Vanguardia

LA GUERRA QUE VIENE

¿Cuáles serían las armas de un conflicto comercial entre China y Estados Unidos, y quiénes serían sus principale­s víctimas?

- (luis Fajardo/bbc)

Acero, aluminio y tecnología, son los tres elementos más probables a participar en el inicio de una guerra comercial a gran escala entre China y Estados Unidos.

“Las guerras comerciale­s son buenas y son fáciles de ganar”, dijo recientent­e el presidente estadounid­ense Donald Trump.

Pero, como le contestó el destacado columnista del diario New

York Times, Paul Krugman, Premio Nobel de Economía y reconocido opositor del presidente, “es al contrario: en realidad las guerras comerciale­s muy raramente son buenas y no son especialme­nte fáciles de ganar”.

Fueron los primeros cañonazos de una posible guerra económica.

Estados Unidos ya anunció restriccio­nes arancelari­as a sus importacio­nes por valor de 60 mil millones de dólares, centradas en las compras de aluminio y acero.

El objetivo central es China, pues EU dejó por fuera de las medidas a otros grandes jugadores de la economía mundial, como la Unión Europea y, más cercano a nosotros, a las tres grandes economías latinoamer­icanas: Brasil, México y Argentina.

En fin, Trump anunció millonario­s aranceles contra productos de China importados a Estados Unidos y aumentó los temores sobre una guerra basada en el comercio.

China ya anunció que se disponía a imponer aranceles sobre 3 mil millones de dólares de importacio­nes estadounid­enses.

Y se reservó el derecho a expandir esos aranceles y emprender acciones legales contra Estados Unidos ante la Organizaci­ón Mundial del Comercio.

EL ROBO DE TECNOLOGÍA

Uno de los detonantes inmediatos de la disputa es el área de la competenci­a tecnológic­a.

Trump repite la bien documentad­a denuncia de las violacione­s a la propiedad intelectua­l por parte de las empresas chinas y dice que los aranceles son una especie de castigo a ese país por ‘robar’ avances tecnológic­os estadounid­enses.

Pero, como asegura Krugman, para presionar a China a respetar las normas internacio­nales sobre propiedad intelectua­l, Estados Unidos necesita de un consenso entre otras naciones industrial­es que enfrentan el mismo problema con la potencia asiática, que hoy se sienten alienadas por las constantes amenazas de acciones comerciale­s ofensivas que emanan de la Casa Blanca.

Los aranceles estadounid­enses son notorios tanto por lo que penalizan como por lo que no. Específica­mente, todavía no se aplican a las importacio­nes gigantesca­s de instrument­os de alta tecnología, como los teléfonos inteligent­es, millones de los cuales son ensamblado­s en China.

Por más que compartan el nacionalis­mo económico de su presidente, pocos estadounid­enses quedarían contentos con tener que pagar más por su iphone por cuenta de los aranceles de Trump.

¿UN PLEITO SIMBÓLICO?

Por el momento, es una guerra comercial que tiene un carácter más simbólico que real.

Las medidas arancelari­as apenas cubren una fracción del enorme intercambi­o comercial entre las dos economías principale­s del mundo, en donde se estima que Estados Unidos enfrenta un déficit comercial de más de 300 mil millones de dólares.

Las sanciones que China impuso a EU la semana pasada apenas cubren a 3 mil millones de dólares, de los 130 mil millones de dólares que exporta Estados Unidos a ese país, o sea menos de 3%.

El peso de las medidas, por el momento, se enfoca más en lo político que en lo comercial.

Las recientes disposicio­nes de la Casa Blanca establecen protección frente a las importacio­nes chinas a sectores industrial­es estadounid­enses como el de la producción de acero, que tienden a estar situados en la región centro-norte del país, la misma que se convirtió en el inesperado bastión electoral de Trump en las elecciones de 2016.

Sin embargo, advierten los opositores a las medidas proteccion­istas, también en esta zona

están basadas las industrias automotric­es estadounid­enses, que sentirán el impacto de tener que comprar acero y aluminio a precios más altos por cuenta de la guerra económica de Trump.

Y si en el lado estadounid­ense se escogieran los productos cubiertos por los aranceles con cierto criterio político, esto también podría verse del lado chino.

China impuso medidas proteccion­istas a productos estadounid­enses como las nueces y el vino, producidas mayoritari­amente en California, uno de los estados más influyente­s y tal vez el núcleo de la oposición política a Trump.

UN PROBLEMA EXPANSIONI­STA

Nuevamente, los analistas insisten en que nos encontramo­s apenas en la primera fase de una serie de retaliacio­nes comerciale­s que se ven venir entre China y Estados Unidos.

La gran pregunta es ¿qué tanto se expandiría la guerra comercial? Los estudiosos de la historia económica traen a colación un nombre específico: Smoothawle­y. Así se llamó una ley estadounid­ense que impuso en 1930 una serie de aranceles a la producción extranjera y que desencaden­ó una sucesión de medidas de respuesta proteccion­ista en Europa.

La Ley Smoot-hawley fue el primero de una serie de dominós que cayeron y dieron al traste con el comercio mundial.

Muchos ven en esa medida a uno de los grandes culpables de la Gran Depresión mundial de los años 30s.

LA REACCIÓN

Por supuesto, nada indica que el mundo tenga que recorrer inevitable­mente el mismo camino esta vez. Por el contrario, Estados Unidos permanece plácidamen­te en una situación de desempleo casi inexistent­e. Su economía no ha dejado de crecer, lo mismo que las de los principale­s países de Asia y Europa.

Pero los mercados reaccionar­on con marcado pesimismo a las noticias provenient­es de Pekín y de Washington.

El índice de bolsa de Nikkei en Japón perdió 4.51% de su valor, y el de FTSE en Londres caía a mediados del viernes al punto más bajo en 15 meses. El equivalent­e australian­o, el ASX200, se redujo en 2%. Y al final de la primera semana, Wall Street también se inclinaba hacia la baja.

La misma Organizaci­ón Mundial del Comercio advirtió este viernes que crear barreras arancelari­as afectará negativame­nte a la economía mundial. El jefe del organismo, Roberto Azevedo, ha llamado a un diálogo urgente.

Mientras tanto, el mundo estará atento a cómo reaccionan los mercados en los próximos días.

Hasta ahora nada está claro, ni siquiera la perspectiv­a de una expansión económica en una guerra comercial, que había sido prometida hace meses por Trump, pero que no por ello deja de preocupar a observador­es en todo el mundo.

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