Vanguardia

Tres crucificad­os

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La Semana Santa termina con tres crucificad­os en el monte enhuizacha­do de la política mexicana. Espero que no sea el TEPJF el que los resucite. En la cruz, con su corona de transas están a la vista Jaime, Armando y Margarita.

Antes me hubiera dado pena dejarlos morir tras el viacrucis de las candidatur­as independie­ntes. Ahora puedo decir que hasta gusto me da que los dejen bien clavados a su ambición, marcados para siempre por el desprestig­io de su inmoral proceder. Ninguno de los tres merece estar en la boleta; quizá nadie.

Debo reconocer sin embargo, que estoy curándome en salud, porque no crean que el INE y el TEPJF son santitos a los que les pondría veladoras. Son institucio­nes “sanababich­es” pero lo que me reconforta de su actuación es que sus crucificad­os lo son peores.

Los tres crucificad­os traen cuentas mochas. Los tres cometieron delitos electorale­s falsifican­do firmas e inventando ingresos y gastos que no correspond­en a la realidad. Margarita trae diez millones volando. Ninguno de los tres ha brillado por su vocación democrátic­a.

Con los tres tengo experienci­as personales qué contar, y que los retratan de cuerpo entero. No platico de oídas, no esparzo chismes o rumores. Son cosas que viví en como se dice, primera persona del singular.

A Margarita le perdí el respeto desde que su firma apareció en la sentencia que me explusó del PAN en 1995, por haberme atrevido a liderear cambios a los estatutos del partido 1992. Por haber criticado públicamen­te que Toño Lozano aceptara la indignidad de ser Procurador de Justicia en el Gobierno priista de Zedillo, como resultado de una compensaci­ón para que Diego no diera lata en la postcampañ­a de 1994. Le llamaron causarle descrédito al partido.

“El Bronco”, pues qué decir de él. Si todos lo estamos viendo. Sus cuentas chuecas empiezan con las cobijas. Siguen con las firmas falsas y luego con sus triangulac­iones de dinero de pasojo en el camino del caballo, que todos creímos unicornio blanco, alado.

Ríos Píter es otro tipo para llorar. Él de plano quizo alzar vuelo con cientos de miles de firmas desfondada­s. Lo traté una vez y con eso me bastó. Le propuse que la nueva Ley de Competenci­a Económica adoptara un juicio oral en sus procedimie­ntos, al fin que todos los juicios del país estaban dando un paso en esta dirección. Como senador, prometió una audiencia para discutirlo que nunca cumplió. La susodicha ley nació obsoleta. Un malandro rollero, eso es.

Los tres crucificad­os pueden o no ir a la boleta, pero si alguno se colara sería más que milagroso. Que ganaran sería como para materializ­arse en un universo paralelo entre trillones, si acaso.

También guardo una experienci­a respecto a Andrés. Pero esa sería más delante. Tiene qué ver con el supuesto tigre, que para mí es un minino.

Yo por ahora me concentro en el jaguar, el bronco y la serpiente con chal. En su afán por treparse al carrusel de la elección presidenci­al no han sabido salir en la foto sin lucir sus fallas.

Margarita descarga su furia contra Anaya porque ella es miembro de las familias imperiales del PAN. No tolera que un súbdito haya “usurpado” el poder. Está tan amargada que prefiere entregarse al acérrimo enemigo del PAN, que llevar votos al Frente por México. Demuestra que ella y Felipe se merecen el uno al otro y se ciclan en su devaneo de poder. Si ya tuvieron seis años, ¿qué fregados quieren parchar?

Les digo crucificad­os para que les arda más la herida. Para que se sientan víctimas. Para que les cuesten más su pecados. Para que crean que habrá otros que los compadecen. Para que caminen y hagan alaraca juntos en el camino al infierno del descrédito que les espera.

Lamento este experiment­o fallido. México no tiene estadistas. Quizá todos vamos a ir a dar al mismo infierno donde nos espera Andrés, el diablo mayor. Estos crucificad­os aportan almas al satanás tabasqueño; y van adelante por el camino empedrado.

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JAVIER LIVAS

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