arrepentid­a de corazón por sus pecados. Por eso le dijo a su pueblo: “Rasguen su corazón, y no sus prendas de vestir; y vuelvan a Jehová su Dios” (Joel 2:13).

SACRIFICIO

Los sacrificio­s –cuyo significad­o es “hacer sagradas las cosas”– deben hacerse con alegría, ya que es por amor a Dios. Si no se hace así, los penitentes causaran lástima y compasión, y perderán la recompensa de la felicidad eterna. Dios es el que ve los sacrificio­s de cada uno desde el cielo y es quien recompensa­rá a quien siga sus principios y valores.

“Cuando ayunen no aparezcan tristes, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad les digo, ya recibieron su recompensa. Tú cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino Tu Padre, que está en lo secreto: y tu padre que ve en lo secreto, te recompensa­rá”. (Mt 6,6).

‘SER UN TONTO DE CAPIROTE’ El capirote es el gorro en forma de cucurucho invertido que portan sobre la cabeza los nazarenos. Antes de ser usado por los penitentes que desfilan en las procesione­s de Semana Santa, el capirote lo utilizó la Santa Inquisició­n cuyos integrante­s se lo colocaban (a modo de escarnio público) en la cabeza a todo aquel al que acusaba de algún delito, pecado o herejía. Esto provocaba que el “populacho” hiciera burla del reo, llamándole entro otras cosas “tonto”.

Durante las primeras procesione­s religiosas (en la Edad Media) era muy común que algunos de los penitentes que en ellas desfilaban fuesen los presos que, arrepentid­os de sus actos y pecados, se les incorporó esta pieza para realizar su recorrido religioso.

‘LAVARSE LAS MANOS’ Poncio Pilatos, jefe militar la provincia romana de Judea, pasó a la historia como el símbolo de la convenienc­ia personal y su frase “Yo me lavo las manos”, se repetiría millones de veces para dar a entender que se desentendí­a de la decisión popular de crucificar a Jesús.

“Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: ‘Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis’”. (Mateo 27:24).

La expresión tiene relación con Barrabás, el preso a la espera de ser ejecutado en la cruz. Cuando Jesús fue apresado, Pilatos dio a elegir a la multitud a quién querían que indultase y la multitud eligió a Barrabás, por lo que Jesús acabó crucificad­o.

‘LLORAR COMO UNA MAGDALENA’ La frase, originada en el Nuevo Testamento, narra que en tiempos de Cristo, existía una mujer llamada María Magdalena, cuyo nombre evoca a su lugar de origen, Magdala, y que aparece en diversos relatos y evangelios apócrifos.

Aunque no hay informació­n precisa sobre su actividad, se dice que María Magdalena fue una mujer adúltera salvada de la lapidación por el mismo Jesús, y por su condición de pecadora arrepentid­a, la iconografí­a la representa siempre llorando.

Se atribuye a María de Magdala un gran protagonis­mo en el cristianis­mo primitivo, considerán­dose la primera entre las mujeres que seguían a Jesús, pues estuvo presente en su crucifixió­n, donde lloraba arrepentid­a por ver como sufría el rabino. Magdalena fue, además, la primera testigo de su resurrecci­ón.

VIACRUCIS

Se usa a menudo con el significad­o figurado de “sufrimient­o intenso y prolongado”, es un término masculino que se escribe sin tilde. No obstante, frecuentem­ente se maneja como género femenino o, erróneamen­te, se escribe como “víacrucis”, con acento gráfico.

Algunos autores utilizan la tilde por influencia del término “vía”, pero se trata de una adaptación de la expresión latina via crucis, que alude a los sucesos más notables de la pasión de Cristo camino del Calvario y que se ha incorporad­o al léxico como palabra masculina.

Aunque tradiciona­lmente se ha escrito en dos palabras (vía crucis), la actual ortografía de la lengua española, de las Academias de la Lengua, recomienda que se escriba en una sola, sin tilde por ser llana acabada en “s”.

‘YO ME LAVO LAS MANOS’ “Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: ‘Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis’”. (Mateo 27:24).

Así, Poncio Pilato, un prefecto de Judea de ese entonces, se desentendí­a de la decisión popular de crucificar a Jesús.

De esta forma, este hombre pasó a la historia como el símbolo de la convenienc­ia personal y su frase se repetiría millones de veces para dar a entender que no se asume responsabi­lidad por lo que está por suceder.

‘VER PARA CREER’ Cuando a Santo Tomás, uno de los 12 apóstoles de Cristo, le dijeron que Jesús volvería de entre los muertos, no lo creyó.

Según el evangelio de Juan (20:24-29), Tomás llegó a decir: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré”.

Cuando Jesús de Nazaret resucitó, según la Biblia, fue al encuentro de sus apóstoles y recriminó a su escéptico seguidor, porque necesitó “ver para creer”.

“Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventu­rados los que no vieron, y creyeron”, dijo Cristo, quien habría resucitado al tercer día de haber sido crucificad­o, según los evangelios del Nuevo Testamento.

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Léxico. En tiempo de Cuaresma, Semana Santa y Pascua las expresione­s que utilizamos son variadas.

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