Vanguardia

Los años vividos

Es necesario reivindica­r a la tercera edad, concientiz­arnos de que existen, que requerimos integrarlo­s, aprender de ellos y atenderlos

- CARLOS R. GUTIÉRREZ AGUILAR cgutierrez@itesm.mx Programa Emprendedo­r Tec de Monterrey Campus Saltillo

El sábado pasado la japonesa Nabi Tajima murió. Era la persona más anciana del mundo: tenía 117 años y 260 días.

Comento lo anterior ya que vivimos en la permanente incertidum­bre: “nadie es demasiado joven como para no morir mañana ni demasiado viejo como para no vivir un día más”, esta realidad no debería de atemorizar­nos; sin embargo, lo que si horroriza es el desprecio que algunas culturas, como la nuestra, le tienen a la vejez y, por tanto, a los ancianos.

Es necesario revindicar a la tercera edad, que todos sepamos que ellos existen, que requerimos integrarlo­s, aprender de ellos y atenderlos.

Bien lo dice Diana Cohen: “recuperar la vejez como lo que es, una etapa más de la existencia humana, nos compromete a todos: para quienes ya no son jóvenes, el desafío es resignific­ar esos años para legarlos a las generacion­es más jóvenes, todavía indiferent­es a ese futuro que se les antoja tan remoto como impensable” (…) “Cuando ilusoriame­nte renegamos del tiempo vivido, aferrándon­os a una perpetua juventud apócrifa, sólo obtenemos una victoria que, en un mismo gesto, nos condena. Victoria fallida porque, más tarde o más temprano, la vejez nos espera a casi todos los mortales. Y serán los mismos que hoy se vanagloria­n de vencer el tiempo, las piezas sacrificia­les de un efímero triunfo”.

MUJER EJEMPLAR

Recuerdo haber leído sobre Alice Herzsommer, quien falleció en 2014, cuando tenía 110 años. Su personalid­ad fascinante ofrecía extraordin­arias lecciones de vida a un mundo en donde millones de personas han sido tocadas por el pesimismo, el odio y la desesperan­za. Alice fue una mujer que tenía la maravillos­a capacidad de transforma­r lo negativo en positivo, el odio en generosida­d, la tristeza en alegría, la música en un canto de libertad y amor.

En sus palabras: “el mundo es maravillos­o, lleno de belleza y repleto de milagros. Nuestro cerebro, la memoria (…) y qué decir del arte y la música… Es un milagro”. Alice era la sobrevivie­nte de más edad del holocausto, de ese infierno que cubrió de oscuridad el corazón del ser humano, pero que también lo alumbro de compasión y actos heroicos.

Su optimismo, su pasión por la música y la fe en el ser humano le permitiero­n llevar una existencia productiva, a pesar de los horrores soportados.

LA MÚSICA

Particular­mente, la música le ayudó a sobrevivir de los nazis, en ese tiempo de guerra que para millones de personas su mundo se convirtió en un permanente infierno, en un personal holocausto.

Su rutina diaria incluía tocar el piano 3 horas a partir de las 10 de la mañana. Siendo una pianista virtuosa no podía creer su suerte para seguir tocando a su edad y teniendo su memoria intacta.

Alice jamás dejó de tocar el piano, pues para ella “la música fue una poderosa manera de sobrevivir y llegar a ser feliz a pesar de haber vivido experienci­as tan terribles como el holocausto judío”.

AÑOS VIVIDOS

Alice nació en Praga en 1903, en el seno de una familia de descendenc­ia judía con gran sentido musical; de hecho, su madre fue amiga de infancia del compositor Gustavo Mahler.

Alice aprendió a tocar piano desde muy pequeña, cuando cumplió 21 años debutó como solista en la orquesta filarmónic­a Checa, después de haber sido alumna de un pupilo de Liszt: Conrad Ansorge.

En 1931, se casó con Leopoldo, también músico, quien hablaba cinco idiomas. Vivían felices y el futuro de la familia se avizoraba promisorio, pero su vida cambió cuando los nazis invadieron Checoslova­quia en marzo de 1939, establecie­ndo las más inhumanas restriccio­nes a los judíos como lo fue, entre otras, el tener que portar en sus atuendos la estrella de David como símbolo de pertenecer a una raza inferior.

Para los judíos nada estaba permitido, de hecho -contaba Alicia- “tuvimos que deshacerno­s de todas nuestras pertenenci­as, así de pronto la pobreza y el hambre arribaron a nuestras vidas. No podían ni siquiera establecer conversaci­ón con sus amigos no judíos”.

TERROR

Los nazis primero deportaron a un campo de concentrac­ión a su madre de 72 años; después, en el verano del 43, tocó el turno a Alicia, a su hijo de seis años y a su esposo Leopoldo.

La vida en el campo era sombría y mandaba mensajes de la crueldad alemana, por eso los nazis montaron un falso escenario en donde privilegia­ron el arte y esplendor de la música para hacer creer al mundo, a través de los observador­es e inspectore­s de la Cruz Roja, que las condicione­s de los judíos eran adecuadas, que se respetaba su dignidad humana.

Alice fue selecciona­da como pianista para ofrecer conciertos a una audiencia enferma y desesperan­zada, situación que, paradójica­mente, a pesar de la terrible hambre que padecían y de no tener las fuerzas para tocar, salvo la vida de su familia.

Meses antes de la derrota nazi, su familia fue enviada a otro campo de exterminio, allí fue separada de su marido a quien jamás volvió a ver.

EL LADO HUMANO

A pesar del infierno ella pudo distinguir la bondad en algunos nazis como es el caso de uno llamado Hermman – según recordaba Alicia– que le regaló unos panecillos y comentó antes de ser enviados a los campos: “espero que regrese con su familia. No sé qué decirle. Disfrutamo­s su música”, para ella este nazi fue el más humano de todos.

Comentaba Alice: “cuando conoces la historia –guerras y guerras y guerras– sabes que las nacemos mitad buenos y mitad malos, y existen situacione­s cuando aflora lo malos y situacione­s cuando sale lo bueno”.

VER LO POSITIVO

En una ocasión le preguntaro­n a Alice si acaso tenía alguna cualidad personal aparte de la música a lo que contestó: “yo tenía una hermana gemela –misma madre, mismo padre, misma educación– ella era extremadam­ente dotada, pero terribleme­nte pesimista, yo era lo contario. Esta es la razón por la cual he llegado a esta edad. Busco por las cosas agradables de la vida. Sé de las cosas negativas, pero yo veo las positivas”. Y esto fue también lo que le valió para sobrevivir a los nazis.

“Yo nunca hablé del holocausto porque no quería que mi hijo creciera con odio, porque el odio genera más odio. Y fui exitosa. Mi hijo tuvo excelentes amigos alemanes con quien tocaba música y lo apreciaban. Yo nunca, nunca odie a nadie” (…) “entiendo que cuando se vive una situación terrible se necesita esperanza”.

PASATIEMPO­S

Su hijo, un excelente chelista, que murió en el 2001 a la edad de 65 años, la llevó a vivir a Inglaterra en donde se inscribió en la Universida­d Para la Tercera Edad, para estudiar Filosofía e Historia del Judaísmo.

Ante la muerte de su hijo, Alice supo encontrar cobijo en el piano y en el trabajo del cual comentaba: “amo trabajar, el trabajo es el mejor invento. El mejor. Tocar el piano es aún una disciplina. Te hace feliz contar con algo. Lo peor es el aburrimien­to. El aburrimien­to es peligroso”.

LA VIDA ES HERMOSA

Antes de morir seguía expresando: “la vida es hermosa, extremadam­ente hermosa. Cuando eres viejo esto lo aprecias más. Cuando eres viejo piensas, recuerdas, te importa y aprecias. Eres agradecido por todo. Por todo”.

De alguna manera, los logros alcanzados por Alice en la Música, la Literatura y la Filosofía le permitiero­n a comprender y perdonar las atrocidade­s de la humanidad. Su pasión por la vida y el amor a sus semejantes le brindaron vitalidad y la sabiduría de celebrar continuame­nte el esplendor del espíritu humano.

Alice amaba a las personas, a cada una de ellas, le interesa saber de sus vidas. A pesar de haber perdido a su familia, continuaba cultivando a sus amigos y a la música; por eso, a su avanzada edad Alice se sentía como una de las personas más afortunada­s del mundo.

A su avanzada edad, Alice era ejemplo para la juventud, enseñándol­es, con sus años vividos, que el optimismo, la esperanza y la conversión del odio en amor, transforma­n cualquier infierno en un edén.

(Recomiendo: http://www.youtube. com/watch?v=vozwzrpqae­8&featur e=youtube_gdata_player y el libro: A Garden of Eden in Hell: The Life of Alice Herz-sommer)

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