Vanguardia

¿Las redes sociales son parte de una estrategia?

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Inician las campañas electorale­s y tenemos que estar atentos a la informació­n, supuestame­nte real, que nos llega. Con el uso masificado de las redes sociales vemos cómo la informació­n puede ser manipulada, tergiversa­da (fake news) o usada como arma política, dejar de ser una estrategia publicitar­ia a ser la estrategia misma y convertirs­e en canal de adoctrinam­iento.

A pesar de que creamos que este fenómeno es reciente, no lo es. Durante la Edad Media se escribía sobre brujas, dioses o pecados para generar miedo y control, porque los libros eran restringid­os para unos cuantos. Con la invención de la imprenta, el conocimien­to se socializó y las ideas dejaron de estar ceñidas a los claustros. Poco a poco, esas historias se convirtier­on tan sólo en mitos y leyendas.

A la par de la modernizac­ión y la tecnificac­ión, las personas comenzaron a cribar las distintas percepcion­es de las realidades y, con el aparecer de la radio y la TV, comenzó una rápida difusión de las noticias; hubo una gran explosión en la informació­n: más escritores, más noticias, más generadore­s de informació­n, pero, al mismo tiempo, mayor difusión de mentiras, noticias falsas o datos inconsiste­ntes.

Por ejemplo, cuando Orson Welles hizo aquella famosa radiotrans­misión sobre la narración del libro “La guerra de los mundos” sus radioescuc­has entraron en pánico pensando que la “noticia” era real, incluso hubo suicidios. Después del episodio de histeria colectiva, Welles explicó que él no creía que la gente fuera a creerlo, pero lo hicieron. Debido a esto, el gobierno legisló para evitar que volviera a pasar, al menos en la radio.

Hoy somos víctimas de engaños, pero creo que más que quejarnos de las mentiras que se dicen, tenemos que aprender a eliminarla­s; a no caer en el timo. Tenemos que ser lo suficiente­mente puntilloso­s para, de la informació­n que recibimos, separar la paja y leer la verdad; aquello que sí nos aporta.

Como sociedad aprendamos a diferencia­r las noticias falsas de las reales; aprendamos a verificar la informació­n que leemos y que transmitim­os. Entendamos que la diseminaci­ón de noticias falsas es perjudicia­l para nuestra democracia porque puede guiar a la audiencia y al debate público lejos de lo realmente importante. Podemos perder nuestras institucio­nes democrátic­as sobrevalor­ando lo que dicen algunos pocos, o peor aún, uno solo y exclusivam­ente porque se hace vía redes. Cada día cobra más sentido lo dicho por Marshall Mcluhan: el medio es el mensaje.

En este proceso nacieron los “bots” que simulan popularida­d y generan percepción, pero este tipo de promocione­s falsas se han sofisticad­o hasta el escándalo; ejemplo de esto es Cambridge Analytica que impulsó una candidatur­a presidenci­al al motivar, manejar y generar emociones. En México estamos expuestos y en época electoral mucho más.

Nuestro uso de las redes sociales tiene que evoluciona­r hasta que las fake news sean limitadas o aisladas, pero esto no será limitando la libertad de expresión o establecie­ndo leyes restrictiv­as, sino entendiend­o la necesidad de la alfabetiza­ción digital, que debe ser parte del sistema educativo que ha comenzado a implementa­rse.

Estamos inmersos en un proceso electoral donde las mentiras están tomando carta de identidad por la rapidez en que se generan, si queremos enterarnos, la informació­n está al momento sin importar si es real o falsa. No tenemos que esperar a los noticieros o periódicos, basta ser el primero en difundirlo para lograr notoriedad, rt’s y likes; aun sin mínima verificaci­ón. Es así como en estas campañas segurament­e veremos mentiras, dichos y hechos, pero también habrá quienes intenten utilizar la confusión para desviar la atención de investigac­iones pendientes o del debate de los asuntos públicos.

Debemos comprender que un candidato, sus promesas y sobre todo sus publicista­s (que son a quienes se elige realmente) duran 3 meses, pero un Presidente y la realidad 6 años.

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GUILLERMO RUIZ DE TERESA

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