‘Militarización de la frontera’, ¿cómo vamos a reaccionar?
Hace tiempo quedó claro que el presidente Donald Trump utilizará el tema de la frontera con nuestro país de la forma que le resulte políticamente más conveniente. Su idea de la “necesidad” de un muro que “proteja” a los Estados Unidos –opinión que es compartida por muchos de sus compatriotas– es un proyecto que no abandonará.
Hasta ahora, sin embargo, no ha logrado que el Congreso de su país le autorice los fondos necesarios para la construcción, o al menos no todos, pero el tema sigue ahí y recurrentemente encuentra la oportunidad para ponerlo de vuelta en la agenda pública.
Ayer concretó una idea que había planteado a través de su plataforma predilecta de comunicación, la red social Twitter: firmó un memorándum en el que ordena la cooperación entre el Departamento de Seguridad Interior y la Secretaría de la Defensa para que, eventualmente, se asignen miembros de la Guardia Nacional a las labores de protección de su frontera sur.
El documento no se concentra en el problema de la migración ilegal, aunque sí lo aborda. En el texto, el mandatario estadounidense afirma que “la situación en la frontera (con México) ha alcanzado un punto de crisis”, lo cual no le deja “más opción que actuar”.
Aún no se conocen los detalles de lo que en nuestro país se ha calificado como “militarización de la frontera” y ha sido incluso catalogado como un “acto de hostilidad”, provocando airadas reacciones que conminan a “responder la agresión” de diversas formas.
Las reacciones, más instaladas en el territorio de la disputa electoral en marcha que en el de la realidad, se hacen cargo apenas del aspecto político de la decisión adoptada por Trump, pero olvidan por completo la necesidad de considerar las consecuencias materiales de la misma.
Vale la pena recordar, en este sentido, que no es la primera ocasión en la que un presidente estadounidense toma la decisión de enviar tropas a su frontera sur, con el propósito de reforzar la lucha contra el contrabando de estupefacientes y el ingreso ilegal de inmigrantes.
En cada una de esas ocasiones, México ha sufrido consecuencias puntuales, derivadas del efecto inmediato que tales medidas han tenido: una mayor contención del flujo de estupefacientes y personas hacia Estados Unidos.
Tales consecuencias implican problemas específicos para las poblaciones fronterizas mexicanas. Cuestiones que tienen que ver con la seguridad y la salud públicas, sobre todo.
¿Qué medidas se adoptarán para apoyar a los gobiernos locales que se verán obligados, más temprano que tarde, a atender las consecuencias derivadas de una mayor presencia de drogas y personas indocumentadas en sus territorios?
Porque, independientemente de mantener un debate sobre la ética de la decisión adoptada por Trump, lo que debemos asumir es que no contamos con ninguna herramienta para impedirla –como no lo hemos hecho en el pasado– y eso obliga a atender las consecuencias materiales que necesariamente tendrá.
Por ello, no sólo hay que saber cómo vamos a responder desde la perspectiva retórica, sino también cómo enfrentaremos el reto que tal hecho supone.
Independientemente de mantener un debate sobre la ética de la decisión adoptada por Trump, lo que debemos asumir es que no contamos con ninguna herramienta para impedirla