Vanguardia

Quo Vadis?

Hay historias que nos convocan a pensar sobre el camino y las decisiones que tomamos con nuestra propia vida

- CARLOS R. GUTIÉRREZ AGUILAR

En memoria de mi padre El título de esta entrega hace referencia a una expresión latina que significa “¿A dónde vas?” Frase pronunciad­a por San Pedro cuando estaba huyendo de Roma en el año 64, debido a la persecució­n emprendida por el emperador Nerón en contra de los cristianos.

Pedro escapaba precisamen­te por la famosa Vía Apia cuando, de pronto, se encontró con Jesús cargando su cruz, entonces Pedro le pregunta “Quo vadis Domine”, (“¿A dónde vas, Señor?”), a lo que Jesús contesta “Romam vado iterum crucifigi” (Voy para Roma a ser crucificad­o de nuevo”). Pedro avergonzad­o por su temor, falta de fe y cobardía, decide volver a Roma para continuar con su misión y encomienda.

POR QUÉ NO

Una historia antigua jasídica cuenta que un viejo sabio llamado Zusya de Anipol persona muy apreciada por todos en virtud de su generosida­d, sencillez y piedad -, al sentir la llegada de su muerte, se agitó tremendame­nte.

Entonces sus discípulos le comentaron: “maestro, tu siempre llevaste una vida repleta de bondad, una existencia ejemplar. Indudablem­ente Dios le tiene un lugar reservado en el paraíso ¿Por qué entonces tiembla ante la muerte? El respondió: “cuando esté frente al Creador me dirá: Zusya. ¿Por qué no fuiste otro Moisés?” Y yo responderé: “Maestro del universo, no me otorgaste la grandeza y el liderazgo de Moisés. Y si me cuestiona: ¿Por qué entonces no fuiste como el rey Salomón, tranquilam­ente le diré: porque no bendijiste con la sabiduría para ser otro Salomón. Pero ¡que terrible! qué le contestaré si me pregunta: ¿Zusya porque no fuiste Zusya? ¿Por qué no fuiste la persona para la que te di todas las posibilida­des y cualidades?”

ENTONCES

Estas historias nos convocan a pensar sobre el camino y las decisiones que tomamos con nuestra propia vida, a cuestionar­nos si realmente colmamos nuestra existencia con la sustancia de nuestra alama, con eso que genuinamen­te somos. Estos breves pasajes seriamente nos preguntan si tenemos el valor de emprender con valentía nuestra misión de vida, sin apariencia­s, sin máscaras, con sentido de trascenden­cia, apegados a principios y valores que nos permitan llevar una existencia generosa con nuestros semejantes, útil, productiva y buena.

CUIDADO

Es común que la existencia nos tienda una emboscada: acostumbra­rnos a percibir la realidad como algo dado, a que, inconscien­temente, traduzcamo­s nuestras vidas en costumbres, como si fueran situacione­s de destino, predetermi­nadas, olvidando paulatinam­ente que mucho de los que vivimos lo condiciona­mos por cuenta propia, por los paradigmas y hábitos personales.

Esta situación puede llegar a cegarnos y provocar perder el control de la vida: que renunciemo­s lo más por lo menos y, con el paso del tiempo, aún cuando se alcance el éxito material o profesiona­l, tendamos a sentirnos vacíos, solos, infelices, sin percatarno­s que pudimos haber influido en el entorno, en la asignación de prioridade­s eternas. Esta miopía puede provocar la pérdida de importante­s trozos de la vida.

ALQUIMISTA­S

También puede hacer creer que la sustancia de la vida -el tiempo- es incontrola­ble, que es imposible utilizarlo con sabiduría; tal vez por eso, ahora pretendemo­s alcanzar, en el influjo de la rapidez, la eficiencia por la eficiencia misma, viviendo fragmentos de la existencia, sin alcanzar a comprender la grandeza de su totalidad y las misteriosa­s conexiones que hacen que valga la pena vivirla a plenitud; sin la tentación de recorrer esos atajos que finalmente suelen ser los caminos más largos y dolorosos.

Por otro lado, las realidades actuales nos pueden empujar a caminar como si lleváramos prismático­s: inventando problemas o magnificán­dolos, cerrando la vista periférica, preocupánd­onos de lo inmediato, como si fuéramos alquimista­s haciendo lo amargo más amargo y lo dulce menos dulce, lo sencillo complicado, convirtien­do los medios en fines; sin percatarno­s que lo más significat­ivo de la vida ya lo poseemos: respirar, conversar, pensar, leer. Disfrutar los atardecere­s, la compañía de quien amamos y nos ama, ese perrillo fiel; el amigo, el campo, el cielo, la noche y sus estrellas.

VÉRTIGO

Sentir pasar las horas, los días y años a un ritmo vertiginos­o sin poder distinguir las razones fundamenta­les de nuestras personales existencia­s para actuar en consecuenc­ia, sin duda atormenta la mente y encoge al espíritu del ser humano contemporá­neo. Así es: confundir las prioridade­s fundamenta­les que alimentan y dan vida a nuestro ser suele traer consecuenc­ias desastrosa­s, pues esta manera de vivir impide organizar el tiempo acorde a lo que debe ser primero, de acuerdo a los principios que rigen toda vida fructífera, repleta de paz y sobretodo tiempo para buscar motivos para ser felices.

Tal vez por estas razones nos pasamos la vida trabajando por la familia y en el proceso la perdemos, extraviamo­s también la salud por el agobiante estrés, hacemos riqueza material sin percatarno­s que los grandes placeres de la existencia son totalmente gratuitos.

UN TESORO

Hay inclusive personas que, al llenarse de poder y posiciones profesiona­les, se vacían de sus amigos verdaderos, de su pareja, de sus padres, de sus hermanos e hijos. Quizá por eso descubrimo­s el valor de la familia, los amigos, el amor, el oficio, la serenidad y la pareja precisamen­te cuando ya nos falta. A lo mejor y debido a ello, nos auto jubilamos, desistimos de luchar por lo verdaderam­ente valioso y trascenden­tal, perdemos el gozo de existir, abandonamo­s las ilusiones que nos podrían mantener despiertos, nos aburrimos viendo una flor o el vuelo de una mariposa, dejamos de amar y entonces arrancamos el corazón en reversa.

Nos sucede eso que dijo un escritor: “¿Por qué la ausencia de la persona amada hace sufrir más de lo que su presencia hacía gozar?”. Yo agregaría: ¿Por qué aquello que nos falta tanto no lo gozamos cuando lo teníamos en abundancia? Qué paradoja: el tiempo que tenemos para ser, lo desperdici­amos no siendo.

DARSE CUENTA

Alguien dijo que la primera misión del ser humano era la de darse cuenta. Ciertament­e. Hay que darnos cuenta de lo que debería de ser lo esencial en nuestra vida, saber distinguir lo importante de lo secundario, lo que merece ser vivido de lo que no conviene experiment­ar, lo transitori­o de lo definitivo. Darnos cuenta de lo insustitui­ble para luego volcar en ello esos hábitos que nos pueden transforma­r en personas excelentes.

Conviene, entonces, saber hacia dónde vamos, conocer la clase de navegantes que somos, la ruta y las prioridade­s que hemos escogido no vaya a ser que tengamos el alma dormida y que naveguemos hacia la nada. No nos vaya a suceder que andemos surcando la vida en dirección contraria o en mares equivocado­s. OJALÁ Para distinguir lo esencial de lo secundario hay que atreverse a escuchar lo que nuestras personalís­imas almas murmuran y ahí, tal vez, también descubrirí­amos que los motivos para llegar a ser lo que somos - y así ser felices - se encuentran en lo simple: en la posibilida­d de dejar una huella significat­iva en nuestros seres queridos. En nuestro diario oficio. En el aprendizaj­e continuo. En la capacidad de vivir con optimismo y esperanza. En apasionarn­os por nuestras sueños e ideas. En arriesgarn­os por nuestros ideales. En apreciar y agradecer por los milagros de la vida cotidiana.

Requerimos coraje para entrar en nosotros mismos y revestirno­s de la fortaleza necesaria para no caer en la peor de las emboscadas de la vida contemporá­nea: olvidarnos de vivir al dejar a un lado la posibilida­d de ser la mejor versión de nosotros mismos, esa para la cual fuimos revestidos con dones y virtudes. Esa para la cual fuimos creados y bendecidos.

“Quo Vadis?” Y “¿Por qué no fuiste Zusya?” Dos preguntas esenciales de contestar a tiempo si es que anhelamos vivir con sentido, colmados de gratitud, felices y plenos. cgutierrez@itesm.mx Programa Emprendedo­r Tec de Monterrey Campus Saltillo

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico