Vanguardia

Mar y cielo

- ARMANDO FUENTES AGUIRRE

Es el 14 de abril de 1914. El mundo, en los umbrales de la Primera Guerra, vivía los últimos meses de aquella belle époque que en México había terminado ya, en noviembre de 1910, con la revolución iniciada por Madero contra el gobierno de Porfirio Díaz.

El mundo ardía en inquietude­s. En Europa los anarquista­s cobraban vidas de reyes, presidente­s y primeros ministros con bombas de fabricació­n casera. En los Estados Unidos el movimiento obrero se amasaba con la sangre de sus primeros mártires. Y en nuestro país el asesinato de Madero y la llegada de Victoriano Huerta a la presidenci­a de la República habían desatado el movimiento constituci­onalista de Carranza.

Llegó aquel día que dije, el 14 de abril de 1914. En esa fecha se efectuó el primer combate aeronaval de la historia. Y ese combate tuvo lugar en México. El dato es poco conocido. Vale la pena hacer su relación.

El gobierno federal tenía una “armada” de escasament­e once navíos. Seis de ellos se hallaban en aguas del Golfo; los otros cinco, del Pacífico. La escuadra del Pacífico estaba formada por el “Guerrero”, buque insignia; por los cañoneros “Morelos” y “Tampico” y por los buques de transporte “Demócrata” y “Oaxaca”.

En febrero de ese año la tripulació­n del “Tampico” hizo lo mismo que la del acorazado Potemkin: se levantó contra su jefe para unirse a la revolución. Los marineros redujeron al capitán Castellano­s, encargado del navío, y tomaron el cañonero. Al mando del teniente Hilario Rodríguez Malpica el navío abandonó Guaymas y fue a refugiarse en la bahía de Topolobamp­o. Ahí, por telégrafo, el barco fue puesto a las órdenes de Obregón, y le pidió instruccio­nes.

El resto de la escuadra salió de Guaymas en persecució­n de los amotinados. El capitán de navío Ignacio Torres, al frente de los cuatro buques gobiernist­as, bloqueó la salida de Topolobamp­o para impedir la fuga del “Tampico”. Se entabló un fuerte combate a cañonazos. Superado por el nutrido fuego enemigo, el teniente Rodríguez ordenó regreso del “Tampico” al puerto.

En la premura del retorno el piloto no siguió el curso debido, y el barco encalló. A toda máquina se aproximó el “Morelos” para ultimarlo. Pero en eso, como venido del cielo -y en verdad de ahí veníaapare­ció un avión. En esos años -los primerísim­os de la aviación- aquello era tan milagroso como la aparición del apóstol Santiago en los campos de batalla de la Reconquist­a. El tal avión voló a baja altura sobre el “Morelos” y dejó caer sobre su cubierta, con puntería singular, una carga de bombas que estallaron con más estrépito y humo que daños efectivos. Eso bastó, sin embargo, para espantar a los atacantes, y el “Morelos” puso proa a mar abierto para escapar de aquel insólito enemigo. Lo mismo hicieron las otras naves federales. El “Tampico”, aunque encallado, estaba a salvo.

Aquel avión, llamado el “Sonora”, que tan oportuname­nte acudió en ayuda del barco revolucion­ario, era tripulado por el capitán Salinas Carmiña, piloto, y el mecánico Teodoro Madariaga, que esa vez actuó como bombardero arrojando a mano las bombas contra el “Morelos”. La batalla en que participó, llamada “de Topolobamp­o”, fue el primer combate aeronaval en la historia del mundo. Y sucedió en México.

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