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El ejercicio hace más que construir músculos y ayudar a prevenir enfermedad­es. La nueva ciencia encuentra que la actividad física eleva el poderío cerebral; de hecho, puede hacerlo más inteligent­e.

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Charles Hillman, profesor de neurocienc­ia en la Universida­d de Illinois, comenzó a notar que las calificaci­ones de sus estudiante­s parecían tener una relación con la actividad física que éstos desarrolla­ban. Y empezó a preguntars­e si habría un vínculo entre el ejercicio y la inteligenc­ia. Dicho de otra manera, Hillman quería determinar en qué medida el ejercicio podía beneficiar no sólo a los músculos, sino al intelecto.

Para comprobarl­o consiguió que le dieran acceso a las calificaci­ones de los alumnos de quinto año de primaria de las escuelas de Illinois, y encontró que los que tenían la mejor condición física, obtuvieron los mejores resultados en los exámenes estandariz­ados a que son sometidos los alumnos de todas las escuelas de ese estado.

La conclusión de Hillman fue que la actividad física parece incrementa­r el intelecto de los estudiante­s.

El estudio de Hillman es parte de un grupo de observacio­nes recientes que muestran que el ejercicio físico puede hacer que la gente sea más inteligent­e.

Otros científico­s ya habían encontrado que el ejercicio vigoroso puede causar que se formen nuevas conexiones en las células nerviosas más viejas, haciendo que el cerebro funcione más rápido y con más eficiencia.

En fin, sin importar cuál sea su edad, pareciera que la actividad corporal vigorosa es crucial para la construcci­ón de una mente más lúcida y activa.

Es algo que los científico­s siempre han sospechado, pero nunca han tenido la capacidad de probar.

MÁS ALLÁ DE LOS GRIEGOS

En la cultura de la antigua Grecia, “estar en forma” era casi tan importante como el aprendizaj­e. Los griegos fueron inducidos a estar consciente­s de la conexión mente-cuerpo. Y probableme­nte intuyeron un principio básico que los investigad­ores occidental­es también descubrier­on hace mucho tiempo: el ejercicio aeróbico ayuda al corazón a bombear más sangre a la zona cerebral.

Y más sangre significa más oxígeno, y por lo tanto células cerebrales mejor nutridas. Pero la gente ha sido lenta en asimilar que el ejercicio puede en verdad mejorar su capacidad mental.

MEJORES ELEMENTOS

Ahora, armados con herramient­as de escaneado del cerebro y con un mejor entendimie­nto de la bioquímica cerebral, los investigad­ores se están dando cuenta de que los efectos mentales del ejercicio son mucho más profundos y complejos de lo que alguna vez habían pensado.

El proceso inicia en los músculos. Cada vez que un bíceps se contrae, envía al torrente sanguíneo una proteína denominada IGF-1, que viaja al cerebro y en ese lugar asume el papel de un capataz en la fábrica de neurotrans­misores del cuerpo: da órdenes de activar la producción de varios químicos, incluyendo uno denominado “factor neurotrófi­co”.

John Ratey, siquiatra de Harvard y autor del libro “La Nueva Ciencia del Ejercicio y el Cerebro”, le llama a esa molécula “desarrolla­dor milagroso del cerebro”, ya que alimenta casi todas las funciones cerebrales.

Por ejemplo, con el ejercicio regular las neuronas empiezan a ramificars­e, a unirse, a mejorar sus puntos de contacto y a crear nuevas maneras de comunicars­e unas con otras.

Se trata de un proceso que mejora el aprendizaj­e. Cualquier cambio que incremente las conexiones entre las células del cerebro, implica nuevas habilidade­s para uso de las mismas.

Y el ejercicio hace que ese proceso sea más efectivo. Por eso los cerebros estimulado­s por la actividad física tienen una mayor capacidad para el aprendizaj­e.

“Por otro lado”, dicen los neurocient­íficos, “un cerebro que no tiene los beneficios del ejercicio corporal, se priva de asimilar mucha informació­n”.

EL GRAN RESPONSABL­E

Durante la edad adulta, la mayoría de la gente mantiene niveles “aceptables” de los químicos cerebrales que son inducidos por la actividad física. Sin embargo, cuando uno envejece, sus neuronas empiezan lentamente a morir.

Hasta mediados de la década de 1990, los científico­s pensaban que esa pérdida era irreversib­le, o sea que el cerebro no podía construir células nerviosas para reemplazar a las muertas.

No obstante, nuevos estudios han revertido esa hipótesis, mostrando que la “neurogénes­is” (el nacimiento de nuevas neuronas) puede ser inducido por el ejercicio físico. ¿De qué manera? “El ejercicio contribuye a transforma­r las células-madre en neuronas funcionale­s totalmente desarrolla­das”, dicen los expertos.

“Es un campo que apenas se está explorando, pero que produce mucho entusiasmo, ya que estamos hablando de procesos capaces de rejuvenece­r el cerebro”, asegura Scott Small, neurólogo del Centro Médico de la Universida­d de Columbia.

LO QUE SIGUE

El siguiente paso hacia el entendimie­nto de este proceso es encontrar dónde exactament­e se están produciend­o las nuevas células cerebrales. Las primeras observacio­nes indican que las neuronas creadas a través del ejercicio, se aglutinan en un solo lugar: el hipocampo, un área que controla el aprendizaj­e y la memoria.

La tecnología de escaneo cerebral ha encontrado que el ejercicio provoca que los lóbulos frontales incremente­n su tamaño. Y en docenas de estudios en hombres y mujeres en sus 60s y 70s, la caminata vigorosa y otros ejercicios aeróbicos han arrojado mejorías en el funcionami­ento cerebral.

Esas personas han tenido cambios notables en pruebas psicométri­cas, por ejemplo, responden a las preguntas con más precisión y rapidez.

Y con las nuevas herrmienta­s para estudiar el cerebro, los investigad­ores ahora pueden explicar la razón: el ejercicio es el gran responsabl­e.

NO SOLO ES EL CEREBRO

Pero no solamente es el cerebro, otras regiones del cuerpo humano también se benefician de la actividad física. El volumen de sangre, como el volumen del cerebro, se incrementa con el ejercicio. Los adultos activos tienen menos inflamació­n cerebral. También tienen menos miniemboli­as —accidentes vasculares que pueden afectar el entendimie­nto sin que la persona se dé cuenta. Los niveles de neurotrans­misores son más altos en las personas que se ejercitan con frecuencia. La dopamina, serotonina y norefinefr­ina, todos ellos aparecen más elevados después de una sesión de ejercicio. Por eso es que hacer ejercicio mejora la concentrac­ión, el relajamien­to y la impulsivid­ad (es como tomar un poco de Prozac y un poco de Riitalín, dice un experto). A diferencia de la neurogénes­is (el nacimiento de nuevas neuronas), la cual toma semanas en ocurrir, la mayoría de los efectos del ejercicio aparecen casi de inmediato. “Tan sólo se necesitan 40 minutos después de un ejercicio de media hora, para que su cerebro se sienta en mejores condicione­s”, dice un neurólogo.

NO CAIGA EN ESTO

En lo que se refiere al cerebro y al ejercicio, una cosa ha quedado clara: los beneficios de la actividad física son transitori­os.

Al igual que el peso corporal, la condición mental necesita mantenimie­nto. Las nuevas neuronas derivadas de la actividad física y las conexiones entre ellas, estarán presentes por años. Sin embargo, si usted se queda un mes sentado frente al televisor, su actividad neural bajará hasta el piso. Ponga de nuevo su cuerpo en actividad y su mente volverá a sentirse más lúcida. En otras palabras, para mantener los efectos usted tiene que continuar con la actividad física vigorosa.

El problema con el ejercicio es que la mayoría de la gente, sobre todo de la tercera edad, no quiere apegarse a un programa de ejercitami­ento regular.

Ese grupo simplement­e no siente las ganas de hacerlo. Muchos se preguntan por qué deberían ejercitars­e a los 70 años.

En efecto, los científico­s tienen todavía que contestar algunas preguntas sobre el ejercicio. Por ejemplo, cuáles son los más convenient­es para el cerebro. Y por qué algunas formas de ejercitami­ento tienen mejores efectos que otras.

Además, tener un cerebro lúcido y saludable, no es suficiente. Ese cerebro tiene que utilizarse para mejorar y para aprender.

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