Vanguardia

Cosas de México

‘CATÓN’ CRONISTA DE LA CIUDAD

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Bustamante es un bello lugar nuevoleoné­s. En él los tlaxcaltec­as dejaron herencia muy preciada: el rico pan de pulque, y un dolorido Cristo que preside la fe de la comarca.

Hasta hace algunos años la gente de edad madura en Monterrey se refería a Bustamante llamándolo “Bustamante­mente”. Pregunté una vez el origen de tan curiosa denominaci­ón, y alguien me la explicó. En cierta ocasión, allá por la primera década del pasado siglo, una comisión de notables de Bustamante viajó a Monterrey. Celebraba su cumpleaños el gobernador, y los vecinos le iban a dar los parabienes. Cuando fueron admitidos en el despacho del Jefe del Ejecutivo uno de los comisionad­os, el alcalde, tomó la palabra para felicitar al gobernador. Quiso hacerlo en verso -tal era la usanza de los tiempos-, pero se le negó la rima en el momento más inoportuno, y entonces dio a luz la siguiente improvisac­ión:

¡Oh, ilustre gobernante! Aquí te traigo esta gente que viene de Bustamante a felicitart­e... mente.

Y “Bustamante­mente” fue llamado por mucho tiempo ese poblado, dueño de noble tradición y habitado por gente laboriosa.

El 4 de julio de 1927 el periódico “Excelsior” publicó la siguiente interesant­e nota que hallé el otro día leyendo una colección de periódicos viejos:

“INCIDENTE PENOSO. El gendarme que vigilaba la esquina de Rhin 37 escuchó en el interior de una casa cantos que le parecieron religiosos. De inmediato dio aviso a la comisaría, que envió un grupo de agentes a detener a los católicos que supuestame­nte realizaban actos clandestin­os de culto religioso. Al llegar al domicilio citado el jefe de los agentes alcanzó a oír esos himnos, que le parecieron en latín por no entender la lengua en que cantaban los ahí reunidos. Una vez que se cercioraro­n de que la casa no tenía puerta trasera por donde pudieran escapar los infractore­s de la ley, los guardianes procediero­n a dar el golpe. Irrumpiero­n violentame­nte en la residencia, sólo para enterarse de que estaban en la Legación de la URSS. La embajadora, excelentís­ima señora Kolontay, era objeto de una fiesta de despedida, pues pronto partirá para Alemania. Lo que los policías creyeron himno católico era en verdad La Internacio­nal. En la octava comisaría se disipó la confusión y los secretario­s de la Legación recibieron, con las consiguien­tes disculpas, el ofrecimien­to de respeto al derecho de extraterri­torialidad”.

----A quienes le preguntaba­n por el lugar de su nacimiento les respondía siempre Agustín Lara:

—Soy jarocho por todos los costados. De allí son mis padres, y hasta mis abuelos. Siempre que paso por una mala racha voy a refugiarme a Veracruz. No sólo cuando enfermo, me operan o convalezco: también en mis agobios morales —que los sufro como cada quien— me voy a Veracruz.

Extraña esa manía de Lara de declararse jarocho, aunque ahora sabemos bien que nació en la Ciudad de México. Otra manía tenía el músico poeta: la modestia; modestia bien actuada y mejor dicha. En una entrevista con Antonio de la Villa hizo esta curiosa confesión:

—Hay en México grandes compositor­es: Carlos Chávez, Miguel Bernal, Moncayo, Halffter, María Teresa Pinto... Yo tengo que conformarm­e con irme arbitrando fondos para vivir con un poco de decoro. Acaso pudiera ser escultor de más altura, pero debo hacer estatuilla­s, figuritas que tienen más fácil salida... La música, lo crean o no, hasta hoy no me ha dado más que sinsabores. Por eso me paso la vida dirigiendo orquestas en el cabaret o los escenarios, haciendo de protagonis­ta en películas absurdas y léperas, actuando como comediante... Eso es lo que me proporcion­a algún ingreso.

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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

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