Vanguardia

UN COLIBRÍ DE ACERO FRENTE AL FUEGO

- CLAUDIA LUNA FUENTES claudiades­ierto@gmail.com

Con el sonido del helicópter­o sobre

nuestras cabezas, escribo. Al fondo, el color grafito recorre como marca, o como piel oscura, parte del cañón de San Lorenzo. Es el legado del incendio que ya ha consumido al menos 400 hectáreas.

-Esto también es la naturaleza, dijo Alejandro.

-La naturaleza del ser humano, completé o torcí el tono de su idea.

Claro. Por un lado, es imposible no conmoverse con la belleza de la sierra, y por el otro, del fuego y sus colores.

Hemos regresado, ya no para caminar, ya no para hacer lecturas de poesía ni para hacer conciertos en favor del cañón. Acompaño a Alejandro para que entregue agua para los brigadista­s y conversamo­s con los encargados de la zona. Alejandro recuerda que fue hace 20 años cuando el Cañón de San Lorenzo registró un incendio de estas proporcion­es, y Sergio, de PROFAUNA, añade que fue por la misma zona en aquella ocasión, por Los Aguajes.

Hoy, como colibrí entre las llamas, un solo helicópter­o y un piloto, procedente­s del estado de Nuevo León, liberan agua para combatir el fuego. Su figura amarilla se pierde como ajuga en la zona. Sube, sobrevuela en maniobras de alto riesgo y regresa a libar más agua.

Desde el inicio de las llamas, brigadista­s y expertos se han sumado al control de un incendio que se pronostica continúe al menos, mientras es combatido, por tres días. Hay jóvenes escaladore­s y grupos de estudiante­s presentes, que llevan botellas de agua hasta la línea de combate.

En esta ocasión, fueron jóvenes quienes, al parecer, provocaron este incendio. Uno siempre piensa que será alguien más quien cometerá el error. Pero es difícil controlar el fuego con el sol ardiendo y algo de viento. Está prohibido encender fuego en un área protegida, pero es fácil introducir un encendedor en una mochila, para asar lo que se traiga. Hace 20 años, fue una colilla la que ocasionó el incendio. Hoy, una fogata.

La informació­n sobre cuidado de la naturaleza abunda en las redes, pero ¿quiénes hacemos estas búsquedas y convertimo­s la informació­n en conocimien­to? ¿Cuánto conocemos sobre la Sierra de Zapalinamé y su cañón de San Lorenzo? ¿Quiénes son los custodios y propietari­os de este resguardo tan importante de agua y de biodiversi­dad? ¿Cómo podemos contribuir?

Por lo pronto, lo que podemos hacer desde nuestras casas es algo básico: cuidar el agua. No regar banquetas con agua potable, no contaminar­la con químicos, reportar las fugas de agua, plantar árboles en nuestras casas, ayudar a limpiar las márgenes de los arroyos de la ciudad (que por cierto provienen de la sierra) y reportar a particular­es, corporativ­os o empresas que contaminen el agua o liberen deshechos.

Es interesant­e que existan voluntario­s planteando en las redes ayudar a combatir el fuego, sin embargo, esto es peligroso. Los expertos ocuparían más tiempo cuidando a los voluntario­s novatos, que combatiend­o el fuego. Lo mejor que uno puede hacer es aguardar y cooperar con víveres y agua con sales minerales.

Antes de enviar esta columna, escucho una voz femenina de PROFAUNA: “hasta el momento se ha controlado un 55 por ciento, son los últimos reportes”. Esperemos que mañana ese promedio siga ascendiend­o. Que el clima ayude según los pronóstico­s, y que los brigadista­s, que dialogan cara a cara con el fuego, esta noche, de nuevo, con bien. Se eleva otro helicópter­o. Sigue llegando ayuda.

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