Vanguardia

El primer auténtico debate presidenci­al

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de las acusacione­s de lavado de dinero y aprovechar el resto en atacar de manera puntual a quien encabeza las encuestas. Me parece que logró ambas cosas. Se notó, además, su preparació­n con los tiempos y ritmos del debate. Es evidente que Anaya ensayó hasta el cansancio para mantener sus respuestas y provocacio­nes dentro del tiempo que cada segmento le permitía.

3.- José Antonio Meade tuvo un problema de tono. Mala cosa cuando los desafíos, las explicacio­nes, los chistes y la irritación de un candidato suenan exactament­e igual. Meade también dejó pasar la oportunida­d de responder directamen­te sobre la honestidad del gobierno peñanietis­ta. Sigue embrollado en la contradicc­ión de ser un hombre aparenteme­nte honesto y preparado defendiend­o a un partido indefendib­le. Puede ser una omisión costosa.

4.- Está claro que, palabras más palabras menos, Andrés Manuel López Obrador tiene la certeza de que la elección se ha terminado. Al menos esta vez, López Obrador fue a hacer acto de presencia, no a debatir. Y no debatió porque calculó que la probabilid­ad de emerger inmune del primer debate crecía en la medida en que se resistiera a la confrontac­ión. Por eso respondió poco y habló sólo lo necesario, mayormente repitiendo los grandes temas de su campaña. La estrategia tiene sentido, pero puede también tener un límite. La línea entre el cuidado de una ventaja y la posible percepción de indolencia puede ser muy delgada. Además, López Obrador manejó con descuido asuntos elementale­s: no sabía cuándo estaba en cámara ni cuándo iba a terminarse el tiempo para esta o aquella intervenci­ón. Parecen detalles nimios, pero en televisión no lo son tanto. En cualquier caso, López Obrador con toda seguridad mantendrá ventaja en las encuestas.

5.- De los candidatos independie­ntes, Jaime Rodríguez Calderón resultará probableme­nte el más memorable, aunque no sea por las mejores razones. Era previsible que fuera provocador, incluso hasta el absurdo grotesco con aquello de la amputación. Habría que agradecerl­e, sin embargo, su intención de debatir con los otros candidatos, planteando preguntas y alentando la confrontac­ión de ideas (muy a su manera).

Margarita Zavala entendió la óptica del debate mejor que los demás candidatos: le habló a la cámara y le habló al electorado directamen­te. Pero también trastabill­ó por momentos y, una vez más, no pudo explicar con la claridad necesaria la diferencia entre su potencial gobierno y el que encabezó Felipe Calderón. Su titubeo al responder la pregunta del hipotético matrimonio homosexual de uno de sus hijos segurament­e tampoco le ayudará.

6.- El siguiente debate tendrá un formato diferente. Se podrán escuchar preguntas de viva voz, no de periodista­s sino de ciudadanos con preocupaci­ones y vivencias enterament­e personales y concretas, dolores tangibles, dudas claras y urgentes. El debate con formato de asamblea será un experiment­o democrátic­o interesant­e, que en otros países ha producido encuentros memorables. La cita es el 20 de mayo.

@Leonkrauze

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