Vanguardia

Diario de un nihilista

- ALFREDO GARCÍA

[Blues de la mujer tuerta]

¿Has visto a la mujer tuerta llorar? Quizá te ocasionó menos enojo, pues que lloraba con sólo un ojo, cual río que desagua todo el mar. ¿Has visto humear algún cráter solar? Así es su otra órbita, despojo de un ícaro que guió con pulso flojo su carro, y pudo en fuego naufragar. ¿Viste llorar a la mujer del blues? Ni la princesa de Éboli lloraba por el ojo parchado. En su pupila puedes ver el colapso de la luz, cuyo trayecto empieza donde acaba: sin su hermana Caribdis ladra Escila.

La rutina de Aquiles

Sórdido bar, en donde la avaricia del esfuerzo enmohece mecanismos y oxida las costumbres. Son los mismos bebedores que el céfiro acaricia en la tarde inmortal, mientras se vicia con humo de tabaco. Veo abismos que tragan pájaros en paroxismos verticales: el suelo los propicia cuando de pronto un bebedor tropieza con su sombra, siguiendo a la tortuga de la rutina. En el talón de Aquiles, la veloz ebriedad es ardua empresa: compite con el tiempo que se fuga y lo vence en retrógrado­s carriles.

La memoria del deseo

El deseo de vivir engendra sólo deseos, nada sólido o completo. Hueco me siento, aunque me sé repleto de una avidez que me ha dejado solo. La fantasía es el país que asolo, profano todo, pues no existe veto, el deseo es el único respeto que le tengo a las cosas, sumo dolo. No hay futuro posible para el tacto, el deseo acontece en la memoria y para consumarse crea el presente. Zurce la fantasía con el acto: desde esta facultad premonitor­ia reconstruy­e un pasado consistent­e.

Apremio

Cuando Dios no provee, el Diablo se encarga. Prepáresem­e, entonces, el infierno. Soy impaciente porque soy eterno y el cuerpo es para mí tediosa carga. La vida actual es demasiado larga para los inmortales. Yo discierno tiempos más plenos en mi espejo interno, otra luz, que no es pálida ni amarga. La vida es tan superficia­l, la pausa que se alarga en la charla sin sentido. Incompleta, carece de estructura, es hueca, sin propósito ni causa. El infierno, aunque sea, sea concedido a mi apremio, sea el premio a mi premura.

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