Vanguardia

Génesis del yogur

LA CURIOSA HISTORIA DE CÓMO BULGARIA POPULARIZÓ ESTA BEBIDA QUE SE EXTENDIÓ A TODO EL MUNDO

- (Madhvi Ramani/ Bbcmundo)

Bulgaria fue clave en la transforma­ción del yogur en el apreciado alimento que conocemos hoy en día. En Bulgaria, el yogur está en todas partes: lo encuentra en las ensaladas, en los platillos tradiciona­les como el

falafel y la moussaka, y en las estantería­s refrigerad­as de todos los supermerca­dos.

Así como aquí en México la gente trae consigo una botellita de agua o un refresco, los búlgaros andan por las calles con bebidas preparadas a base de yogur. Y en los restaurant­es es común que en las mesas haya recipiente­s con yogur para mojar ciertos alimentos.

“Ponemos yogur en todo”, dice Nikila Stoykov, un residente de Sofía, la capital búlgara. “Yo consumo tres potes al día: en la mañana, durante el día y por la noche antes de acostarme”, señala Nikita.

UN APORTE DEL NOMADISMO

El yogur tiene una larga historia en Bulgaria. Los habitantes de ese país aseguran que fue descubiert­o de manera accidental por las tribus nómadas hace 4 mil años.

Esas tribus transporta­ban la leche en recipiente­s hechos con pieles de ovinos y caprinos, un envase ideal para el crecimient­o de las bacterias y la fermentaci­ón necesaria para producir el yogur.

En muchos lugares de Medio Oriente y de Asia Central, era común encontrar esta bebida.

“El yogur fue parte importante de la alimentaci­ón en la región del Báltico durante siglos”, asegura Elitsa Stoilova, profesora de etnología en la Universida­d de Plovdiv, en el centro de Bulgaria.

“De hecho, la región de los Balcanes es uno de los lugares del mundo donde se hallan los tipos ideales de bacterias y las condicione­s de temperatur­a necesarias para producir un buen yogur en forma natural”, señala Stoilova

Muchos de esos yogures tradiciona­les son todavía producidos con leche no pasteuriza­da de búfalo y ovejas.

DESCUBRIMI­ENTO BÚLGARO Más allá de su origen, lo que sí sabemos es que Bulgaria fue clave en la introducci­ón del yogur a Occidente, y en su transforma­ción en un alimento que se extendió por todo el mundo .

Fue un joven universita­rio búlgaro quien descubrió la composició­n del yogur: Stamen Grigorov, quien en 1904 estudiaba Medicina en la Universida­d de Ginebra.

Grigorov aprovechó una de sus vacaciones para traer de Trun, su pueblito natal, una cacerola tradiciona­l de arcilla llena de yogur para examinarlo en los laboratori­os de la Universida­d. Fue así como Grigorov identificó la bacteria esencial para la fermentaci­ón de la leche y su transforma­ción en yogur.

El microorgan­ismo fue denominado Lactobacil­lus bulgaricus, un término que vinculó para siempre a la nación búlgara con la producción de yogur. PROLONGADO­R DE LA VIDA Hoy en día cuando pensamos en yogur imaginamos las variedades de Grecia, Turquía e incluso Islandia. Pero en las décadas de 1920 y 1930 el yogur de Bulgaria estaba de moda debido al descubrimi­ento de Grigorov.

Las investigac­iones del médico búlgaro fueron continuada­s por el biólogo ruso y Premio Nobel, Élie Metchnikof­f, que en 1908 publicó el libro titulado ‘La prolongaci­ón de la vida’, donde vinculó la longevidad de los campesinos búlgaros a su alto consumo de yogur.

De hecho, en la región de los Montes Ródope, un macizo montañoso que se extiende por Bulgaria y Grecia, se halla una de las poblacione­s más altas de centenario­s de toda Europa.

La idea de que el yogur prolonga la vida desató una especie de manía por esa bebida en Suiza, Alemania, España, Reino Unido y otros países europeos, que incorporar­on a la dieta este alimento hasta entonces poco conocido.

La nueva demanda por el yogur búlgaro cambió profundame­nte al producto. En Bulgaria, el yogur era producido tradiciona­lmente en casa por las mujeres, que medían los ingredient­es ‘al ojo’.

Pero cuando la producción se transformó en un proceso industrial se introdujer­on medidas estrictas, equipo especializ­ado y cultivos puros de las bacterias caseras.

Y la elaboració­n a gran escala en otros países llevó al uso del fermento lácteo en polvo para mezclarlo con leche de vaca.

“Los yogures tradiciona­les eran producidos con leche no pasteuriza­da de búfalos y ovejas. Pero en este lado del mundo asociamos el yogur a la leche de vaca, y esto se debe a la industrial­ización del producto”, explicó la profesora Stoilova.

SÍMBOLO NACIONAL En el caso de Bulgaria, si bien continuó la elaboració­n tradiciona­l del yogur casero, la producción cambió cuando el Estado tomó a su cargo la industria láctea en 1949. Entonces el yogur se transformó en un símbolo nacional que distinguía a Bulgaria de los demás países del bloque soviético. El gobierno se propuso crear un yogur búlgaro ‘auténtico’. Y para ello, expertos en microbiolo­gía recorriero­n el país colectando muestras de yogur casero producido en recipiente­s de cuero llamados ‘rukatkas’. De esas muestras, los científico­s selecciona­ron los mejores cultivos de bacterias en términos de sabor y beneficios para la salud. Y así nació un nuevo yogur búlgaro oficial, que el Estado patentó y comenzó a exportar. La empresa estatal LB Bulgaricum sigue siendo propietari­a de la patente y vende licencias a otros países, entre ellos Japón y Corea del Sur, donde el yogur búlgaro es muy popular.

EMPRESAS LOCALES El yogur búlgaro ya no es tan famoso en Europa como en el pasado, pero la producción casera no sólo continúa en Bulgaria sino que ahora está ganando popularida­d.

Los productore­s de yogur ofrecen sus creaciones en hoteles y restaurant­es en distintos pueblos de Bulgaria.

El número de productore­s independie­ntes cayó durante la Era Comunista de 3 mil a solamente 28. Pero ahora han vuelto a funcionar las pequeñas produccion­es locales.

Una de ellas es Harmonica, que produce la única marca de yogur de Bulgaria con el certificad­o de ‘producto orgánico’. El proceso moderno usado por

Harmonica sigue pasos similares a los descritos por Grigorov en 1905.

Pero ahora la leche es pasteuriza­da a 96 grados centígrado­s y luego enfriada a 43.5 grados. A esta temperatur­a se le agrega el fermento lácteo y se deja fermentar la leche durante seis horas.

El yogur es luego refrigerad­o y empacado, listo para el consumo.

CONEXIÓN ÍNTIMA

Cuando usted prueba el yogur de

Harmonica notará que tiene un sabor un tanto agrio y bastante denso. No es tan suave como los productos a los que está acostumbra­da la gente de Occidente.

“La autenticid­ad del yogur búlgaro reside en su variedad, no en un sólo producto estandariz­ado”, señala Stoilova.

“Si dos abuelas en dos pueblos distintos producen yogur con los mismos ingredient­es, el sabor será diferente”.

“Y esto se debe a que el yogur es un producto íntimo. Está vinculado a la tierra, a los animales, al gusto de cada familia y al conocimien­to que se transfiere de una generación a la siguiente”.

EL TRUCO DE LA ABUELA Si bien no hay tantas variedades de yogur búlgaro como en el pasado, las tradicione­s en torno a este alimento permanecen..

Nikila Stoykov, quien al comienzo de este artículo habló de su costumbre de ingerir “tres potes de yogur al día”, resumió su relación con este producto de la siguiente manera: “Cuando yo era niño mi abuela solía mezclar yogur con mermelada de frutas, para prepararno­s un helado mucho más saludable que el helado común”.

“Ése fue el truco de mi abuela para que yo consumiera yogur, que luego se convirtió en un hábito. Estoy consciente de todos sus efectos benéficos, pero esta no es la única razón por la que me gusta el yogur”, añade Stoykov…

“Para mí, disfrutarl­o es simplement­e ser parte del estilo de vida de la gente de Bulgaria”.

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