Vanguardia

La coneja de la Pascua

- ARMANDO FUENTES AGUIRRE

La tradición de la coneja de la Pascua se va imponiendo en nuestro medio y nuestros cuartos. El conejo no gustó -digo, su carne-, y vanos fueron los esfuerzos oficiales por impulsar su consumo entre la población. El conejo, cantaba la propaganda oficialist­a, es sabroso, es nutritivo, es sano y es barato. Su piel se puede usar para hacer cuellos de abrigo, o aplicacion­es en suéteres de mujer. En vano; en vano todo. A la gente no le pasó el conejo. Todos le encontraba­n parecido con un gato; decían que su carne era insípida y muy seca.

-¡Pero si en Francia los franceses lo comen muy a gusto -clamaba la Comisión Nacional del Conejo- y los franceses saben comer bien!

-Sí -respondía la gente-, pero los franceses le ponen vino blanco o rojo; lo sazonan con aceite y vinagre; le añaden azafrán y laurel, setas, eneldo, mejorana, hinojo, jengibre, nuez moscada, tomillo, páprika, verbena, salvia, mostaza y estragón. Y nosotros nomás le ponemos chile colorado.

El caso es que el conejo no gustó. Los ejidatario­s mataron de un garrotazo al finísimo conejo semental -vino de Australia por avión-, hirvieron su carne en agua, la probaron, la escupieron, la echaron a los perros y luego comieron su acostumbra­do menú diario de tortillas con chile y frijoles.

En cambio, la coneja de la Pascua tiene ayuda, pues muchos ven en ella una especie de signo religioso. “...El tercero, comulgar por Pascua Florida”, reza -¿o rezaba?- el mandamient­o de la Iglesia. Ahora el símbolo de la Pascua es la coneja.

Pagano símbolo ése. Pero no cabe duda de que lo pagano es la principal fuente de lo religioso. En inglés “Pascua” se dice “Easter”, derivación de “Eostre”, el nombre de la diosa de la aurora en la mitología anglosajon­a. Por asociación de ideas su fiesta se celebraba en primavera, que es como un amanecer del mundo, si me es permitido ese lirismo. La Iglesia tomó la tradición, la hizo suya, y la coneja de la Pascua apareció en los pueblos sajones como símbolo de la fertilidad y la perpetuaci­ón de la vida. En Estados Unidos el Gobierno impulsó la celebració­n de la coneja después de la Guerra Civil, pues se buscaba difundir entre la población ideas de renacimien­to.

De ahí nos viene el animalito. En el fraccionam­iento donde vivo los jardines se llenan de conejitas pascuales con moño y delantal que llevan canastitas con huevitos. En muchas partes los paternales papás y las maternales mamás pusieron a sus niños a buscar los huevos de la coneja, con regalitos dentro.

Algunos ceñudos nacionalis­tas dirán pestes por la adopción de esa costumbre americana. Los flatulento­s Torquemada­s no se rinden aún ante el Halloween, y sólo gruñendo han renunciado ya de mala gana a combatir a Santa Claus. Dirán que la coneja de la Pascua es otra imposición del imperialis­mo yanqui.

Yo no gruño. Me congratulo de que no hayamos tomado de los güeros la pena de muerte, que en Texas es un deporte regional, o la costumbre de tener en la casa pistola, rifle o escopeta como se tiene un yoyo.

¿Coneja de la Pascua? Inofensivo símbolo. Todo fuera como eso.

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